Graduaciones

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Las graduaciones son fiestas que otros pagan (generalmente los familiares) para ver a otros divertirse.
En las generaciones actuales no está mal visto que el afecto se demuestre con el pago del platillo. Si antes el graduado costeaba una mesa de diez para invitar a la abuela de Pachuca y a los primos oligofrénicos, hoy sólo asiste a esas celebraciones quien no vea una mala intención por el hecho de cubrir su propia entrada. O quien tenga el recurso para hacerlo.
En las graduaciones pretéritas, los graduados guardaban consideraciones por los familiares mayores. Ofrecían música que coincidiera con las dentaduras postizas y un programa bajo en calorías auditivas para que los adultos pudieran cenar con luz suficiente y oídos capaces de atender una conversación. Hoy día la música corre a cargo de un DJ que durante 6 horas reproduce la misma canción (“remix”, le dicen), con adaptaciones de piezas de otros tiempos pero que en la mezcla suenan igual. El sonsonete se prolonga hasta el fastidio. Los adultos comen a media luz. Los graduados fuman afuera. La mesera sólo sirve bebidas si se las piden y sólo a cambio del vaso que cada uno es responsable de resguardar.
La fiesta en sí resulta una declaración de principios: terminación de los estudios y principio de un fracaso profesional. Con el título de ingeniero cualquiera está listo para administrar una tienda de abarrotes. Manejar un úber o postularse indefinidamente para una maestría.
En actos académicos informales, los graduados exhiben su habilidad para empinarse el tequila a boca de botella, mostrar escotes imposibles –las que ostentan el menor recato– y manifestar su preferencia sexual sin clóset familiar que lo inhiba.
Los invitados asisten con la tolerancia del voyerista, conscientes de que la diversión no les compete. Únicamente están ahí como testigos. La felicidad es un sentimiento ajeno.
La pista se puebla de graduados y algunos padres buena onda que no les incomoda el ridículo. Los jóvenes se instalan en la pista como en un mitin emocional, con los vasos llenos y los vapeadores en boca de todos. Aunque no bailan, fingen algunos pasos. Se seducen en grupo. Platican a gritos. Se disparan selfies para no olvidar la mejor celebración de sus vidas.
Los vómitos comienzan temprano. Las descalzaduras. Los reclamos por algo… Ni siquiera son una generación universitaria sino el cúmulo de distintas carreras con el común denominador de la conclusión de sus créditos. Ahí hay de todo, menos antecedentes universitarios profundos.
Luego de bostezos suficientes, los padres se despiden de lejos para no interrumpir la diversión de sus hijos, profesionistas, libres, graduados al fin. Éstos llegarán a casa tarde. Pedirán dinero para la gasolina del coche. Colgarán sus títulos en la recámara. Comenzarán a buscar trabajo cuando la cruda se les pase.

*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]

Comentarios
  • Aída Sánchez Sencion

    Al leer el presente artículo le comentaré mi experiencia que tuve hace tres semanas con referente a la fiesta de graduación de mi hija, así como lo describe es tal y cual lo sucedido, solo le agregaré que el ingreso al salón de fiestas se realiza en grandes cantidades de personas, sin tener escalonadas los horarios para entrar, al iniciar la toma de bebidas es importante revisar el vaso ya que no estan completamente limpios y sobre todo el mal olor que en mi caso me toco, que decir de estar todos en la pista de baile sin protección en cuidados por el COVID-19, toda la noche transcurrió como estaba organizado el festejo.
    Pero sorpresa a los tres días de haberse realizado la fiesta de graduación cuatro personas de la mesa en la cual estuvimos conviviendo dieron positivo a COVID-19 incluyendo a la graduada, para después enterarnos que más de la mitad de egresados de ese día también estaban contagiados. Le comentare que se realizaron cuatro fiestas consecutivas en ese lugar y en la que participe fue la cuarta noche, de haber sabido mejor me ubiera quedado a dormir, pero ya paso y me quedara presente que hay que llevar nuestros propios vasos para evitar malas experiencias al tomar nuestra bebida preferida.

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