Futuro
Jorge Valencia*
“No hay futuro”, fue la frase emblemática del vocalista de los Sex Pistols en los años setenta. Si no hay mañana, “no existe el pecado”. La postura iconoclasta del rock punk se actualiza en la desilusión de una sociedad y un país para el que, diacrónicamente, hoy la esperanza se reduce a un esdrújulo. El reto del servicio público es la distribución de las oportunidades y el fomento de las soluciones que no necesariamente deben originarse en la caoba de sus despachos. Ojalá alguien tuviera la varita mágica, como sugieren las campañas abrumadoramente sosas y manipuladoras de los partidos que han demostrado un siglo de proyectos malogrados y políticas insuficientes, casi siempre perversas y convenencieras. Se le atribuye a Reyes Heroles las palabras crípticas “un político pobre es un pobre político” que describen mejor que nada la función pública en México.
Más que otro eslogan, la orientación ciudadana busca foros bajo una democracia en construcción, con el acotamiento de la miseria endémica que restringe la imaginación, y la inseguridad que todo lo corrompe y paraliza. El discurso político parece priorizar la obtención de las plazas mediante la persuasión de los ingenuos y la descalificación de los enemigos. Si los mexicanos merecemos el gobierno que tenemos amerita una discusión profunda. Y la discusión no se dará en las alfombras de los salones con canapés sino en el grafiti de las colonias obreras, el ausentismo de los lunes, los tianguis abaratadores de productos alimenticios, los coches sin verificar y los pagos mínimos de las tarjetas bancarias.
La España posfranquista se enfrentó a una sociedad polarizada y vaticanista que no pudo dotar de garantías a los ciudadanos sino a través de los acuerdos y los perdones. No es el caso de nuestro país, donde la verdad nunca se identifica y las culpas nunca se reconocen. No vivimos una decadencia sino una descomposición en la que ser presidente es ganarse la rifa del tigre y ser mexicano, su dieta alimenticia.
Tal vez se trate de la presidencia más abiertamente criticada. Ni siquiera el foxismo (y eso que su naturaleza lo predisponía para ponerse de modo) padeció tantas burlas. Probablemente porque no había costumbre de inquirir al presidente o porque los críticos se hallaban cómodos bajo las políticas económicas que se difundían desde Los Pinos. A través de las redes sociales se difunden invitaciones para boicotear al lopezobradorismo que, encima de todo, le toca enfrentar una crisis sanitaria más grave de lo que nadie pudo prever.
Como teoría social, la esperanza parece inclinarse hacia la izquierda. Una izquierda en nuestro país muy atenuada donde el discurso evita palabras estereotipadas y acciones radicales, más allá del remate del avión o el desmantelamiento de la residencia oficial. Las becas estudiantiles y las limosnas a los ancianos parecen actos más estratégicos que fundamentos de la renovación.
El futuro parece incierto y sin garantías. Los indicadores deben ser los servicios básicos universales (alimentación, vivienda, salud, educación) que podamos proveer a todos a través del partido que gobierne, y el costo razonable de la vida para el mexicano común. Por lo pronto, vacunas contra el Covid lo antes posible y el fomento de la conciencia colectiva por medio de actividades democráticas de la expresión que nos ayuden a identificar quiénes somos y qué país queremos.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]