Fuego
Jorge Valencia*
Según la mitología griega, Prometeo dio el fuego a los hombres.
El castigo impuesto por Zeus, por este hecho, se debe a la civilización que la humanidad consigue con el dominio de ese elemento.
Con la domesticación del fuego inicia la cultura. Permite una alimentación depurada, la creación de un microclima benévolo, la prevención ante los ataques de las fieras y el desarrollo de utensilios que facilitan la adaptación ante la vida cotidiana.
El fuego permitió el desarrollo de guerras complejas para la usurpación de territorios.
Su uso indiscriminado asoló regiones. Alteró ecosistemas: extinguió especies animales…
Con el fuego, el hombre se convirtió en el depredador del hombre. El castigo de los dioses tiene sus consecuencias. Israel y los pueblos árabes han sido capaces de generar un cerco de miseria en torno de sus territorios. Muerte y destrucción.
El ejemplo más lamentable ocurrió en Japón, en 1945. La bomba atómica es el recurso bélico con peores consecuencias en la historia de nuestra especie.
Las armas de fuego son la causa de la anarquía y el crimen en todas las ciudades del mundo. El uso de drones ha sofisticado el asesinato a distancia.
El futuro de la humanidad pende de la creatividad delictiva. Los gobiernos se ven sobrepasados por la malicia. Los noticieros anuncian historias de lamento. La nota roja es la temática común del periodismo contemporáneo.
Todo inició con el dominio y mal uso del fuego.
La esperanza de la humanidad parece provenir de la filosofía de la tolerancia y el extinguidor. Los ministros de los cultos deben tomar cursos de Protección Civil. Los curas, practicar rutinas de bomberos.
La fricción que provoca la convivencia en las ciudades hiperpobladas obliga nuevos códigos de relacionamiento: la tolerancia y la minimización de la tragedia. La poesía como un mantra y la miel como un aditamento de la comunicación.
El vértigo y la prisa fuerzan un ralentizamiento de nuestras costumbres.
Volver al origen de lo que somos: una especie fugaz con conciencia.
La práctica de la cultura de la paz como una condición cotidiana.
Mayor cesión de sí a los otros y menos egoísmo. Seguir el ejemplo de Prometeo.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]