Fito Páez: un concierto pedagógico

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Domingo 26 de enero: “El amor 30 años después del amor”.
Fito Páez cierra gira en Guadalajara. Concierto pospuesto por cancelación (estaba programado en noviembre) debido a gripe. Pese al día incómodo (ni tiempo para ir a Misa), el auditorio “sold out”. Se celebran tres décadas de un disco icónico en la música rock (o lo que eso sea) de Argentina.
Hace mucho quedó demostrado que el idioma español admite la estridencia de la batería, la guitarra eléctrica, los alaridos vocales… Los fonemas, el metro, la cadencia de nuestra lengua es susceptible para la construcción de mensajes melódicos potentes bajo el género del rock y las fusiones culturales de nuestra tradición.
Heredero de una generación que apadrinó Charly García (Páez fue parte de su banda en sus inicios), Fito llegó al punto de su carrera de admitir una estética musical propia, donde destaca su sello melódico y una voz agradable que rompe el mito de que en el rock no importa cómo se cante. El disco “El amor después del amor”, que cumple treinta años, es emblemático y goza del prestigio de ser el más vendido de la historia del rock argentino.
La gira por el mundo hispanohablante concluye con un concierto que hace tributo a sí mismo con canciones que todos se saben, esperan y festejan; según el concertista, lo señala, lo agradece, lo azuza.
Fito Páez demuestra su aptitud pedagógica para conectar con el público al punto de decirles cómo aplaudir, cuándo hacer los coros, en qué momento ponerse de pie y hasta por qué callarse cuando le parece que los gritos y solicitudes de fanáticos inoportunos ameritan una reprensión que cae bien y nadie se lo toma a mal. Ese es Fito: el señorito de los excesos resarcidos, el virtuoso del pop rock que supo resumir los intereses musicales de la generación post-dictadura, sin la feligresía futbolera ni la banalidad sentimental reiterativa con que otras bandas conquistan públicos repentinos. “El amor después del amor” resume el “ars poética” del autor y es un mosaico de talento compartido con músicos emblemáticos: el propio Charly García, Calamaro, Spinetta, Cantilo, Rot… e incluso Mercedes Sosa, abanderada del folklore latinoamericano. El talento de Páez le da para componer de todo.
Es un concierto cerrado. Cada pieza está premeditada y marca las altas y bajas emocionales que el público reconoce y empatiza. Fito se luce al piano. Habla lo indispensable y lo compensa con un “back” espectacular que ilumina los colores de los sentimientos que la música provoca. “Ciudad de pobres corazones” se respalda por gráficos en blanco y negro y un requinto virtuoso que arremete el clímax antes de presentar de nombre a sus músicos, agradecer con melodramática perfección y cerrar el concierto sin dar la oportunidad para que nadie grite “otra, otra”. Ni deja que la gente pida más ni viene ya al caso.
Los fanáticos salen satisfechos y, de regreso a casa, aún tararean “en esta puta ciudad/todo se incendia y se va/matan a pobres corazones…
Después del amor, sigue siendo el amor… La pedagogía del autor incluye un mantra que los fans mastican y repiten muchos días después del domingo, en un concierto perpetuado con que treinta años después aún demuestra su vigencia.

*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]

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