¿Falda o pantalón?: de la moda, lo que te acomoda

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En días recientes se aprobó en las escuelas de la capital del país (a la que suele llamarse “la ciudad”, como si el resto del país siguiera siendo lo que en televisión se le llamaba “la provincia” o “el interior” rural) un ordenamiento que permite que los niños y niñas escojan si quieren usar sus uniformes escolares con falda o con pantalón. El anuncio causó revuelo, indignación y multiplicidad de opiniones y debates.
En todo caso, llama la atención la lentitud con la que se dan los cambios en cuanto a lo que en nuestra sociedad consideramos la vestimenta adecuada. Algunas de las opiniones señalaban que si se permite a los niños usar falda se abre la posibilidad de que estos “se hagan gays”, argumento que jamás hemos escuchado respecto a la sotana de ninguno de los papas de la iglesia de Roma, ni en referencia a algún otro ministro de esa iglesia. Por otra parte, algunas mujeres que vivieron su edad adulta en los años cincuenta y sesenta del siglo XX relataban que era muy mal visto que utilizaran pantalón o mini-falda. Tendrían que pasar muchos años de uso de pantalones de parte de mujeres en otros países, para que en México comenzara a verse que las niñas o las mujeres utilizaran pantalones o que se les permitiera participar con pantalón corto en actividades de educación física en la escuela.
Aun cuando podemos considerar que está “normalizado” el uso del pantalón entre la población femenina de nuestro país, el hecho de que algunas personas consideren una aberración el uso de falda de parte de la población masculina lleva a la reflexión de la manera en que los miembros de nuestra sociedad dejan en manos de la sociedad (o de alguna de sus organizaciones o grupos) la decisión acerca de cómo vestirse. Todavía en nuestros días es mal visto que los hombres utilicemos pantalón adecuado para los traslados en bicicleta y hay quien se indigna porque enseñemos un poco de pierna desnuda en el ámbito escolar, mientras que a las mujeres se les limita la opción y en muchos contextos prácticamente se les obliga a mostrar lo que a los hombres se nos prohíbe.
Lo que muestra la ordenanza escolar en la Ciudad de México es que resultó necesario hacer explícita una norma que en muchos lugares no se cuestiona. Los niños y las niñas van a la escuela con la ropa que tengan a la mano o que les plazca. No sólo por razones “tradicionales”, como se argumentó respecto a las faldas escocesas, sino porque las instituciones que rodean a la escuela en esos contextos no hacen los posible por perpetuar usos y roles que son expresiones de inequidad de género. Como ya sabemos para la puesta a la moda de otros tipos de vestimenta, como el uso de pantalones de mezclilla o manta, el lucir camisetas sin cuello, utilizar camisas sin corbata, saco y sombrero, utilizar faldas cortas o estampadas, dejar de usar la cabeza cubierta, estos cambios son graduales y eventualmente se naturalizan.
Claro que ya nadie se escandaliza porque un funcionario público asista a un acto oficial con guayabera o chamarra, o una funcionaria utilice traje sastre con pantalón. Las niñas y los niños tendrán la misma posibilidad de decidir qué ropa ponerse, así como ahora se ve con toda naturalidad que los hombres estudiemos psicología o enfermería sin que nadie los tache de “gays”, o las mujeres estudien medicina, derecho o ingeniería sin que las tachen de estar equivocadas de orientación de su sexualidad. Quizá los cambios en la aceptación de la diversidad no tengan que estar ligados necesariamente con la aceptación de formas más abiertas de seleccionar el guardarropa, aunque sí parecen estar relacionados con la posibilidad de decidir sin preguntarse a cada momento cómo se habrían vestido nuestros ancestros, hombres y mujeres, para ir a la escuela y al espacio público.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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