Evaluar a los evaluadores ¿a quién le toca?
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
El sistema educativo mexicano (SEM) junto con su rimbombante reforma, ha depositado en la evaluación gran parte de la energía y el potencial para el cambio y la transformación del propio sistema, se ha pasado de la evaluatitis como se caracterizaba durante la aplicación de la prueba Enlace a la evaluocracia, teniendo al INEE como el principal garante de todas las decisiones educativas incluso por encima de la propia SEP.
La evaluocracia o el poder supremo de la misma, está generando una nueva cultura en nuestro sistema y no es la de “evaluar para conocer y conocer para transformar”, como lo reconocieron Rosales y Santos Guerra, teóricos del campo, sino la evaluación como estrategia básica para excluir y segregar.
El sistema educativo mexicano se ha complejizado, con el ingreso a la OCDE nos quisimos equiparar con los países más ricos y poderosos del planeta, jugamos como iguales en términos desiguales. La realidad de nuestro sistema está muy por debajo de los estilos y funcionamiento de la gran mayoría de los países miembros de la OCDE. La condición que se impuso, fue desde el inicio la de evaluar el sistema para conocer; las inconsistencias de su funcionamiento junto con las áreas de oportunidad, de esta manera ha surgido un nuevo especialista dentro del gran abanico del campo de la educación: el de evaluador.
En el camino nos topamos con un par de problemas estructurales:
a) Las evaluaciones practicadas nos demuestran lo que ya sabíamos desde antes, que el sistema se encuentra deficitario en cuanto al cumplimiento de sus metas, que sufre de parálisis institucional y que existe una profunda descoordinación entre las instancias encargadas de hacerse cargo de la atención educativa.
b) Que no se acostumbra evaluar la consistencia de las evaluaciones practicadas y que nadie evalúa a los evaluadores. La evaluación en México lejos de mostrar un panorama más claro para tomar decisiones y emprender acciones consecuentes, ha generado un clima de incertidumbre, de aridez institucional y falta de sentido de lo que se evalúa.
Evaluar representa para el SEM una estrategia correcta, siempre y cuando dicha conjunto de estrategias estuvieran acompañadas de otras acciones, con claridad institucional a partir de sustentos verdaderamente académicos. El INEE ha politizado su presencia de tal manera, que ha perdido el rumbo de cómo mejorar la calidad educativa a partir de evaluar algunos componentes del sistema. Evaluar debería servir para transformar, teniendo claro qué es lo que se pretende cambiar.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. [email protected]