Escuelas y corrupción
Mario L. Castillo*
Hablar de corrupción es un asunto cuya cotidianidad nos ha hecho hasta insensibles a este tema y lo percibimos como algo tan frecuente que ya casi nos nos detenemos a repensarlo con seriedad. ¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a la corrupción?
Para esta circunstancia la corrupción será enfocada como un problema político y de la administración pública en un régimen democrático. En el artículo titulado “Educación cívica contra la corrupción” de C. Alanís se extrae los conceptos de A. Knight quien define la corrupción política como: “El uso del poder político se orienta a un poco de auto-interés individual o colectivo y que son ilegales y/o considerado corrupto, inadecuada o egoísta”. En el mismo documento se propone el aporte de F. Escalante quien sugiere la siguiente definición: “…es el uso de las funciones y atribuciones públicas en beneficio particular, en contravención con las normas legales”.
Para este breve espacio de opinión, entenderemos por corrupción como el uso del poder público para obtener beneficios privados. Esto involucra aspectos como poder, recursos públicos, legalidad, instituciones de administración estatal y, por lo tanto, todo lo que está al amparo del bien público.
La corrupción representa un alto costo para nuestra sociedad y provoca graves consecuencias económicas, sociales y políticas: R. Ackerman afirma, en el mismo artículo, que altos niveles de corrupción se asocian a bajos niveles de inversión pública (y privada) y que afectan directamente en el desarrollo del país. La corrupción reduce la efectividad de las políticas públicas e influye para que los ciudadanos actúen infringiendo las leyes. Todo ello afecta negativamente la capacidad recaudatoria del gobierno, determinando directamente en la consunción de la calidad de los bienes y servicios otorgados por el Estado. Esto conlleva el deterioro de la eficacia de los programas y proyectos para combatir malformaciones socio-culturales como la pobreza.
Sus efectos sociales acontecen cuando sistemáticamente se destruye la confianza de la gente en las instituciones públicas. Lo que a su vez deslegitimiza los regímenes democráticos y que con tanto esfuerzo hemos logrado construir en nuestro país.
Todos los caminos llevan a considerar urgente asumir medidas para intensificar el combate a la corrupción; así como procurar la eficacia y transparencia de las políticas públicas que combaten este mal social. Los efectos deben permear en el desarrollo social, la calidad educativa, la fortaleza de sus instituciones y la vigencia de las entidades democráticas.
En este horizonte la educación se convierte en una herramienta fundamental. Informar, concientizar, movilizar, controlar y prevenir la corrupción, para limitar su alcance, y reducir los daños que provoca esta anomía, serán propósitos educativos esenciales. Innegociablemente todo ello debe estar sostenido por la participación y compromiso de la ciudadanía.
Y para profundizar en el tema desde nuestro escenario de protagonismo, la escuela, se sugiere un texto pertinente: “Escuelas corruptas y universidades corruptas: ¿Qué hacer? De Hallalk y Poisson, publicada por la UNESCO**. Con este ingrediente desafiamos a respondernos la pregunta: ¿Qué está haciendo (sistemáticamente) la escuela para combatir la corrupción?
*Profesor-Investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Tlaquepaque. mariocastillocolque@yahoo.com.mx
**http://dide.minedu.gob.pe/xmlui/bitstream/handle/123456789/2457/Escuelas%20corruptas,%20universidades%20corruptas%20Qu%C3%A9%20hacer.pdf?sequence=1
Al RESPECTO de la corrupción en el manejo del poder en el salón de clases, me permito transcribir un publicación realizada en la Gaceta de la UNAM Iztacala y en otras editoriales desde hace ya tiempo por el Maestro Guillermo Hinojosa, profesor de la ENEP-Iztacala UNAM desde su fundación hasta 1990, y que utilizo en el salón de clases para sensibilizar a los alumnos desde donde se pueden generar los procesos de corrupción. Esto no se da solo en el salón de clases.
LOS PACTOS ENTRE BRIBONES
Que los maestros propicien maneras alternativas de aprobar las materias y los alumnos acepten, es un Pacto entre Bribones. Las insinuaciones sexuales son una de las muchas posibles. Otras son los regalos, las invitaciones y el pago en efectivo; a tanto el punto. Cuando los maestros son flojos o no dominan su materia, el Pacto entre Bribones puede tener una forma más sutil de mil maneras el maestro les hace entender a los alumnos que no va a revisar mucha materia, que no se preocupen por estudiar, que él es buena gente y que los exámenes estarán fáciles.
El maestro puede llegar tarde, salir temprano, faltar, platicar de fútbol o de una película, dedicar horas al único tema que conoce -a costa de los demás- dejar que los alumnos expongan, suspender todas las clases que los alumnos le pidan, etc. Los alumnos aceptan el pacto implícitamente al no reclamar, al faltar y llegar tarde, al dedicar la hora de clase a organizar fiestas, etc. Saben que ese maestro no los puede reprobar.
Entre este maestro y sus alumnos se ha establecido un pacto de bribones.
Si pudiéramos leerlo diría: “Yo maestro me comprometo a poner exámenes fáciles y a calificar benignamente; a no exigir los temas difíciles y a no insistir en cubrir todo el temario; a dejar descansar e interrumpir la clase cada vez que me lo pidan; a poner todos los medios a mi alcance para que los reprobados logren el mínimo aprobatorio.
Nosotros alumnos nos comprometemos a no hacer preguntas difíciles; a no quejarnos ni exigir cambio de maestro; a estudiar la tarde anterior a los exámenes; a que por lo menos el 50% de nosotros esté despierto durante las clases; a opinar favorablemente sobre el maestro”.
Como a todos les convienen estos pactos es difícil combatirlos. Las mismas autoridades académicas pueden tener otro pacto con alumnos y maestros: Yo autoridad hago como que les creo cuando me dicen que todo esta bien y como que no veo cuando están fuera del salón; Nosotros, alumnos y maestros, reconocemos tu autoridad, no haremos olas y lavaremos en casa la ropa sucia.
Desde la primaria los niños aprenden a pactar con sus profesores ¿Quién va a exigir clases de música si en su boleta aparece un diez en Educación Artística sólo por estar presente cuando se cantó el himno nacional? ¿Quién quiere hacer gimnasia cuando los dieses en Educación Física siguen saliendo aunque el maestro lleve tres meses de permiso? ¿Quién pedirá aclaraciones cuando la maestra les dicta respuestas al examen de Ciencias Naturales que ni ella entiende?
Con estos pactos, igual que en el narcotráfico, todos los que le entran ganan. Sólo la sociedad pierde, pero ésta es demasiado abstracta como para iniciar alguna acción en contra.
¿Hay una manera segura de evitar y suprimir los pactos de bribones?
Por lo pronto nos queda denunciarlos y apelar a las conciencias de estudiantes, profesores y autoridades para no entrarle al juego. ¿O habrá otras maneras de combatir esta corrupción?
corrupción hay en todas las escuelas, que hasta hay maestros que son corruptos un ejemplo que seria mi caso cuando escojen a la escolta que representara la escuela supuesta mente escojen a los mas inteligentes pero eso no es así,a los que escojen son a los que se creen listos pero no lo son aunque los maestros lo saben. PERO NO SE SI LOS MAESTROS SON O SE HACEN LOS CIEGOS…