¿Es posible educar la ira y el perdón?
Víctor Manuel Ponce Grima*
Las escenas de violencia ocurridas el sábado 5 de marzo en el estadio “La Corregidora” en Querétaro muestran de la capacidad humana para infringir, daño y muerte en el otro. De pronto el espectador se convierte en el zombie de la muerte. La furia se expande y pronto se suman más. La furia enardecida busca sangre. Cualquier persona que porte la playera del Atlas es atraída por la turba enloquecida. “Mátenlo” se escucha en los videos, mientras que varios lo hacen caer al suelo, y una vez ahí recibe golpes, sobe todo patadas en la cabeza.
En estas escenas participan sobre todo jóvenes varones. En una escena se escucha que uno de los que golpean al atlista le grita “aguántese”, “no llore”. Expresión machista utilizada para inhibir los sentimientos de sufrimiento y llanto, que según esta ideología misógina solo le es permitido a las mujeres, pero no a los hombres. Manifestación de la cultura patriarcal, sí. Por eso vale la pena la lucha feminista que conmemoramos este martes 8 de marzo. Ojalá nos sirva para denunciar las culturas de la violencia machista y patriarcal.
Viene al caso las hipótesis de la violencia en torno a la desaparición de personas (DP) que exponen Coronado y Soto (2021), pero aplicado para comprender la violencia en el partido de futbol. La tercera hipótesis cobra para mí más sentido:
…representan al signo de los tiempos: son expresiones de la subjetividad violenta. Lo que implica que, al aumentar las DP, concentradas en jóvenes varones, expresará un desorden identificatorio, establecido desde la misma estructura societal, con la parte social que propicia destrucción y muerte. En este escenario la subjetividad violenta, teje y está siendo tejida cotidianamente desde las acciones de las y los sujetos (Coronado y Hernández, 2021, p. 31).
La violencia bestial desatada este sábado pasado no es un acto espontáneo. Ocurrió porque estaban dadas las condiciones para que existieran, pues de acuerdo a nuestro amigo David y a nuestra amiga Fátima, “la subjetividad violenta, teje y está siendo tejida cotidianamente”. Las furias están desatadas y están siendo animadas por muchos de los actos violentos. La escenografía de la violencia en el estadio de Querétaro fue reproducida miles de veces. La sed de venganza en contra de los “villanos queretanos”, que sintieron en carne propia lo que les hicieron a los “nuestros”, solo es una de las posibilidades posibles. También las redes sociales están cargadas de casos de violencia extrema. En todos esos casos se teje la subjetividad violenta de la niñez, la adolescencia y la juventud.
Éste es un tema urgente para la educación. Cómo detener los ciclos de subjetividades violentas que se reproducen y que van ganando terreno a las subjetividades compasivas y solidarias. De eso trata la obra de Nussbaum (2018). En una de sus obras se invita a recorrer los caminos de la irá al perdón. Parte de la Orestiada, tragedia de Esquilo que representa a las furias, seres amorfos entre humanos y bestias, que se alimentan y animan los ciclos de venganza sangrienta. Para Esquilo, la ira “desenfrenada” es “obsesiva, destructora, sólo existe para infringir dolor y desgracia” (Nussbaum, 2018: 16). Atenea convence a las Furias para que se retiren, e introduce la ley como dispositivo para arreglar los conflictos, la ira y la venganza privadas. “En lugar de la ira, la ciudad obtiene justicia política… la responsabilidad por los actos pasados se enfoca en el futuro: en la disuasión, más que en la venganza” (Nussbaum, 2018: 19).
La ira se teje en la vida cotidiana, como ya se abordó en la obra de Coronado y Soto (2021). Como en el caso de la violencia en el estadio de Querétaro, ocurre cuando alguna persona sufre un daño y se atenta contra su dignidad y el respeto por sí mismo. Para Martha Nussbaum, la ira puede transitar al perdón. Proceso que exige la confrontación, la confesión, la disculpa, la “resolución”, y la aceptación del perdón por parte de la persona dañada. A este proceso le llama perdón transicional. El recorrido no es fácil.
La ira y el perdón son necesarios. El primero implica el reconocimiento de la naturaleza de los actos que provocan daño, ultraje, para que no se vuelvan a cometer. El perdón es indispensable para moderar las actitudes iracundas. Ambos son indispensables para imaginar y crear mejores futuros, más justos y solidarios. Los sentimientos de ira pueden quedarse atrapados en el pasado, provoca la permanencia del sufrimiento que persiste y daña a las personas que lo sufren, y no superan la necesidad iracunda de la venganza, para que el otro sufra por el daño provocado, “que obtenga su merecido” (Nussbaum, 2018: 49).
Conviene que la ira se aleje lo más pronto posible, dejarla en el pasado, que se concentre en las lecciones aprendidas y mire hacia el futuro, creando las condiciones para que el acto injusto no se vuelva a repetir, en aras de una sociedad más justa, con mejores instituciones educativas y con menos pobreza (57).
El proceso de perdón debe tomar en cuenta algunas condiciones: distinguir que la falta cometida no representa a la totalidad de la persona, no se juzga a la persona en su totalidad, sino a los actos cometidos, que los procesos de perdón son dignos de aprobación, que toda persona merece una segunda oportunidad, una mirada comprensiva y la confianza plena en la posibilidad de que esos “otros” puedan reinventar su existencia.
Referencias
Coronado, David y Soto, Fátima. (2021). La vida contra la agonía sempiterna de las desapariciones de personas. En Coronado, David y Hernández, Priscilla. Coordinadores. (2021). Las desapariciones de personas. Entre la degradación y la indiferencia. Guadalajara: Universidad de Guadalajara
Nussbaum, Martha (2018). La ira y el Perdón. Resentimiento, generosidad, justicia. México: Fondo de Cultura Económica.
*Doctor en educación. Coordinador de investigación del ISIDM y académico del CUCSH. victorcanek25@hotmail.com