Enero
Jorge Valencia*
La teoría narrativa del siglo XX nos enseña que las historias no empiezan por el principio. En la novela del tiempo, enero podría ser el clímax de la trama.
Sujetos a la dictadura del tiempo, que llevamos en las venas como todos los mortales, el primer mes del año suele ser el más difícil debido a su procedencia de las inevitables fiestas decembrinas.
Con las tarjetas de crédito saturadas y las expectativas económicas en recesión, comenzar un año es caminar con una venda en los ojos hacia lo desconocido.
En México existe la predisposición para la aventura. La supervivencia es cosa de la fortuna. La salud no depende de un régimen de vida sino de la suerte. El seguro de gastos médicos mayores sólo cubre a quien tiene dinero. El Seguro Social se encarga de democratizar las enfermedades mediante una atención tardía y burocrática. Enero nos recuerda que seguimos siendo un país donde los ciudadanos resuelven sus necesidades primarias (salud, vivienda, manutención) mediante actos de fe. La voluntad de Dios es el criterio de nuestros beneficios y el origen de nuestras desgracias.
Enero regresa anualmente como un “flash back” donde aparecemos gastados, cansados, hastiados. Por eso empieza con la fiesta de Reyes, en la que Melchor y sus compinches traen regalos inútiles y festejos de consolación.
La rosca es difícilmente sabrosa y el motivo de la reunión, poco conspicuo. Se parte el pan sin ilusiones (con el deseo de evadir el mono) y se saborea con desgana. La compañía se antoja inoportuna en medio del trance de la oficina.
Si noviembre es un mes que promete fiesta y nos previene de adrenalina para diciembre, enero es la desfalcada secuela de la diversión. Siempre deja la sensación de que la fiesta no estuvo tan buena ni los asuetos resultaron suficientes.
Diciembre permite suicidios reiterativos; en cambio, enero los ofrece sin tragedia. Morir en enero es un acto de discreción. Por obvio, descafeinado.
Enero se transita en sordina hasta el 2 de febrero, cuando los tamales provocan la gastritis de la fiesta reiniciada.
Enero es mes de pagos: de la tarjeta de crédito al predial; del seguro del coche a la hipoteca. Se pagan también los excesos de diciembre. Los kilos extra, la familia desmedida, el ponche desabrido, los regalos (recibidos y dados), los desvelos… y la resaca social.
No necesariamente por ser el primero, es el peor mes del año. Nadie se casa ni celebra algo importante antes del 31.
Sólo hay una forma de enfrentar a enero: con resignación y con los Rolling Stones.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]