El valor de ser maestro

 en José Manuel Bautista

José Manuel Bautista Vallejo*

Me da vértigo pensar si hoy existen maestros. No es una cuestión fácil, pero entiendo que hemos de preguntarnos sobre ello porque en el mundo siempre los hubo; ¡y quién dijo que el mundo no los necesita ahora!
Lo primero es aquello del valor. Se dice que no hay valores, o que los valores ya son otros, o que existen más bien contravalores. Difícil cuestión parece globalmente entendida, más simple si es que ponemos en el centro al valor. Con los valores la formación existe para estar presentes, nos imprimen talante y nos hacen disponibles, es un modo de situarnos ante lo real. La formación debe desplegar la personalidad no como algo que se tiene, sino para ayudar a construir la totalidad del sentido de la propia experiencia.
Si es así, ¿tiene algún valor ser maestro? La época posmoderna que nos tutela en estos días nos ha enseñado que hoy tiene valor ganar dinero, cuanto más dinero más valor; que tiene valor sobrepasar al contrario, considerado contrincante y olvidado prójimo, acaso enemigo, probable alter ego hostil, y si lo pasamos con juego sucio más valor parece tener. Son ejemplos de culturas que decimos son valerosas hoy ¿o no?
¿Qué aporta el maestro hoy y siempre? Cuando desaparecen las vocaciones para ser sustituidas por las profesiones, desaparecen también del panorama los grandes ideales y palabras como saber, verdad, maestro, persona, etcétera, para ser sustituidas por otras, más débiles, como información, comportamiento, cliente. Si de lo que se trata en el aula es de transmitir información, los maestros quedan sin empleo. Computadoras, dispositivos, libros electrónicos, tabletas… tienen un poder de transmisión más potente que cualquier maestro. Y de entretenimiento no digamos. Y si no hay nada que transmitir ¿para qué vale un maestro?
Pero, ¿acaba ahí la cosa?, no. Por doquier se alzan voces en donde profesores y tal vez también maestros pierden su autoridad, no enseñan nada de valor porque todo vale por igual, o porque nada parece tener valor para ser enseñado.
Aparentemente ser maestro no es más que esto, pero ¿por qué resistirse al verdadero valor de un maestro? Autoridad, conocimiento, verdad, responsabilidad son valores que tienen que ver con el maestro. Éstos enseñan y educan, hoy y siempre, en situaciones nada fáciles, casi heroicas, y muestran la verdad de las cosas, proyectan valores, transforman y despiertan el ser personal de aquellos que tienen delante, hacen brillar los ojos de sus alumnos mientras se transforman con los saberes. La educación que propone el maestro despierta la persona, la suscita por vocación.
Un maestro no está solo. En el principio fue la relación, queriendo significar con ello que la persona no existe sino hacia los otros, no se conoce sino por los otros, no se encuentra sino en los otros. El maestro es una presencia dirigida hacia el mundo y hacia las otras personas, y su misterio está en que es una existencia capaz de separarse de sí misma, de desposeerse para llegar a ser disponible para otros, para transformar, optimizar, apagar al individuo y despertar la persona que somos.

*Doctor en Psicopedagogía. Profesor-investigador de la Universidad de Huelva. josembau@gmail.com

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