El sujeto docente entre el control y la transformación
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Asisto a un Diplomado por invitación de narrativas docentes y saber pedagógico desde la práctica que se trabaja con algunos colectivos docentes de Argentina y México, principalmente de Michoacán y el Estado de México.
Y aquí las reflexiones giran en torno a la capacidad intelectual de las y los docentes de ser capaces de apropiarse de una tarea compleja, en condiciones igualmente complejas y con la intención de atender a niñas y niños sobradamente demandantes.
El saber docente no está en los discursos, ni siquiera en las acciones valiosas, innovadoras o significativas, el saber docente se reconoce a partir de la capacidad de los (sujetos hombres y mujeres), de adaptarse en un contexto social determinado, pero para dar cabida a una serie de propuestas de transformación al lado de las y los integrantes de la comunidad. ¿Cómo se vive todo esto y de qué manera se recupera?, es donde cobra sentido el trabajo pedagógico de docentes que reconocen el valor y la gran potencia de su propia práctica.
El punto de partida es que cada docente se reconozca como sujeto de aprendizaje, que después se convertirá en sujeto que favorezca otros aprendizajes. Estar al lado de los demás, escuchar las historias de las y los otros, brindar respuestas oportunas y encontrarle un profundo sentido al estar ahí; es el punto que condensa esta tarea.
En ello entonces las y los educadores deberán reconocer el asunto de las necesidades sociales con una traducción educativa. Cuando los docentes llegan a las comunidades a trabajar educativamente, no lo hacen o no debieran hacerlo basándose en un librito que le otorga la autoridad para hacer cosas que ahí vienen escritas, la llegada implica abrir la mirada para darse cuenta de los libros que se abren en cada comunidad en cuestión.
Educar implica educarse como tantas veces lo dijo y lo repetía Paulo Freire, el educar no es llevarle a los demás lo que necesitan (o lo que creemos que necesitan) es junto a los demás, al lado de los demás, entender cuáles son las acciones encaminadas a entender las relaciones que se establecen en cada lugar, en cada comunidad y entre los sujetos que en ella habitan.
Es por ello que la educación tiene un profundo sentido ecológico, porque el lugar que se habita no está escindido de la persona que lo vive. De esta manera, las palabras que se hablan y también las que escriben son el instrumento de relación con el entorno, con los sujetos e incluso con la propia profesión. Educar implica educarse porque uno o una tiene que formar parte de la comunidad, pero a la vez, es necesario distanciarse de ella para poder facilitar los procesos educativos, de formación y de cambio. Sólo así cobra sentido la tarea de educar, lo demás es hacerle el juego al sistema y estar reproduciendo lo que desde una matriz de poder se prende que persista.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]