El poder

 en Carlos Arturo

Carlos Arturo Espadas Interián*

Las medidas del poder para resolver los problemas en educación: reformas, cambios de liderazgos y todo, todo menos resolver las causas que los generan.
Esa es la forma de actuar de todos los gobiernos, secretarías, direcciones y lógicas del poder en el mundo, aunado a la persecución sistemática que se genera derivada del atrevimiento a levantar la voz y organizarse.
Las persecuciones se concretan en más trabajo, bloqueos a iniciativas de formas sutiles, aplicación de la norma, sobre todo de aquellas que permiten eliminar “privilegios” o pequeños espacios donde los subalternos podían encontrar un espacio para cargar fuerzas y en casos extremos desapariciones y asesinatos que aparentemente se encuentran desligados de esas estructuras de poder.
Levantar la voz no es el problema, el problema es generar estructuras organizativas alternas a las estructuras “oficiales” del poder, esas son las que hay que combatir por sobre todas las cosas. La organización paralela al interior de las instituciones genera la posibilidad de cuestionar fuertemente a la estructura “oficial” y el proceder de los liderazgos. Ese es el peligro.
Una herramienta clave es usar “disparadores” que desestructuren, que “distraigan” al grupo de subalternos, preferentemente otros subalternos que generen espacios de conflicto para entretener a todos en esos conflictos y se dejen de ver las arbitrariedades o malas decisiones que se toman desde la estructura de poder, es decir, desde los liderazgos. Así, todos los subalternos sin excepción son usados por las estructuras de poder para sus fines.
Estos subalternos se vuelven claves para las estructuras de poder y son protegidos por esa misma estructura con argumentos falaces, absurdos “normativos” y con acciones desgastantes de tiempos–movimientos, entre otros.
El poder seduce y no es fácil democratizarlo, abrirlo, horizontalizarlo. El poder se enquista como un cáncer en el carácter y aspiraciones de las personas, en sus almas, en el disfrute del sometimiento de los otros y de “jugar” a ser Dios.
Ese es el pecado del poder, engañar, angustiar, infundir temor y terror, hacer perder la confianza, pérdida de la esperanza y sobre todo hacer parecer que la culpa es de quien padece todos los envistes que esa estructura genera.
La civilización humana se disuelve en la historia en estos procesos de luz y sombra. El bien en silencio se abre paso en tiempos históricos que se perciben al estudiar el devenir de la humanidad.

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com

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