El poder del juego, la relatividad del juguete

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Las fiestas navideñas ofrecen la oportunidad de observar el juego de los niños y las niñas.
Ofrecen también la oportunidad de observar los comportamientos de los adultos y sus impulsos consumistas, la manera como prodigan regalos, las conductas proyectivas que subyacen a todo acto de compra de juguetes, a todo acto de amar y de hacer maternidad o paternidad.
La especie humana y su espíritu lúdico, la representación social en pequeña escala en cada uno de los hogares, en cada uno de los sujetos.
El trompo, la canica, el yoyo, las loterías, serpientes y escaleras, la muñeca de trapo, los juguetes en desuso, el museo en la memoria de generaciones de adultos.
Los sonidos de los juguetes electrónicos, de las teclas y los controles remotos, los sonidos de balas y saltos de los juegos audiovisuales.
Los niños y la manera como se relacionan con el juguete, la construcción misma del juego que revela constitutivos de personalidad y comportamiento muy interesantes.
La imaginación y la creatividad en el acto de jugar, los procesos de aprendizaje de habilidades sociales no siempre visibles para el ojo observador en la interacción cotidiana del núcleo familiar.
El juego libre impulsor de la creatividad, espacio de libertad donde empiezan las lecciones preliminares del ser.
La necesidad de equipar la mirada adulta para interpretar y comprender la capacidad de expresión de la infancia.
Si, la necesaria mirada sobre una actividad que libera tiempo de cuidado y vigilancia; el juego revelador del carácter que enorgullece, el juego en solitario, el amigo imaginario y la propia significación, el indicador de salud.
El juego en grupo, entre hermanos y primos, aprendizaje informal de liderazgos y las reglas básicas de convivencia social.
La educación de la participación, de la escucha activa y de la cesión progresiva del estadio egocéntrico y de las tentaciones narcisistas donde el niño es campeón en su relación con sus padres.
La dominación y el poder inverso, la dictadura simbólica de la infancia.
Los juguetes electrónicos y automatizados versus aquellos que requieren del uso de la habilidad y manipulación.
El juego como medio para aprender y afinar psicomotricidad fina; los juegos tradicionales mexicanos que no requieren publicidad.
La etapa industrial del juguete, la infancia como objeto de deseo de la mercadotecnia de las industrias transnacionales, la balanza comercial deficitaria, la infancia y la adolescencia como mercados de consumidores.
La tele y la radio son incesantes.
Crear necesidad de satisfactores del espíritu lúdico, la evolución de una industria que cada navidad promueve productos novedosos. El ser niño, el ser niña, los padres y madres que voltean el rostro y extienden la mirada interpretando requerimientos.
La compra compulsiva en centros comerciales adornados en estos días para convocar.
Las luces titilantes y embriagadoras de las series y nacimientos made in China, la toma del espacio de los dormitorios infantiles donde ahora reposan sobre pisos y camas los juguetes recientemente estrenados.
Jugar como expresión vital de la infancia.
Los juguetes como objetos materiales que cosifican y condicionan el comportamiento infantil.
Es sano el niño que juega, no siempre es más sano el niño que suma más juguetes.
Juego en conjunto entre iguales para fortalecer capacidades comunicativas y actitudes relacionales.
Juegos compartidos entre adultos y niños para enriquecer los lazos y coadyuvar a la formación de las habilidades sociales.
Juegos de género para fortalecer la identidad.
Juegos entre géneros para aprender reglas básicas de convivencia, para aprender valores como el respeto y lenguaje inclusivo.
Porque la vida en sociedad y el comportamiento social, cívico y ético no es un juego, dejemos jugar e integrarse a todos los niños y niñas en el ámbito de la familia.
Que el juego y el uso del juguete no signifique abandono.
Habilidades importantes como el uso del tiempo o la disposición y limpieza del espacio son educables también a través del juego.
La equidad y la inclusión son conceptos escolares de hoy en los que se trabaja con distintos niveles de compromiso entre autoridades nacionales y estatales.
La práctica social de la equidad y la inclusión difíciles de observar a nivel de calle, a nivel comunitario.
En este paréntesis vacacional en una de las localidades de la Costa Nayarita, franja geográfica donde la actividad agrícola es intensa el mes de diciembre, por ende, la inmigración de jornaleros y trabajadores es parte del escenario social, he encontrado la biografía breve de María una niña cora de escasos seis años, ordinariamente descalza.
Para esta pequeña, en la noche navideña de tradicional regalo de nochebuena, no hubo juguetes.
A esta niña de una inteligencia social destacada que habla su propia lengua, español y un poco de inglés; que tiene una impresionante capacidad de trabajo y colaboración (a nivel de servidumbre ya formada), según voz de algunos vecinos, al contrario de otros niños y niñas mestizos(as) le fue negado el “derecho” de este constitutivo de la infancia tipo.
No hay juguetes para ella y en sus ojitos vivarachos no hay sorpresa. En su escasa edad parece entender las diferencias “naturales” que provoca la inequidad.
Hay un segmento de población infantil cuya condición socioeconómica les priva hasta del tiempo de juego, les priva hasta del más básico juguete.
Por eso tal vez no hay una navidad como práctica de la equidad.
Repensemos el tipo de reforzamiento de la conducta infantil que queremos favorecer a través del regalo y el juguete, a través del animismo e imaginación que provocan los proveedores de ilusiones como Santa Claus o el “Niño dios” generosos con los que más tienen y ausentes en los hogares más pobres.
La práctica del juego es necesaria para el proceso de maduración de algunas estructuras cognitivas y habilidades sociales.
La calidad del juguete y su potencial educativo es otra cosa.
El navío cargado de significaciones de dadores y receptores puede ser incompatible con la formación de algunos procesos psicomotores o de valores, con los constitutivos del ser humano solidario y descentrado del egocentrismo que debemos seguir formando.
Que el juguete no cosifique la disposición de juego de los niños y niñas, que la paternidad y maternidad responsables de presencia real no se sustituyan con la adquisición de juguetes costosos y que nunca sea tarde para crear mejor sociedad en fiestas sociales como la navidad.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Fernando Manríque

    Excelente reflexión! Felicidades!

  • David Pérez Arenas

    Excelente reflexión, muy adoc con estos tiempos, es necesario abrir más espacios para el análisis de este tema, muchas aristas desde donde abordar el problema.

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