El placer de tu cuerpo
Luis Rodolfo Morán Quiroz
Hay una constante simbiosis entre nuestros cuerpos y nuestros pensamientos, entre nuestros sentimientos y nuestras sensaciones, entre nuestros padecimientos y nuestros goces. Nuestros cuerpos transportan nuestras conciencias y se convierten en nuestra identidad: lo que somos y la frontera frente a los demás objetos y las demás personas.
Gracias a nuestra capacidad para el erotismo y el autoerotismo descubrimos los placeres corporales y podemos separarlos del dolor y de la enfermedad. A veces nos refocilamos en alguna sensación que no podemos definir como placentera o dolorosa. El placer de sentir el cuerpo de aquella persona con la que tenemos una relación especial nos permite ampliar nuestras posibilidades sensuales y de sentimiento. Mientras más deseamos ese cuerpo, más deseamos esa “alma” que suponemos que se encarna en ese cuerpo. Mientras más conocemos los detalles de esa “psique” y sus formas de comportamiento y dirigirse a nosotros, más deseamos esas carnes y formas que contienen esas virtudes intangibles.
En una larga tradición de ascetismo, hay quien promueve el alejamiento de las sensaciones y el culto de los cuerpos, como parte sucia y profana de nuestra humanidad. De ahí que haya quien se resista a la autoexploración por representar la posibilidad de descubrir placeres que pongan la carne en el primer plano de la atención, en vez del cultivo del alma, la racionalidad o las virtudes consideradas más trascendentales que esos cuerpos que serán devorados por los gusanos.
Sin embargo, también hay ventajas de conocer el propio cuerpo y el ajeno, no sólo desde la perspectiva de los expertos en el funcionamiento y la estructura de los cuerpos que nos mueven y que son parte de nuestra realidad y a través de la cual las demás personas nos reconocen, se nos acercan, nos evitan o se alejan. Sabemos de tendencias históricas y actuales de portar los cuerpos. Para ser parte de algunos grupos o para dedicarse a algunas actividades se requieren determinadas características. En distintas épocas, las intervenciones a los cuerpos se ha convertido en requisito para que las personas que los portan (y las almas que les acompañan) puedan ingresar a determinados grupos. Una moda reciente, denominada “K-POP”, asociada con la música coreana, por ejemplo, requiere de determinadas características corporales y faciales. Como señala Stephanie Lange en este video: https://www.youtube.com/watch?v=MeTzG_Hsb8A, “la cirugía plástica se ha convertido en algo tan frecuente en los adolescentes coreanos como lo es tramitar la licencia de manejar en Estados Unidos”. Anahí, estudiante de sociología ha llamado la atención de los participantes en un curso reciente a esta tendencia corporal y musical coreana al señalar que ajustarse a algunas de las exigencias de esta tendencia (como podría ser no comer “demasiado”) obligan a una estricta disciplina a quienes aspiran a entrar o conservar su cuerpo y su membresía en esa tendencia. Desmayarse antes o durante las interpretaciones musicales de los grupos de jóvenes de esta tendencia se ha convertido en algo frecuente, en especial dada la exigencia de no pesar más de 47 kilos, cualquiera que sea su estatura o edad. Estas exigencias representan constantes amenazas a la salud dadas las restricciones en las dietas y otras medidas para conservar una determinada imagen corporal de estos cantantes y bailarines.
No es ésta la única instancia de exigencias socialmente definidas respecto a determinadas características corporales. Recientemente platicaban otros estudiantes de sociología acerca de sus observaciones en su actividad en los gimnasios. Hablar de estos proyectos se convierte incluso en fuente de disfrute, al imaginar cómo serán o qué sentirán sus cuerpos al realizar determinados movimientos. Explica Antonio: “no hago ejercicio con el mismo grupo de músculos todos los días, así que al día siguiente o dos días después del ejercicio me duele un determinado músculo; como cada día hago un grupo distinto, siempre tengo dolor en alguna parte del cuerpo o en otra”. Observa Adriana: “quienes vamos al gimnasio somos masoquistas: nos gusta que nos duela algo y disfrutamos ese dolor”.
En contraste con estas tendencias que exigen tanto a la imagen corporal, nuestro cuerpo es también el vehículo para otros placeres asociados con el consumo de azúcares, alcohol o grasas. Así que nuestros cuerpos reflejan también qué tan dados somos a los placeres de la mesa en vez de los placeres dolorosos del gimnasio. En ese otro sentido, el “síndrome metabólico”, que se asocia a un abdomen con forma de manzana, hipertensión, niveles altos de triglicéridos y azúcar, un nivel bajo de lioproteínas de alta intensidad (colesterol HDL), inflamación corporal y mayor coagulación de la sangre. De algún modo, estas tendencias de descuido del cuerpo coinciden en representar un abuso, al igual que las exigencias extremas como las que asumen los cuerpos de fisicoculturistas y estrellas del K-POP.
El aumento en el consumo de alimentos chatarra en nuestro país ha significado un crecimiento paralelo en la incidencia de diabetes y enfermedad renal. Hay poblaciones más vulnerables (y vulneradas), en especial quienes tienen escaso acceso a alimentos no procesados, grupos originarios y estamentos de ingresos bajos. Como muestra el reporte sobre desigualdades en las enfermedades crónicas de enero de 2023 (https://issuu.com/elpoderdelconsumidor/docs/desigualdades_en_las_enfermedades_cronicas_en_mexi) existen marcadas diferencias en salud también por áreas geográficas y edad.
Desafortunadamente, también las infraestructuras de las ciudades y nuestros estilos de vida nos ofrecen escasas oportunidades para el ejercicio moderado: el sedentario, las largas travesías en vehículos motorizados, los riesgos a que nos exponemos en espacios públicos o privados y una escasa atención a la pedagogía del movimiento por medio de una educación física adecuada pueden incidir en aplicar medidas drásticas para reformar o conservar determinadas formas de nuestros cuerpos que nos den el placer de ser observados como ajustados a la imagen de un cuerpo deseable y envidiable. El placer de ser popular por tener una cintura ultradelgada contrasta frente al placer de comer lo que se nos antoje. Y ambas tendencias se convierten en posibilidades para la mercadotecnia: come y come, que luego podrás operarte o acudir a otras medidas para ajustar tu cuerpo a determinados cánones.
Por otra parte, quienes se avergüenzan de su cuerpo suelen evitar la autoexploración para no descubrir que tienen más grasa de lo que quisieran, lo que podría derivar en no descubrir marcas, manchas o protuberancias que podría ser signos de algún padecimiento más mortal que la censura social por no ajustarse a un modelo de cuerpo deseable. Como señala la misma Stephanie Lange, hay también esfuerzos de la mercadotecnia por hacer que la gente odie sus cuerpos: “ni siqueira las Kardashian lucen como Kardashian en la vida real” (https://www.youtube.com/watch?v=j3DJT30o2Vo).
Finalmente, el placer de mover el cuerpo y de la autonomía requiere también de una disciplina que debe iniciarse desde edades tempranas y que puede extenderse hasta edades más avanzadas si se da dentro de un campo de ejercicio moderado y de atención a las prácticas o inercias que pueden dañar nuestros metabolismos. ¿En qué medida nos permitimos aprender acerca de los beneficios de la práctica del deporte, la activación, la “educación física” y una alimentación que resulte adecuada a nuestras capacidades corporales? ¿De qué maneras las escuelas y otras instituciones nos permiten acceder a niveles adecuados de activación física?
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com