El mundo en la cabeza de otro
Jorge Valencia*
Leer es ver el mundo en la cabeza de otro, según Paco Ignacio Taibo II, Director del Fondo de Cultura Económica (FCE) y prolífico autor de literatura. Se lo dijo a Sabina Berman en entrevista para Canal Once. Explicó, además, que “vivir en la cabeza de otro es democracia. Un pueblo que lee tiene pensamiento crítico”.
No hay ninguna razón natural para que los seres humanos leamos y escribamos. Se trata de una conquista cultural de aparición relativamente reciente (hace 5,000 años), si se considera la existencia del homo sapiens a unos 100,000, aproximadamente. La razón fue un exitoso intento por conservar las ideas, transmitir el conocimiento y trascender la finitud de la existencia.
Una de sus ventajas consiste en permitir la complejidad del pensamiento. No es exagerado aseverar que la escritura es una fotografía de nuestra inteligencia y una expresión contundente de la identidad de un pueblo, de la civilización.
El texto (tejido, en el sentido etimológico) es capaz de superar la utilidad comunicativa y adquirir una dimensión estética, donde la nominación de las cosas permite y fomenta la adquisición de una comprensión del mundo, más allá del argumento o la exposición de los asuntos, desde la visión y la imagen. Permite hallar certezas como un acto propositivo, nunca desde la imposición, bajo el canon de la universalidad. El Quijote es todos los hombres; Romeo y Julieta son todos los enamorados…
La poesía escrita goza del mayor prestigio. Sin anécdota ni elucubración intelectual, sólo muestra y provoca emociones en su universo lingüístico. La pureza de su mensaje estremece y es asumido con la naturalidad que nos da la especie. Amor, odio, nostalgia…
La humanidad en su estado elemental.
Desde el FCE, Taibo ha implementado programas de fomento a la lectura en poblaciones tradicionalmente marginadas del libro y de los autores que pueden significar aspectos más próximos a su realidad. La expresión “estar en la cabeza de otro” supone de entrada un acto de consentimiento y una posición crítica: el yo versus la otredad en diálogo. Afirmar que los mexicanos no leemos es reproducir un lugar común y asumir una postura elitista. Es más exacto aseverar que los libros no están al alcance de todos y que las lecturas verdaderamente nutricionales no gozan del poder de la difusión de la estructura mercadotécnica vigente. Debido a esta situación, Jordy Rosado está más cerca de la adolescencia que Rilke. Pero nadie que haya leído a García Márquez prefiere un libro de superación personal.
La apuesta de Taibo está en el contagio. El “virus” que la literatura provoca cuando se lee el primer libro capaz de darnos certeza existencial (no cualquier libro). Basta acercarlo. Ofrecer la cabeza para que otro la habite.
*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx