El lado oscuro de la evaluación del desempeño docente

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

La administracion anterior se obsesionó tanto con evaluar el trabajo de los docentes que perdió de vista la dimensión de lo que generó con sus excesos.
Diversos trabajos y hallazgos, producto de estudios locales dan cuenta que la evaluación del desempeño docente muestra una serie de inconsistencias debido a que los sujetos pueden aprenderse y repetir un discurso que pudiera ser o pensarse como innovador o que reúne con el parámetro de lo que se espera: los docentes hablan de práctica reflexiva, adaptaciones curriculares, superar barreras para el aprendizaje, atención educativa en la diversidad, etcétera, pero dicho discurso no tiene una traducción adecuada en el momento de hacerlo evidente en la práctica. Ésta es una de las principales inconsistencias de la evaluación docente, que la habilidad de responder en el papel no demuestra lo que se sabe y que es capaz de hacer en o desde la práctica.
El otro asunto que generó una gran controversia producto de la evaluación del desempeño docente, tiene que ver con las implicaciones socio-emocionales de ser evaluados. Los maestros evaluados vivieron una especie de estigma negativo desde el momento que fueron seleccionados para dicho ejercicio, después se sometieron con un alto nivel de tensión a la evaluación y a final el resultado sirvió para concretizar dicha estigmatización: ser idóneo, no idóneo, suficiente, insuficiente, satisfactorio, aceptable, destacado etcétera, son veredictos que estigmatizan el estatus profesional de las y los educadores.
Al final, gran parte de los maestros y maestras evaluados han vivido una especie de vacío, ya que la evaluación de la que fueron objeto, se tornó en una especie de atentado en contra de su propia persona, no hay, no ha habido (incluso) hasta este momento, años después un ejercicio de devolución que le diga a cada docente evaluado, porque fue importante dicho ejercicio como parte del crecimiento profesional y, mucho menos, no ha existido ninguna instancia en ninguna parte de este país (sólo un grupo reducido de investigadores), que le pregunte a los docentes cómo se sintieron, qué les representó al final, muy al final este ejercicio inédito de ser evaluados y, lo más grave y paradójico, es qué lejos de tener beneficios objetivables al evaluar a los docentes, terminamos atentando en contra de la integridad profesional de cada quien, generando nuevos elementos desfavorables, como los de estigmatizar, perseguir, intimidar, amenazar, condicionar, etcétera.
El lado oscuro del ejercicio y de la iniciativa institucional de evaluar el desempeño docente, es que se partió sobre la base de la desconfianza pensando que cada docente está mal y se creyó que con por esta vía conoceríamos mejor las dificultades de los maestros y maestras desde su trabajo. Nunca fue así.
La evaluación ha generado un daño moral que la SEP está obligada a reparar de cierta manera, no anulando el esquema de evaluar, no, sino pensando de mejor manera una iniciativa que dé forma global y no de manera oscura (como se ha hecho), que garantice alcanzar mejores resultados para cada docente ligado al entorno en donde realiza la práctica de enseñar y que ha aceptado ser evaluado o evaluada.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]

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