El desinterés estudiantil
Carlos Arturo Espadas Interián*
En una ocasión pregunté a mis estudiantes sobre sus intereses, unos y otros hablaban de sus intereses, lo que le llamaba la atención, gustaba o en su caso despertaba curiosidad. Todos se emocionaban al hacer sus referencias. Curiosamente a muy pocos les interesaban las cosas académicas y la mayoría refería lo relacionado con el campo laboral, pero no a nivel de experiencias formativas, sino cómo ganar una plaza o cómo conseguir un empleo bien remunerado.
Sin lugar a dudas, lo que en un primer momento podría parecer egoísta, responde a la angustia que experimentan miles de jóvenes estudiantes de distintas carreras en este país, quienes más allá de su formación saben, muy en el fondo, que al egresar no será fácil encontrar un empleo cuya remuneración corresponda a lo invertido en tiempo, esfuerzo e incluso recursos que se invirtieron al estudiar.
Así, tienen claridad en lo siguiente: usar el tiempo previsto en mi horario, todo aquello fuera de él o incluso en este mismo horario pero que no corresponda a un costo-beneficio se ve como poco redituable, es decir, se invierte lo mínimo esperando lo mínimo. ¿Hasta dónde es válido?
Si se estudia para ser productivo, apoyar al desarrollo de la nación pero al mismo tiempo para tener una vida digna, ya no de lujos, sino digna a secas, cómo explicarle a un estudiante el hecho que oficios o actividades de dudosa reputación sean más redituables que un trabajo dignamente ganado y que ha requerido mucho tiempo de preparación: 3 años de preescolar, 6 de primaria, 3 de secundaria, 3 de preparatoria, 5 de licenciatura, 2 de maestría, 4 de doctorado, 2 de posdoctorado, más los necesarios en el dominio de uno o dos idiomas, eso sin contar diplomados, cursos, conferencias y demás que son necesarios para estar un poco actualizado.
Es complicado, se tiene que tener vocación de santo para entender esto; cómo entender que a pesar de las evaluaciones y asignación de plazas por concurso, los empleos mejor remunerados siguen estando bajo la lógica de camarillas, sectarismos, recomendaciones, favoritismos, pagos por compromisos y demás; cómo explicar que cuando alguien que se encuentra bien conectado pierde un empleo no batalla y casi de inmediato consigue otro, cuando quien no tiene este capital relacional-político puede batallar hasta un año en conseguir un nuevo empleo.
El mundo laboral es complejo, no el mundo laboral en abstracto con sus marcos normativos, transparencia y demás, sino el de verdad, el de todos los días, en el que vivimos y nos desempeñamos los humanos.
Sí, sin duda nuestros estudiantes, como bien ha mencionado la OCDE han perdido la fe en la escuela y esa es la principal causa de deserción en secundaria y nivel medio superior, pero no es por los contenidos de la educación, la metodología, los recursos didácticos ni las escuelas, es producto del entorno cultural que ha descubierto la poca funcionalidad de los grados académicos al momento de buscar un empleo digno.
Desde el sentido común, todos lo sabemos pero no es suficiente, debemos tener elementos para contrastar el discurso oficial y curiosamente esos elementos solo se encuentran en una formación crítica que desafortunadamente ha sido desgastada desde el discurso oficial, quien enarbola no sólo este concepto, sino otros más, para aniquilarlos y quitarles sentido.
Esa es la tarea del educador, formar para darle otro sentido a la educación, un sentido que va más allá del mercado laboral y se hospeda en lo humano, político, histórico y demás. Si no se recupera el sentido de lo educativo en México, corremos el riesgo de tener aulas vacías, no de estudiantes, sino de corazones.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com
Para llenar las aulas no solo se necesitan de corazones estudiantiles, sino corazones de profesores que tengan esa pasión por un cambio verdadero 🙂