El complicado arte de aprender

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

He leído con atención las notas de mis compañeros editorialistas durante la semana, y parece que la discusión se centra en nuevas políticas que parece se implementarán en México, los espacios para aprender y la integración de los padres de familia en las decisiones sobre el aprendizaje de los hijos.
Veo con tristeza que las notas hablan de montos, políticas, cambios en la manera de operar de las escuelas, pero olvidan a ese ente que se sienta todos los días en esos espacios creativamente estériles, que acude cada día a escuchar un discurso añejo con la esperanza de que todos y cada uno de los días, ya sean 200, 2130, un millón, algún día le sirvan de algo.
Hoy quiero explicar mi punto de vista de esto a través de una película que sin planear vimos mi esposo y yo hace unos días. Se titula “El club del emperador” (The empero’s club), la cual es protagonizada por Kevin Kline.
La historia se centra en una escuela a la cual asisten chicos de padres millonarios en los Estados Unidos, en la cual, un profesor de historia romana desarrolla una estupenda estrategia no solo de enseñar historia, sino de involucrar a los alumnos en su aprendizaje personal.
El colegio fomenta un alto estándar de valores, mismos que los profesores y alumnos deben seguir en todo momento.
Al colegio llega el hijo de un senador, que viene a romper con el orden del colegio, y no duda en mostrar toda su frustración ante sus compañeros, o su profesor de historia, quien decide tomar a este chico como un reto y hacer de él un hombre de bien. Después de todo, piensa: debe tener altos valores morales en casa, siendo hijo de un senador.
El profesor, en su afán por mostrarle al alumno que él era capaz de aprender, le permite ser parte de un concurso de conocimiento, donde solo los 3 mejores de la clase pueden participar. Es un concurso con una gran tradición, al que acuden como público todo el colegio, incluyendo los padres de familia.
Para ello, el profesor hace trampa, y pone al chico en una situación de logro esperando que la aproveche. Cuando parece que el alumno es capaz de tomar el camino correcto y aprender por su propio esfuerzo, el profesor descubre que el alumno está haciendo trampa. Cuando el profesor le informa al decano, éste le pide que ignore lo que ha visto. Sin embargo, el profesor hace una pregunta que no está en los apuntes y con ello, termina con el alumno. Cuando lo confronta y le pregunta ¿por qué lo hiciste?, el alumno simplemente le responde: ¿y por qué no?
Tiempo después, a pesar de que el profesor tiene todos los elementos para ser nombrado decano del colegio, le es negada esta oportunidad porque no tiene experiencia para “atraer fondos a la institución”. ¡Por supuesto que no!, ha tenido tanto éxito moldeando las mentes de los adolescentes y haciéndoles disfrutar del aprendizaje de la historia, que olvidó el papel que el dinero juega como factor en el aprendizaje; o tal vez… nunca fue importante para su labor.
El profesor prefiere retirarse y escribir un libro, pues la persona que entra en el control económico del colegio, es justamente el alumno al cual no logró convencerlo de tomar el camino correcto.
Tiempo después, el propio alumno, convertido en multi-millonario, invita a todos sus compañeros de clase y a su profesor a repetir el concurso. Sus compañeros, sus familias y el profesor son invitados a su finca, y no repara en gastos, prepara cada detalle, para que está vez, pueda mostrar que es el mejor en el campo de la historia romana.
Todo marcha bien, hasta que el profesor se da cuenta, que el millonario está haciendo trampa nuevamente, de un modo más sofisticado, pero está empleando los mismos principios que usó años antes. La desilusión del profesor es mayúscula, pero cuando confronta esta vez al futuro senador de los Estados Unidos, éste le dice que todos sus valores y enseñanzas no sirven de nada en el mundo real, que mientras él ganaba más y más dinero, y se hacía más, y más poderoso empleando las mismos principios que su padre le inculcó, él como profesor no era más que uno más de los miles que terminan su vida en el olvido.
Después de una semana leyendo sobre políticas, estrategias de enseñanza y montos económicos, creo que vale la pena, re-pensar qué y para qué enseñar, y sobre todo a quién. Cada grupo social tiene necesidades y formas distintas de comprender el mundo. Si todos aprendiéramos de la misma forma ¿por qué no hay una escuela modelo?, y si el aprendizaje es una constante, ¿por qué a algunos nos cuesta más trabajo comprender calculo diferencial?
El aprendizaje no es un tema de dinero, es una necesidad puesta al servicio de las especies para adaptarse a su medio. Miles de años de evolución no pueden estar equivocados. Dejemos de tirar dinero en reuniones, políticas, dejemos de burlarnos de la hermosa profesión docente y pongamos más atención en el aprendizaje. Al final, por cada profesor admirable, existen 100 políticas que cuestan millones y que aún no dan resultados.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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