Egoístas

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Lo observamos en las filas de coches a la espera de girar a la izquierda. Cuando se hace una larga fila en un carril, es frecuente que algunos conductores formen una segunda hilera a la derecha de esa fila para aprovechar la señal para girar. Nada contentos quedan quienes ocupan los coches que quedan detrás de los que originan esa fila, pues suele suceder que sólo quien conduce el vehículo puntero tenga la intención de girar a la izquierda y los vehículos que vienen detrás comenzarán a pitar y gritar a quien comete la impertinencia de estorbar, en un arranque egoísta, a quienes vienen detrás. “No quiero esperar a avanzar por el carril marcado para dar vuelta y no me importa si quienes planean seguir de frente tienen que esperar a que yo gire”, sería la traducción en palabras de quienes realizan esa acción arbitraria.
En la vida en general, y en momentos específicos de nuestra convivencia institucional cotidiana, es frecuente que encontremos o manifestemos ese tipo de comportamientos centrados en lograr los fines inmediatos y personales en vez de considerar las necesidades y condiciones de otras personas. Así, hay quien argumenta que no es su culpa que las demás personas sean “lentas” o que no cumplan con expectativas implícitas o ambiguas en las relaciones. Hay quien justifica sus fechorías, mentiras e incluso infidelidades, a partir de tener necesidades que deben satisfacerse antes o por encima de las necesidades de otros. Poco importa si en ese proceso se lastima, injuria, perjudica o se pasa por encima de otras personas.
Sin embargo, acusar a otros de egoísmo puede ser también una trampa para aprovecharse de las personas acusadas: “piensas más en tus gustos y aficiones que en mi bienestar”, reclaman algunos. Hay quienes se sienten desplazadas porque sus parejas, sus hijos, sus amigos o sus compañeros de trabajo, tengan algo que hacer diferente de atenderles, charlar con ellos o ayudarles a resolver sus problemas cotidianos. Hay quien considera egoístas a aquellas personas que no les dedican 24 horas del día y pasan algún tiempo en actividades con otras personas o en otros lugares en donde no estén quienes acusan. De ahí que vale la pena estar conscientes de que el autocuidado, la comunicación franca y asertiva y atender a las necesidades propias no equivalen a ser egoísta (por ejemplo, esta psicóloga colombiana asocia esa discusión del egoísmo con la coherencia y el respeto: https://www.youtube.com/watch?v=Zj3KBLhL1n4).
De algún modo, el argumento del egoísmo como chantaje para que otra persona o grupo logre sus fines egoístas, funciona porque estamos educados en dos sentidos contradictorios. Por un lado, sobre todo en la familia, aunque también en la escuela, aprendemos a competir con las demás personas y a poner nuestros intereses por encima de los demás. Por otro lado, recibimos mensajes de que debemos ser solidarios y cooperar con los demás antes de resolver nuestros propios asuntos.
A lo largo de las décadas hemos escuchado a cónyuges o a suegras que acusan de egoísmo a quienes acuden a la escuela para superarse profesionalmente en vez de responder a las prescripciones de lo que “debería” ser la familia: tener más hijos, dedicar más tiempo a cuidar el hogar o la descendencia, estar al pendiente de las necesidades, antojos o caprichos del cónyuge o los hijos. Así, el mote de egoísta se aplica desde la perspectiva de quien no aprecia la formación profesional como complemento adecuado a las tareas domésticas. “¿Quién eres tú para aprender o estudiar más que las personas de tu entorno?”, es el reclamo implícito para quienes se alejan de tareas interminables para ejercer el “egoísmo” de dedicar tiempo a los estudios y las tareas escolares.
A diferencia de acciones visiblemente orientadas únicamente al beneficio personal, hay acciones altruistas que conllevan la gratificación de ser útiles a otros pero que podrían parecer egoístas a los ojos de las personas que se sienten afectadas por esas ausencias. Trabajar o estudiar en las horas que otros miembros de la familia consideran que deberían dedicarse sólo a las tareas de cuidado familiar o a las tareas domésticas se encuentran entre los proyectos que resultan difíciles de delimitar. ¿Es egoísta estudiar un posgrado si, parecería, con haber logrado una licenciatura es suficiente para desempeñarse profesional y laboralmente? A veces, algunas personas del entorno de los estudiantes e incluso de los docentes, consideran egoísta la decisión de dedicar más horas a actividades fuera del hogar y lejos de la atención directa a los miembros de la familia. Consideran que obtener un grado académico más, o estudiar una segunda disciplina, es un acto de egoísmo que impone ausencias y limita las atenciones de quien pretende nuevos aprendizajes. En cierto modo, cada una de las decisiones que realizamos suele afectar el resto de actividades posibles a las que podríamos dedicar tiempo y recursos. En muchas de esas decisiones, habrá quien considere egoístas los motivos por las que nos inclinamos por una opción o por otra. Estudiar en otra ciudad o en determinada institución o determinada disciplina puede percibirse como una acción motivada por el egoísmo de disfrutar de un contexto urbano, institucional o profesional más allá del que prefieren que asuman los parientes que se sienten afectados.
Hay quien asegura que seleccionar determinadas profesiones se asocia con un nivel de egoísmo determinado. Así, existe la ambigüedad que suele acharcarse a quienes estudian medicina o derecho: ¿escogieron esas carreras porque están bien pagadas o porque constituyen oportunidades de ayudar a otras personas en sus problemas de salud o jurídicos? Quizá el hecho de que esas carreras estén bien pagadas refleje los grados de responsabilidad que han de asumirse, además de la disciplina que se requiere para completar un título de licenciatura o posgrado. En un estudio reciente, realizado en Perú (https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4787015) Sandra Blossiers Dietrich y Alejandra Soto Rengifo aplicaron una serie de ejercicios a alumnos universitarios de diversas carreras y encontraron que, en general, “en situaciones de intercambio social en las que se establece una relación visual con los individuos, se origina una situación de cooperación, solidaridad y altruismo. En cambio, en situaciones anónimas e impersonales los individuos tienden a ser más competitivos y egoístas”, y, más específicamente: “el grado de egoísmo se ve influenciado por la carrera profesional elegida para estudiar. La evidencia obtenida apoya la hipótesis que sostiene que la conducta de los economistas tiende a ser más egoísta que la presentada en los individuos pertenecientes a otras carreras…” como sociología, administración y medicina, que estudiaban algunos de los sujetos analizados. Aun cuando ese estudio no puede ser considerado definitivo ni los hallazgos podrían generalizarse sin riesgos a otros contextos, nos aporta indicios de que, dado el tipo de ejercicios en los que se analizó el grado de egoísmo de los participantes, existen factores que los estudiantes de distintas disciplinas toman en cuenta para considerar cómo sus estudios les beneficiarán a ellos o a sus entornos.
Por otra parte, como nota final, vale la pena señalar que no es lo mismo ser egoístas que narcisistas, aunque ambas categorías sean parte de un más amplio conjunto de personas egocentradas, como distingue esta psicóloga en un audio de hace varios años: (https://www.youtube.com/watch?v=zHjLR_EJ7KU).

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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