Educar sin el “siempre no”

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Estamos en tiempos electorales y por eso un tanto convulsos. Se multiplican cuestiones electorales y se mezclan con la inseguridad rampante de estos meses. Suceden actos poco vistos en situaciones electorales anteriores y, en alguna forma, la sociedad en general se retrae ante la frecuencia de eventos poco vistos con anterioridad.
El gobierno se muestra incapaz de controlar la violencia y ésta aparece a cada rato. Más en lugares con sociedades inestables y menos en lugares más controlados. Se incrementa conforme las predicciones electorales empiezan a mostrar tendencias constantes al alza y la lucha entre candidatos se vuelve más aguerrida. La consecuencia central de este panorama inestable será sin duda una lucha postelectoral férrea y “hasta donde tenga que topar”. Los ciudadanos cada vez más observadores y con ganas de que se acaben estas tribulaciones sociales.
Los servicios educativos parecen inmunes a ese contexto violento y desordenado. Las escuelas abren sus puertas, reciben a los estudiantes, los maestros dan sus “clases” y proponen las actividades para aprender ideas y saberes pertinentes a cada curso y objetivos establecidos. No hay molestias en profesores y autoridades por seguir sus actividades sin ser molestados con algún proyecto del gobierno educativo. Quizá el nuevo gobierno que se elija el 2 de junio, y cada votante recuerde que hay un pendiente histórico y vital para con la educación nacional, tan sencillo como casi imposible: Ciudadanos educados para un país, una familia y sus propias personas con una intelección diáfana de los constitutivos del proyecto de país y un compromiso irrenunciable de mejorar las situaciones hoy empobrecidas, en todos los sentidos del significado pobreza. Sencillo de enunciar, difícil de cumplir precisamente porque al gobierno le interesa votantes y aduladores, estén donde estén.
Un país diferente se gesta poco a poco. Con educación sí, una educación vinculada al país. Vinculada a sus fuerzas nacionales y regionales y conocedora de sus déficits. Con planes a largo plazo, mínimo 12 años, con metas intermedias claras y precisas. Con presupuesto plurianual disponible y flexible para incorporar la innovación. Decisiones descentralizadas, hasta nivel municipal. Y, muy importante y clave hoy, actualización de aprendizajes cada año, por lo menos.
Con esas condiciones decidir qué, cómo y cuándo aprender no tendrá dificultad. Incorporar las herramientas de estudio necesarias para acceder al mundo de la ciencia y de la técnica será una tarea permanente entre profesores, familiares y los estudiosos de la sociedad. Así no habrá pretextos, sólo nuevas propuestas y apertura a la innovación.
Hoy, el “siempre no” queda a deber. Desanima y, sobre todo, impide a las nuevas generaciones adquirir los métodos para constituir las relaciones entre conocimiento, situación social y acuerdos sociales para participar activamente en la construcción permanente del futuro.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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