¿Educando para la diversidad sin ejemplo? Otra incongruencia

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Al igual que otros temas, como la interculturalidad, la inclusión, la tolerancia y el respeto, que están entrelazados e interrelacionados, el tema de la diversidad se une a estos vocablos para entrar en una lista, no negra, pero sí que podríamos nombrar “Difíciles de enseñar”.
Nunca será el afán o la intención ver el lado pesimista, hay nuevamente una propuesta de fondo, pero sí es necesario señalar para que se pueda visibilizar las fallas y las omisiones que se suscitan en el campo de lo educativo.
La enseñanza de la diversidad queda solamente en el plano de lo discursivo que encuentra pocos elementos para asir de la realidad, dado que, al ser un concepto abstracto, que, por sus implicaciones psicológicas y dificultad semántica-pragmática, requiere, necesita de una experiencia cercana visible, observable, pero además asimilable que adquiera la cacareada significatividad que debe provenir y ser dada por el estudiante, no por el docente. De esta forma, siempre será necesario que se brinde un ejemplo de vida que nos demuestre como se vive y actúa en y ante la diversidad.
Desde lo psicológico, la diversidad se juega en la etnicidad, en el género, en la edad, el estatus económico y en lo cultural, teniendo este último una gran diversidad de manifestaciones y áreas que puede abarcar, siendo lo religioso y lo político dos de ellas. Y aquí viene la incongruencia.
La laicidad y el sentido apolítico que se confiere a las escuelas, y por ende a maestros y maestras, son de hecho, entonces, limitantes e incluso un obstáculo para no trabajar y abordar, con el ejemplo, la diversidad: si un o una docente tuvieran la libertad para poder expresar con libertad su credo y su postura política, sin ofender o atacar a quienes tengan otra postura, siendo, al contrario, conciliadores, respetuosos y tolerantes con esas voces otras, distintas a sí, ¿no estarían fomentando en actos la diversidad?
Las escuelas, el sistema educativo, están lejos de tener una postura y filosofía de la diversidad puesta en marcha ante y con el magisterio, negando quienes son, obligándolos a esconder partes de sí que pudieran ser sustanciales e identitarias, buscando una homologación y sentido ontológico de cada docente que no promueve en nada la diversidad, buscando que toda abstracción o actitud buscada se reduzca a sólo un contenido temático, una definición, que ilusamente se piensa que con su simple memorización o repetición se va a desarrollar en cada estudiante.
La diversidad se liga innegablemente a la identidad y la ética y ambas precisan ejemplo; seamos entonces congruentes y logremos abrir en las aulas espacios que realmente favorezcan la diversidad, con el intercambio de ideas, con el ejemplo, siendo congruentes con lo que uno es. Hagamos entonces una docencia diversa ¿o no vale la pena?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

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