Educación en democracia

 In Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Estos días se ha incrementado el debate público sobre la idoneidad de la elección de jueces del poder judicial. Los pros y los contras están en periódicos, revistas, sitios de internet y, desde luego, en la radio y la televisión. Todo eso con base en opinadores, académicos y periodistas, pues los candidatos y los actuales jueces y personal del gobierno no tienen “permiso” para comparecer, pues no pueden hacer campaña a su favor o de otros.
Así, una pregunta interesante es si el personal educativo debiera estar presente en las discusiones públicas y, desde luego, en sus centros de trabajo, pues los y las ciudadanas confluyen en los centros escolares en gran número. Desde luego no pueden hacer campaña o recomendar el voto por algunos candidatos de su preferencia. Sin embargo, sí pueden frente a los estudiantes ofrecer una información que ayude a valorar la decisión de elegir a los jueces mediante votación popular.
Un maestro en México tiene la obligación moral de promover la vida democrática en el país, entre otros valores de nuestra vida republicana. Tal encargo se fundamenta en la misma índole de la labor educativa, uno de cuyos constitutivos es ayudar al aprendizaje acerca de cómo participar en la vida pública del país, tanto a los estudiantes con los cuales se encuentra cotidianamente, como con las personas y familias con quienes esos estudiantes conviven todos los días.
Entre otros aprendizajes, es muy evidente la importancia de activarse para suscitar el aprendizaje del concepto “democracia”, su significado y sus consecuencias prácticas en individuos y en instituciones, en especial aquellas dotadas de capacidad de decisiones políticas. Una vieja definición de democracia comunicaba que es la forma de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
La importancia de la comprensión del concepto es, entre otros puntos, caer en la cuenta del protagonismo de los ciudadanos y ciudadanas en participar en el gobierno del país. De otro modo no hay democracia. No se trata sólo de una participación cada seis años en la selección de algunos gobernantes. Se trata de una responsabilidad de estar enterado de los detalles tales como quiénes son los candidatos, cómo proponen gobernar en democracia. ¿Nos preguntarán por las decisiones?, ¿tomarán en cuenta el beneficio a los más necesitados en esas decisiones?, ¿informarán a la población qué van a comprar, si van a hacer una avenida, o van a… lo que sea?
Bien sabemos, y si no, con responsabilidad los maestros y maestras nos deben ayudar a saber, que el gobernante hoy, no demócrata necesariamente, se contenta con informar: “Voy a … mil cosas”. La educación ayuda, por medio de los maestros y maestras, a aprender cómo fincar una relación democrática con los gobernantes. Aprender a preguntar motivos y causas de las decisiones del poder. Aprender a valorar las respuestas del gobernante. Aprender a revisar el servicio que va a prestar a los ciudadanos cierta obra a fin de valorar si se debe hacer o no. Aprender a resistir ante decisiones no democráticas o, peor, impuestas sin necesidades mayoritarias de por medio.
Sí, maestros y maestras tienen la tarea complicada y a la vez imperativa de conseguir que los ciudadanos aprendamos a gobernar democráticamente. En ocasiones, personas y aun pueblos enteros se molestan con sus gobernantes porque les preguntan sus puntos de vista frente a las decisiones de hacer o no una obra, de invertir en preparar el terreno para facilitar la realización de obras en el futuro.
En la próxima elección, es obligación de las autoridades poner a disposición de los ciudadanos la información relevante, por ejemplo, quiénes son las personas y sus méritos para aspirar a ser elegidas jueces o ministros en los próximos días. En contra de la democracia existe una decisión autoritaria de evitar la información sobre las características de los candidatos. Sin información o no, votamos porque no sabemos quiénes son, o votamos a ciegas de manera irresponsable, o le creemos al Sr. X que tal o cual son los buenos, o preguntamos al amigo cuyo amigo a su vez le dijo que X es el elegible; o no votamos porque no hay conductas democráticas mínimas en el proceso.
La educación democrática pide educadores democráticos. La mayoría de los maestros y maestras son demócratas. No así ciertas autoridades sectarias.

*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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