Dirección y decisiones en educación
Marco Antonio González Villa*
Hablar del tema de la dirigencia en Educación siempre será un tema polémico y de opiniones, por lo que el consenso se advierte difícil, sobre todo porque toca un elemento que es delicado, pero también podríamos decir espinoso, dado que se puede cuestionar la forma en que se van ocupando desde las direcciones escolares hasta, obviamente, las secretarias.
¿Cómo sería un proceso que dejara satisfechos a una mayoría? Es difícil, siempre habrá espacio para dudar de la decisión tomada, pero creo que nada deja más dudas e insatisfacción que colocar a alguien por cuestiones meramente políticas. Cuando un o una docente han hecho mucho por una escuela, en beneficio de los derechos del magisterio o dispone de una trayectoria o un currículum que avalan un trabajo de producción intelectual que lo respaldan, podría conseguir que, al menos localmente, se entendiera su elección. Pero, aunque lo disfracen, se tiende a elegir políticamente a las autoridades y directivos.
Y el problema aquí reside que cada uno de los puntos previamente referidos no necesariamente son compatibles con la postura política, por lo que algunos o algunas, con tal de mantener el cargo, van cambiando su postura, su enfoque e interés. Algo que, por ejemplo, fue sumamente criticado en Schmelkes y Backhoff al venderle su alma al diablo cuando aceptaron dirigir el INEE. Otros ven limitado su campo de acción pese a su gran capacidad intelectual; aquí podíamos referir los casos de César Coll en España o de Bourdieu y Derrida en Francia, quienes trabajaron en proyectos para sus ministerios de educación en sus respectivos países.
Otro problema que trae consigo la designación política de los cargos es que se generan compromisos que obligan a tomar decisiones que apoyen a lo político, aunque eso vaya en detrimento de lo educativo o el magisterio: no se cuestionan entonces las indicaciones, sólo se obedecen y se considera poco el impacto que pueden tener en los docentes, incluso en lo social. Cuando en las decisiones tomadas se brinda una justificación que las valida, basadas en un análisis local y explicando el beneficio educativo o docente, se puede entender la postura asumida. Pero siempre será necesario mantener al margen lo político, porque de haber un atisbo de política será difícil justificar las decisiones.
La postura política en este sexenio ha sido la austeridad, que se ha justificado socialmente pero que no ha dejado convencido del todo al magisterio; en este sentido, en las últimas semanas hemos escuchado de reducción de plazas, de eliminación de becas para estudios de posgrado y la reducción de apoyos a miembros del Sistema Nacional de Investigadores, lo cual precisa de justificaciones educativas que no sólo se queden como medidas para economizar, lo que suscitará críticas y opiniones negativas de parte de, obviamente, opositores políticos, quienes tampoco hacen, o han hecho antes, propuestas educativas pertinentes a nuestro país.
Es innegable e inevitable la relación estrecha entre lo político y lo educativo, sin embargo, es un hecho que en esta relación es lo educativo quien más ha perdido. No queda más que confiar que cada decisión que se tome sea para el bien común y no decisiones de partido. Tenemos fe.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. anto-nio.gonzalez@ired.unam.mx