Desastres naturales, guerra y educación

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Es sabido que las soluciones que dan los humanos a determinados problemas pueden convertirse en origen de nuevas situaciones de riesgo y tener desenlaces fatales. Así, los transportes motorizados, por tierra, agua o aire, solucionan el problema de llegar de un punto a otro de manera más eficiente que caminando por propio pie, sobre animales o sobre algún otro aparato menos sofisticado (como carretas o bicicletas). Pero también conllevan un riesgo: la velocidad y la concentración de viajeros aumentan los riesgos para un mayor número de personas. En los recientes sismos en Turquía y Siria, es evidente que la mayor eficiencia en la distribución espacial de actividades económicas también ha derivado en una mayor cifra de muertes: han colapsado edificios de varios pisos y ello se ha traducido en que la eficiencia en la distribución de recursos para la vivienda redundara en mayores víctimas mortales. En un planeta en donde la tendencia a la urbanización de las actividades humanas implica una concentración de la población, los riesgos asociados suelen derivar en mayores cifras fatales ante desastres naturales o guerras. Los terremotos encuentran poblaciones más concentradas espacialmente, al igual que las artillerías y otras formas de agresión en los episodios bélicos.
En el caso de los sismos de Siria y Turquía el 6 de febrero de 2023, la situación se ha complicado por la situación conflictiva en Siria, además de por las bajas temperaturas, las inundaciones y el colapso de las infraestructuras médicas. No es sólo que llueva sobre mojado, sino que ha temblado en territorios en los que ya llueven balas y además lluvia y bajas temperaturas. Los sismos alcanzaron también Líbano, Chipre y la Franja de Gaza y suscitaron respuestas de ansiedad e incertidumbre. De alguna manera, la solución de encontrar vivienda en estas zonas del planeta se asocian también con riesgos que los humanos enfrentan cotidianamente, con la esperanza de que no les lleguen a afectar a lo largo de sus vidas y actividades cotidianas. La cifra de personas muertas alcanza los miles (más de seis mil, según algunas fuentes: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-64532674) en esta zona que se asienta sobre placas tectónicas, a saber, la placa de Anatolia, delimitada al norte por la placa Euroasiática y al sur y este por las placas Africana y Árabe. Según la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía en 2022 se registraron más de 22.000 sismos en ese país. De ahí que haya quien señale que se trata de una zona en la que existe “un hervidero de terremotos” (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-645462589. Los terremotos, de 7.8 y 7.5 de magnitud en la escala. Las cosas se complicaron pues no existe un sistema de alarmas sísmicas en la región, ni es frecuente que los edificios en Siria y Turquía se construyan con la solidez necesaria para resistir los movimientos telúricos.
Según una fuente ( ) el vicepresidente de Turquía, Fuat Oktay, señaló que todos los centros educativos cerrarán sus puertas en Kahramanmaras, la provincia donde se registró el epicentro, así como en Gaziantep, Sanliurfa, Diyarbakir, Adana, Adiyaman, Malatya, Osmaniye, Hatay, y Kilis, en el sureste de Turquía. El ministro de Educación, Mahmut Ozer, anunció una suspensión de dos semanas en Kahramanmaras, Hatay, Adiyaman y Malatya. En Diyarbakir se anunció que se analizará el estado de los colegios para determinar qué edificios están dañados. Además de los miles que se han derrumbado en ciudades turcas y sirias. Las ciudades de Asaz y Alepo en Siria se encuentran entre las más dañadas.
Las complicaciones por la destrucción de edificios, los miles de muertos, el frío y los conflictos entre distintas facciones en Siria, impactarán en las actividades cotidianas de la población entera. Una vez más, la salud, la educación y la economía se verán afectadas para unos 23 millones de personas en la región, tras otras afectaciones de la reciente pandemia de Covid-19 y el frío. El estado de emergencia alcanzará al menos a los próximos tres meses en las diez regiones asoladas en Turquía, lo que se complica por el hecho de que el puerto de Iskenderun, en la costa sur de Turquía, ha sufrido graves daños estructurales por el terremoto: centenares de contenedores se han incendiado y el cielo de la ciudad está invadido por nubes de espeso humo negro. En Siria, la guerra civil, que se extiende ya doce años, la situación se agrava por las sanciones aplicadas por otros países, que limitan las ayudas humanitarias que se pueden entregar a ese país: “Estados Unidos y las naciones europeas han dicho que las sanciones tienen como objetivo presionar al Gobierno sirio para que inicie un proceso político que pueda poner fin al conflicto”, señala el diario El País (https://elpais.com/internacional/2023-02-07/terremotos-en-turquia-y-siria-ultima-hora-de-las-labores-de-rescate-en-directo.html). No obstante el diferendo que existe hace más de un siglo entre Armenia y Turquía, el gobierno del primer país enviará ayuda humanitaria. La razón para que no haya relaciones diplomáticas entre esos países es la negativa de Ankara a reconocer el genocidio de 1,5 millones de armenios cometido por el Imperio Otomano, en 1915. Conflicto que aparece en los libros de texto de Armenia, pero que se sigue negando en los actos públicos y en las escuelas turcas.
Las lecciones de estos desastres naturales, de las prolongadas guerras civiles e internacionales y de los conflictos en la región no parecen aprenderse de parte de todos los actores involucrados. Habrá quien reconozca que hubo sismos, pero no que sus pleitos hayan complicado la llegada de ayudas, y quien reconozca que recibió ayuda del vecino, mientras que habrá quien niegue que los enemigos habituales extiendan sus manos para ayudar a las poblaciones civiles en épocas de emergencias humanitarias. Por más que aprendamos de la solidaridad y de las ayudas de los vecinos, parecería que los humanos no estamos dispuestos a prender las otras lecciones que se asocian con la negocian y la colaboración entre vecinos rivales.
En esta región, al igual que en otras partes del planeta en otros momentos de la historia de la humanidad, la pedagogía de la solidaridad y la compasión seguirán obstaculizadas por nacionalismos y proyectos que arrastran a poblaciones y generaciones enteras, con memorias selectivas respecto a sus desgracias compartidas. Desafortunadamente, las escuelas de los distintos países verán desde muy distintas perspectivas estos desastres y los esfuerzos por resolverlos.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • René Crocker

    Muy buen análisis de la situación. Los desastres se producen en contextos de crisis crónicas.

  • Maestra Alicia Elortegui Castell.

    Excelente articulo

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