Democracia

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La democracia es una costumbre. Esa costumbre obedece a una volición y a la formación educativa a la que se somete a una persona que pertenece a un grupo.
Nadie es democrático si no quiere. Los mexicanos estamos impuestos a la realeza. Hacemos lo que se nos da nuestra real gana. Aunque nuestra real gana pase por encima de otros. Implica concesiones: para que el otro piense y rece y haga lo que quiera.
La democracia se ejercita bajo el principio de la tolerancia. Los otros son distintos y tienen intereses diferentes. La uniformidad es un signo del totalitarismo. En una sociedad democrática se practica el respeto; en el mejor de los casos, la empatía. Ser “empático” es “ser el otro”. Sólo así se comprenden sus anhelos y sus miedos.
Supone claridad de convicciones. En qué creo. Por qué creo lo que creo. Y en qué creen y por qué, los demás.
Donde falta la democracia prolifera la amenaza. La envidia mueve a alguien a tener lo que otro tiene y adquirirlo por medios inmorales. En una sociedad sin democracia pulula el crimen, como las moscas en la inmundicia.
La corrupción es el efecto de la intolerancia. “Ábranla, que llevo bala”. “Yo soy como quiero ser”. “Si no les gusta como soy para qué me invitan”. En una sociedad corrompida se clonan los gandallas. La ley es la ley del más fuerte. El pez grande se traga al chico. Se comienza pasándose los altos en el coche, sin licencia, y se termina apropiándose de lo ajeno.
En la democracia se practica la perseverancia. El demócrata se plantea metas, materiales e inmateriales. Sabe que el bienestar es el resultado de su esfuerzo. El antidemócrata, en cambio, pretende lo fácil, lo rápido, vivir al límite, aunque se trate de una vida corta. El antidemócrata sólo busca el bienestar material. No tiene conciencia ética: “lo mío es mío y, lo tuyo, también es mío si te dejas”. Por eso el capitalismo tradicional está condenado al fracaso, a la aniquilación de la sociedad.
En la democracia siempre existe la duda del camino correcto. Por eso se requiere la discusión y el acuerdo.
Los países demócratas tienen altos niveles educativos. Son lugares donde se ceden los asientos, se dice “gracias” y “por favor”.
En una sociedad antidemocrática no se conoce la palabra “gracias”. El “otro” es una abstracción. La compasión no se aprende ni se practica.
La democracia es una cualidad que favorece la convivencia. Potencia las virtudes y disimula los defectos.
En ese país quisiéramos vivir.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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