De plazas docentes y de normalistas

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Finalmente pasó lo que tenía que pasar, hay nuevos cambios a la educación en México, mismos que no dejaron contentos ni a quienes los clamaban y exigían, como tampoco a los opositores, uno de los puntos torales y de desencuentros tuvo que ver con la distribución de las plazas docentes. Recuerdo que, hace unas semanas, escribí que los maestros conocíamos dos maneras de ingresar y promoverse en el servicio, por un lado, el estilo que impuso el gobierno de Enrique Peña Nieto (a través del examen) y las prácticas anteriores del 50/50 cuando el SNTE llevaba mano e imponía su poder (sobre todo en los gobiernos de Fox y Calderón).
Durante la gestión de Chuayffet-Nuño-Granados en la SEP se impuso el examen como práctica para ingresar al servicio docente de educación básica, sin embargo, no sucedió así en la educación superior, en este nivel educativo siguió prevaleciendo la lógica anterior y donde se desarrollaron las mismas prácticas opacas tan conocidas de siempre.
El otro estilo, el del SNTE (a través de su poder) se daba bastantes libertades para disponer del 50% de las plazas (a veces un poco más), por lo tanto éstas eran entregadas con sus formas: preferentemente se destinaban a los allegados, familiares, amigos y los compromisos políticos sin que el punto de mediación obligatorio fuera la formación académica y los perfiles profesionales hacia la docencia; el otro 50% manejado por la SEP y las secretarías educativas de los estados, regularmente se entregaba a los egresados de las escuelas Normales y para las solicitudes libres con más cuidados y una obligación menos laxa en cuanto a formación académica y perfiles profesionales, aunque de pronto se presentaban los prietitos en el arroz como la venta de plazas y los compromisos políticos.
El estilo del gobierno de Peña Nieto cometió errores lamentables en el sistema de ingreso al servicio docente, el nuevo profesiograma permitió el ingreso de universitarios y de egresados de otras instituciones de educación superior al trabajo docente, de tajo y sin la menor oposición del magisterio y tampoco del SNTE, los normalistas dejaron de tener preferencia para obtener plazas de educación básica, de hecho y a la fecha sigue vigente el sistema porque al profesiograma vigente no le han quitado ni una coma.
El tema de la distribución de plazas es y será tema de debate, desgarradura de vestiduras y, hasta la justificación de una que otra frase racista y descalificadora en contra de quienes estudiaron para ello: los normalistas, pero lo cierto es que para el gobierno de Peña Nieto siempre resultó bastante incómodo el tema, que de no haber sucedido los hechos lamentables de los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela Normal rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, seguramente la vida de las escuelas Normales del país, en especial de las rurales, hubiera sido más complicada.
Lo cierto de todo es que las plazas tendrán que destinarse para quienes tengan experiencia y formación docente, de ninguna manera se puede seguir experimentado y jugando con las escuelas y los alumnos señalando que cualquier persona puede ser maestro, nada más equivocado, si para los normalistas que cursaron cuatro años formándose para docentes es complicado el trabajo del aula, para quienes no se formaron en ello es doblemente difícil, en ese sentido, así como se respeta la profesión del médico en toda su dimensión, también se debe hacer con los normalistas, es por eso que siempre habrá una deuda pendiente del Estado con ellos, especialmente por lo sucedido en el sexenio recién culminado.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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