De manuales, cartillas y educación moral

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Aprender a ser y aprender a convivir son dos de los pilares de la educación del siglo XXI que ya visionaba el informe Delors y que marcó la orientación de una parte de las propuestas curriculares que vendrían para la educación básica.
La educación moral y la educación cívica son nociones que refieren en educación básica a la socialización y la formación de estos pilares fundamentales para el desarrollo humano.
El tema de la educación moral es un asunto antiguo, la moralidad cristiana durante muchas décadas ha sido el paradigma dominante, la moralidad laica ha caído en intenciones discursivas y está en ciernes, un momento histórico que no hay que perder de vista es la coyuntura de separación Iglesia-Estado.
Ahora tengo en mis manos una versión del manual de Carreño, de antigüedad casi similar a nuestro himno nacional; en el documento de 50 páginas se enfatiza el ideal de una niña bien y un niño bien, predominantemente buenos modales y buenos cristianos.
La moralidad del buen comportamiento y del esfuerzo individual para que la inserción social con aceptación se dé sin sobresaltos.
Hay mucho de intuitivo en este material y hay mucho de la tradición oral formativa en las familias, pero igual es un referente que marcó la formación de generaciones y que sigue vigente en algunos proyectos de familias y colegios.
En la formación cívica del siglo XIX, siglo de la constitución de los estados nacionales, y en específico el siglo del nacimiento de la nación mexicana, la formación del buen ciudadano fue un ideal.
El amor a la patria es una concepción decimonónica que ha permanecido y que ha direccionado las prácticas para formar la conciencia de pertenencia e identidad nacional, la transición de lo espiritual religioso a lo espiritual laico se suscitaba en las contadas escuelas existentes.
El gobierno de la república lopezobradorista retoma desde su presentación pública el pasado 14 de enero de 2019 la cartilla moral de Alfonso Reyes, hijo del militar porfirista Bernardo Reyes. Al retomar como referencia de su proyecto este texto, dilucida de nuevo un matiz mesiánico en cierto punto maniqueista. La sociedad mexicana es mucho más que malos y buenos, es más que un país de corruptos y no corruptos.
Esta cartilla moral, documento de distribución por ahora a personas de la tercera edad y prometida de nueva cuenta a las escuelas de educación básica, retoma la problemática de la educación cívica de la sociedad, la formación en valores con énfasis en el respeto y el amor a la patria. El discurso de presentación que hace explicita la intencionalidad aborda temas que pueden ser controversiales como el bienestar del alma y la pérdida de valores espirituales.
Un poco más reciente, el libro Ética para Amador, un texto ameno dirigido a jóvenes, de Fernando Savater, plantea la formación del concepto de bien y mal como principio y finalidad de la formación ética, aunque centrado mucho en el ámbito familiar, específicamente la relación padre-hijo.
La escuela es una institución socializadora que de manera diversa forma moralmente y que explícitamente se encarga de formar valores.
Que el alumno distinga el bien y el mal parece un ideal pedagógico sobre el que merece la pena reflexionar, que se aborde con seriedad la formación ética y en específico la formación de valores es impostergable.
Puntualicemos sobre el tema algunas reflexiones:

1. La formación moral de los niños y los jóvenes es posible, pero se requiere conocer e indagar temas como los estadios del desarrollo moral en el que deviene su psicogénesis. No basta el aprendizaje vicario, no basta la consejería o las moralejas literarias.
2. No bastan asignaturas como las de Formación cívica y ética para abordar temas tan complejos como lo relativo a la formación de valores y de convivencia social. La formación de los valores requiere de ambientes escolares ejemplares ricos en experiencias.
3. El propósito más importante, allende objetivos curriculares y de desarrollo cognitivo de la educación básica es la socialización de los niños y adolescentes. Para generar procesos como la conciencia moral es imprescindible generar ambientes de aula y nichos ecológicos de escuela donde la moralidad y los valores se practiquen todos los días.
4. El tema de la formación moral de los educandos debe ser un asunto también de procesos de formación y actualización de los profesores. Hay consenso en la importancia del tema pero los educadores tenemos que responder a los como.
5. Es necesario construir una visión laica de la moralidad y construir una pedagogía de los valores, entiéndase esta como ciencia teórico práctica de la educación orientada al conocimiento de la ética, hoy que la filosofía y las humanidades viven un momento crítico.
Prescribimos, aconsejamos, esperamos que el otro cambie con el buen ejemplo, éstas parecen ser estrategias más sustentadas en la tradición oral de la generación adulta, pero se ha producido muy escaso conocimiento y menos saberes didácticos para saber como hacer las cosas, para entender esas rupturas generacionales y como se puede educar la nueva generación.
6. Las pistas más cercanas para comprender el componente de desarrollo de la moralidad desde la discusión científica son las aportaciones piagetianas y dentro de ellas las aportaciones de Lawrence Kolberg en específico sobre el desarrollo de la moralidad.
7. Hay mucho conocimiento por construir, hay mucha investigación por emprender para enriquecer el corpus de saber sobre la educación moral o sobre la educación para el bien del ser humano, sobre todo en las etapas de edad de escolarización, sobre todo por los costos colaterales que han significado para la convivencia humana, valores de la competitividad neoliberal y que se han introyectado en propuestas curriculares, en la conducta individual y social.
8. No basta con afirmar cuestiones tan debatidas desde el plano filosófico como el bienestar del alma, para pretender la educabilidad de tal cuestión. Hasta donde el saber de la Psicología conductista refiere está demostrada la inexistencia del alma, por tanto volvamos al ser humano y eduquémoslo como totalidad.
9. En los ochentas se proponía en campaña, por uno de los candidatos presidenciales quien luego llegó a presidente, la renovación moral de la sociedad, entiéndase tal cosa como la lucha frontal contra la corrupción. Tal renovación moral nunca sucedió. Era el momento histórico en donde las aves del neoliberalismo se posaron con mayor fuerza sobre territorio nacional. 40 años después los resultados están a la vista, el tema de la corrupción es un asunto de emergencia nacional y una de las puntas del iceberg, se ejemplifica con el tema de la lucha contra el huachicol. ¿Podemos formar la moralidad del ciudadano en condiciones de exacerbación de la pobreza por las erráticas políticas económicas?
10. Aun debatimos sobre moralidad cristiana o moralidad laica. Aun se construye moralidad en las distintas iglesias y en ellas la diversidad de formas y contenidos. Desde ya más de cinco siglos al pueblo mexicano se le forma con valores cristianos católicos, aunque hoy se identifican propuestas formativas diversas como aquellas provenientes de las propuestas religiosas protestantes. Atender la formación ética en la escuela pública requiere redefinición y perspectiva.
11. La moralidad laica tendríamos que rastrearla en la generación juarista liberal o tal vez un poco antes con intelectuales como José María Luis Mora o Valentín Gómez Farías. El buen comportamiento público y el compromiso con las causas humanistas del moderno ciudadano no es privativo de creyentes o no creyentes.
12. El sentido filosófico de la educación moral en el ámbito de las escuelas está explícito en el Artículo tercero constitucional en sus dos conceptos centrales: el laicismo y la educación científica, basada en mucho en la escuela racionalista de Ferrer Guardia.

Sigamos reflexionando como educadores acerca de la educación moral. En la educación permanente de los adultos, el tema está muy teñido de ideas conservadoras y de conceptos difusos y abstracciones, en la educación de la infancia y la juventud hagamos discusión seria y científica sobre el asunto y aportemos ideas y prácticas.
Todos coincidimos que el tema bien vale nuestra atención y aporte. Desde el mundo de la escuela, desde la fiesta del aprendizaje que puede ser cada aula, todos podemos contribuir a una convivencia armónica y saludable en la sociedad mexicana. Para reinstalar la salud del tejido social la esperanza sigue siendo la buena educación ética y cívica.

*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. ruben-zatarain@supervisores.sej.gob.mx

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