De la vieja cultura política a un nuevo escenario de participación educativa y ciudadana
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
En su brillante libro, “Patas pa´arriba” (Siglo veintiuno editores), Eduardo Galeano nos ofrece un escenario social de mundo invertido. Esto cabe para nuestro país, estamos ante una realidad invertida como nunca antes se había visto. Por más de 70 años, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) no solo se convirtió en el monopolio del poder, –desde allí se decidía todo o casi todo– de la vida pública nacional. Durante todo este tiempo, el PRI gestó y consolidó un estilo de cultura política de la cual es difícil sacudirse, tanto la corrupción, el compadrazgo y la simulación, entre muchas características identitarias, sirvieron para dar lugar al surgimiento y consolidación de una clase política cada vez más consolidada, abusiva y voraz.
El PRI no solo era el partido en el poder, era el patrón a seguir en el comportamiento social, el modelo a seguir en sindicatos, organizaciones sociales, grupos sectoriales, incluso, organizaciones de la sociedad civil se vieron fuertemente impregnadas por esa cultura política y sus excesos, hoy por suerte en franca transformación.
En el año 2000, producto del hartazgo político, el PRI le presta el poder por un ratito al PAN, la llegada de Vicente Fox abre el camino a una transición a la democracia, al final dicho intento fracasó, principalmente por la limitación intelectual de Vicente Fox y porque en el fondo el ADN del PRI, es también el ADN del PAN, se compone de la misma sustancia: derechista, conservadora y neoliberal. Esto se ve ratificado en las recientes elecciones de junio de 2024.
Del otro lado, tenemos el espectro de las izquierdas, desde las moderadas o más cercanas al centro y, por lo tanto al poder, llamadas izquierdas institucionales, junto con las izquierdas radicales o revolucionarias con una postura independiente e incluso antielectoral. En todo ello, me atrevo a afirmar que no es verdad que Morena sea un partido de izquierda, como tampoco es verdad que la izquierda ha llevado a Morena al poder. Hay circunstancias que poco se han explicado. Recuérdese que el punto central de este trabajo es la gestación y generación de cultura política en nuestro país y, de cómo, desde ahí se desprenden propuestas de educación cívica, de convivencia y de lucha por la democracia.
Morena es producto de una serie de circunstancias históricas que hoy en día ha sido capaz de capitalizar a sus dirigentes; sus aciertos han servido, entre otras cosas, para poner en la lona la cultura y la ideología neoliberal del PRI, del PAN e incluso de lo que quedó del PRD.
Estas circunstancias, a las que me refiero básicamente, son de tres tipos:
1. Al hartazgo en la ciudadanía y en un sector de la militancia de base del PRI, al no estar de acuerdo con tantos dedazos e imposiciones. Habría que buscar otras formas lejos de dicha institución política, la cual se encuentra sumida en una profunda crisis interna de organización y de legitimidad hacia afuera.
2. Al avance en el proceso de politización ciudadana en sectores sociales medios, universitarios, del magisterio, que han visto que otras formas de organización y participación política son posibles. De esta manera, también está presente la herencia de las luchas sociales (casi todas derrotadas) como el movimiento ferrocarrilero, magisterial y de médicos en 1958-59, el movimiento estudiantil y popular de 1968, la matanza del 10 de junio de 1971, el surgimiento de la CNTE y de otras coordinadoras como la CNPA, la CONAMUP, el alzamiento y aparición pública desde el sureste del EZLN el 1 de enero de 1994, los fraudes electorales de 1988, 1994, 2006 y 2012, las muertes de Acteal, de Charco, los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos y un larguísimo etcétera.
3. Los distintos desprendimientos de la izquierda tradicional, teniendo al PRD a la cabeza y las herencias sin vocación de triunfo del PCM, del PMS, etcétera. De ahí surge la idea cada vez más fuerte de que triunfar con banderas de izquierda, si es posible.
Morena aglutina gran parte del descontento acumulado, pero le hace falta dirigencia y vanguardia que le dé claridad ideológica al nuevo proceso. Esto se irá gestando en el camino.
Hoy, cuando la realidad mexicana se ha invertido, aquellos intelectuales que vivían y gozaban de las mieles del poder, ahora reniegan y se quejan y despotrican con el actual grupo en el poder, comenzando con el presidente de la república. Personajes como Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y Jorge Castañeda, entre muchos más, no asimilan que antes eran voceros del poder y ahora son malos ideólogos de la oposición. La actual oposición, como tal, entre el PRI, PAN y PRD no encuentra su lugar; el dinero de antes no sirve para darle claridad a su nueva posición en la historia.
El momento actual en nuestro país es que vivimos una profunda transformación, en donde hemos renunciado al viejo estilo de cultura política piramidal y autoritaria, para arribar a otro sistema de proceder en política y en educación, basado en el diálogo, la horizontalidad y el consenso en la relación entre mayorías y minorías con una profunda aspiración de auténtica democracia. Nadie sabe si esta propuesta emancipadora realmente cuajará o (existe el riego latente), de que caigamos en una nueva forma de simulación política: el PRI con nuevas siglas.
El estado de Jalisco está ausente de este proceso y de este debate nacional, Movimiento Ciudadano (MC) a nivel local se tornó en un esquirol, en un distractor a partir de optar por un camino equivocado, debido a que MC no tiene ni proyecto, ni propuesta nacional (solo tiene cancioncitas pegajosas). Los mueve el oportunismo permanente y el firme deseo de sacar provecho oportunistamente de una circunstancia atípica como la que sucede en este estado libre y soberano que se ha alejado de formar parte de la realidad y del debate nacional, para aislarse y quedar secuestrado por un nuevo cártel de la política y también de la educación.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]