De independencia, gritos y crisis actual de la mexicanidad

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Entre los días del 15 al 16 de septiembre de cada año se celebra en nuestro país El Grito de la Independencia, el cual fue escenificado en la madrugada del 16 de septiembre de 1810. El cura Miguel Hidalgo y Costilla en Dolores, Guanajuato, llama a los feligreses para que se levanten en armas. De esta manera, inicia el proceso para desligarse del yugo de la corona española que durante 300 años abusó de las riquezas de nuestro territorio. La independencia en términos actuales está asociada a la soberanía y autodeterminación, pero dicho suceso llegará 11 años después, cuando se concluye la Guerra de Independencia, y esto pasa el 30 de septiembre de 1821 con la firma del Tratado del Plan de Iguala o el Plan de las Tres Garantías entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero.
Desde esa fecha hasta la actualidad, se celebra de distintas maneras El Grito de Independencia, que, en términos modernos, a las 12 de la noche, se llevaba a cabo desde Palacio Nacional por el presidente en turno.
El Grito de cada año no es el de independencia, ni siquiera es una forma de acercarse a ella; es más bien un ritual que se ha venido repitiendo año con año y que trata de acercarnos al significado real del inicio de la gesta de independencia en 1810.
A una distancia de 214 años, existe ahora una degradación por el verdadero respeto a los símbolos patrios. Además, el fenómeno de la globalización económica y cultural, ha obligado a que el significado de la mexicanidad cada vez sirva solo de pretexto para encubrir todo tipo de prácticas y de costumbres emergentes, todo menos el respeto a nuestra nacionalidad.
A lo largo de la historia, la bandera de México ha sido izada por presidentes neoliberales, derechistas, traidores a la patria que nunca han sido castigados, hace seis años llega por primera vez un gobierno que se acerca a la izquierda con Andrés Manuel López Obrador. Pero en este momento nuestro país vive nuevamente un momento de crispación, cuando se disputa el proyecto de nación a partir de la aprobación de la reforma judicial y, se intenta evitar que continúe la corrupción en esa instancia de uno de los tres poderes de la república.
Con respecto al movimiento de Independencia y El Grito de Dolores, como también puede ser el día de los Niños Héroes, o el de la Revolución de 1910, me llama especialmente la atención cómo llegan dichos hechos históricos a la escuela.
La escuela es el espacio que sirve para legitimar la cultura que se gesta afuera de ella. Cuando se habla de la Independencia de México desde el preescolar hasta la secundaria, se intenta hacer que las y los niños se vistan con vestimentas de la época; niñas y niños están obligados a escuchar la versión que da cada docente de los hechos que sucedieron hace muchos años.
Lo interesante de este asunto consiste en conocer cuál es la representación social que construyen niñas y niños de dichos acontecimientos, de qué manera se construye la noción de mexicano y mexicanidad, con respecto a los hechos de independencia por parte de los sujetos escolares y, en todo ello, cuál es la importancia pedagógica en el abordaje de dichos acontecimientos; en última instancia, es ahí en donde reside la importancia en el sedimento cultural de los valores nacionales.
Somos mexicanos y mexicanas porque nacimos aquí, pero también somos, como decía Edgar Morin, ciudadanos planetarios y estamos obligados a cuidar de todo lo que se nos ha dado.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]

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