De impulso joven y odres viejos

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Hace unos días en una reunión cafetera con algunos colegas se comentó una fotografía de las muchas que se publican y que circulan ahora a toda velocidad por las redes.
Ser maestro joven y ser maestro viejo dio para un par de horas y para más de un par de reflexiones.
La variable tiempo, la coyuntura de cambio en perspectiva, la caducidad de saberes y personas.
La insensible transición generacional, los millenials, la generación Z, el futuro de la escuela y del educador.
La publicación de la fotografía es de hace algunas semanas, el medio en comento fue el Facebook.
Ese espacio de exhibicionismo de la vida privada tan posmoderno en el medio y tan arquetípico en el contenido.
Todos sabemos que las redes configuran un espacio de colonización de las mentalidades y de los tiempos de ocio y muchas veces laborales y estudiantiles de los jóvenes.
En la fotografía, ante nuestros ojos aparecen tres profesores evidentemente escasos en años pero por el tipo de texto a pie de fotografía se puede señalar, que abundantes en ambiciones.
Impulso joven dice el texto y comparten su logro en la Secretaría de Educación Jalisco. Un sueño hecho posible para ellos. Los ojos de gratitud y felicidad son elocuentes ante la cámara, la pose para el observador.
La ambición parece ser un componente a veces aplaudible en el mundo global y competitivo, pero por supuesto que en el sector educativo sólo parece justificable como componente de análisis de lo que conceptualmente denominamos currículum oculto; esto es, el objetivo implícito de formar en la búsqueda obsesiva de éxito sin importar las formas y los medios.
Los profesores de la fotografía jugaron las reglas, ellos por supuesto que no las establecieron. La perversión tuvo otra ruta y habría que rastrearla en los cambios apresurados a las leyes de 2013-2014, en los sistemas de evaluación sin contraloría social.
La Cultura del éxito individual en detrimento de fines colectivos parece ser un efecto de los sistemas escolares que aplauden y exhiben cuadros de honor y diploman desempeños desde muy temprana edad.
En estos últimos años la Reforma Educativa y su espada de Damocles con algunos o la apertura de la caja de Pandora en el futuro para la escuela, se dio a la tarea de crear una subespecie arribista que llegó a puestos de dirección, supervisión y jefaturas de sector por vías de un examen y una planeación argumentada fantasmagórica y literaria.
La pseudo reforma en pos de un manto de legitimación rápida satanizó el sistema escalafonario y dictó sentencia sin derecho a juicio a toda voz discordante en la materia.
A eso refiere la fotografía. Una pequeña muestra del tipo de gestión que hoy de nuevo se aplaude desde otra plataforma partidista.
Una generación joven que ahora ostenta nombramientos que anteriormente requerían años de carrera y desempeño; añadido ahora que están investidos de poder como capacitadores y tomadores de decisión en educación básica.
Tres docentes en la fotografía, muchos más que saltaron la escalera sin tocar los escalones. Felices, sonrientes, trajeados, retadores, con aires de autosuficiencia. Al pie el texto de IMPULSO JOVEN, frase cuya significación nos pone a pensar.
En la fotografía aparecen un director, un inspector y un jefe de sector de educación primaria en el sistema de Educación Jalisco.
La reforma les proveyó de nombramientos, la anterior administración los presumió y ellos se la creyeron; la honorabilidad y legitimidad tendrán que conquistarla.
No hace muchos meses el anterior Secretario de Educación en Jalisco y la anterior directora del Servicio Profesional Docente entregaron de manera apresurada algunos cientos de nombramientos, mientras hacían discursos apologistas de los bienes de la reforma y se declaraban en contra del sistema escalafonario y de los viejos directivos y sistemas de acceso.
Por otro lado simulaban una entrega-recepción tersa y transparente.
Alba Martínez Olivé flamante funcionaria del exsecretario de educación Emilio Chuayffet en la SEP, hace propia una cita bíblica cuando despuntaba en el horizonte el recién votado marco legal en el que se cimentaría la reforma, tal cita referida a voz de cuello y ante micrófono y prensa afirmaba: “No puedes guardar vino nuevo en odres viejos”.
Las aguas locas embriagantes de la reforma peñista se veían entonces como vino nuevo, las estructuras de dirección, supervisión y jefaturas de sector se veían como odres viejos. Ese era el sentir de los tomadores de decisiones, ese era el objetivo implícito de la mal llamada reforma educativa: sustituir los odres viejos con los jóvenes o eufemismos como reforzamiento de la figura de supervisión y dirección.
La reforma educativa hereda una generación de directivos jóvenes con fortalezas cognoscitivas en el campo normativo y en el discurso legitimador de un nuevo modelo educativo, modelo que parece que también se convirtió en breve tiempo en odre viejo.
Los saberes y las competencias con las que fueron evaluados y con la que fueron posicionados no son los de la realidad que viene en la denominada Nueva Escuela.
La preocupación es que el halo legitimador de las ideas de la reforma aún persista en la mentalidad de quienes ahora hacen gestión educativa en los sistemas federal y estatal.
Los viejos están desplazados y los jóvenes ahora ocupan posiciones de mando en direcciones generales sin más trayectoria que la de haber pasado un proceso de examinación sin transparencia, sin contraloría y evaluación externa, como han dicho algunos estudiosos.
Los actualizadores y capacitadores de lo nuevo son paradójicamente los reformistas de hace apenas unos meses. Mudaron de piel, se apropian del nuevo discurso, son los capacitadores y actualizadores que vienen a veces con investidura de supervisores o de asesores en los que se descansa la estrategia para atender las nuevas propuestas.
Sin hacer apología de lo viejo, digamos con claridad que la gestión directiva requiere tiempo, calidad y experiencia, procesamiento y asimilación inteligente de las distintas dimensiones en los que se objetiva la práctica.
No se malinterprete, no quiero hacer una falsa lucha de contrarios entre jóvenes y viejos; entre lanzados para adelante y los reticentes al cambio por ausencia de dirección clara.
El tema es más profundo. La problemática es más compleja: No hay síntesis dialéctica, no hay integración, no hay equipo.
Hay desplazamiento del saber acumulado.
Hay negación de la experiencia.
Hay desplazamiento de mesas técnicas y de cuadros formados; hay hipersensibilidad por las formas.
No. El cambio democrático no apostó por eso.
El cambio democrático se comprometió con cambiar el estado de cosas, no queremos atención improvisada del tema de la formación continua y operación apresurada de ideas apenas sustentadas en la realidad de las escuelas.
La masa crítica del sistema educativo no se forma en tiempos cortos, en ciclos emergentes.
Como lo plantea una de las virtudes aristotélicas regresemos a la prudencia.
Los proyectos educativos a operar en las escuelas y en las aulas no pueden nacer como programa de capacitación sectario donde se le da voz a los jóvenes repetidores de textos ajenos y animadas en bellas presentaciones digitales.
La práctica educativa en un proceso de transición requiere del trabajo colaborativo y la comunidad de aprendizaje de las distintas generaciones que concurren en el sistema educativo.
Estoy claro de que la formación es asunto correlacionado con la variable edad apenas parcialmente.
Pero también estoy claro que la experiencia no es algo que se pueda abreviar ni asimilar con atajos.
O nos convencemos de la necesidad de transferir saberes y experiencias de maestros jóvenes y no tan jóvenes en pos de los objetivos importantes o estaremos creando una fractura de origen que ya pronostica el fracaso de la Nueva Escuela.
El riesgo es otro fracaso por resistencia natural de los no incluidos o por obvio error táctico de integración de los equipos.
La Nueva Escuela y el proyecto Recrear la educación tienen que sumar voluntades y competencias, tendrá que ser incluyente de principio o será de nueva cuenta una estrella fugaz que se pierda en el infinito o un hueso descarnado más en el huesario de las ideas de cambio educativo sin concreción.
Dialoguemos, integremos, hagamos coordenadas de acción con un buen estudio de la realidad y dejemos de hacer homenaje a lo nuevo como oda romántica de la juventud.
La masa crítica y el saber acumulado se necesita en la coyuntura de cambio.
Si las ideas sobre las que hay que convencer a los maestros y maestras con la metáfora del vino nuevo quiere participación activa, tendrá que cambiar el discurso y respetar e integrar a todos.
Se tendrá también que pensar que los odres viejos sólo fueron imaginación literaria en un discurso que ya se fue.

*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Martin Garces

    Excelente !! Falto mencionar que los nuevos directivos jovenes carecen del : manejo de las relaciones humanas interpersonales y de la experiencia en formacion de valores.

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