De certezas e incertidumbres
Marco Antonio González Villa*
¿Qué sigue?, ¿alguien podría saberlo?, la verdad es que no, los tiempos actuales tienen la singularidad y la constancia de eliminar, probablemente de forma circunstancial, las certezas, lo cual resulta preocupante, inquietante y genera inestabilidad.
Porque tener la certeza de algo nos lleva a actuar de una manera esperada, ya que no hay muchas posibilidades de vivir la realidad, tal vez sólo haya una, y eso limita la sorpresa o el desconocimiento; todo queda dentro del rango de lo normal. Y las certezas pueden estar tanto en situaciones que podemos considerar positivas, como en aquellas que pueden tener una connotación negativa. De esta manera, las circunstancias cotidianas oscilan entre la aceptación y la resignación acompañada de frustración o alguna variante, pero, como ya señalé, dentro del rango de lo común.
Nos resulta claro advertir que los gobiernos anteriores, al menos los últimos previos al actual, realizaron todo esfuerzo posible por generarnos certezas. Así, poco a poco, se fueron normalizando la corrupción, los desfalcos, el desvío de dinero, la desigualdad, seguidos de quejas y señalamientos que no obtenían respuesta. Las últimas décadas nos dieron la certidumbre de que la calle y los espacios comunes eran lugares de riesgo y que en cada familia existe por lo menos un miembro que ha sido víctima de la delincuencia; también sabíamos que en cada informe presidencial se iban a maximizar los supuestos logros y minimizar las fallas y omisiones.
Y la lista de certezas generadas se incrementaron con el tiempo: la pérdida de la estabilidad laboral, la disminución del poder adquisitivo, la dependencia económica del extranjero y las clases privilegiadas, el gasto innecesario y excesivo en publicidad, el poco apoyo a los grupos vulnerables y no privilegiados, el abandono de las escuelas y la educación, el maltrato a los maestros, entre muchas otras. Pero ya fuera en la verdad o la mentira, casi todos los discursos se sincronizaban y se buscaba construir una misma idea.
Sin embargo, hoy, en el discurso, nos quieren quitar dichas certezas, esas certidumbres, por lo que, en sentido estricto, estamos viviendo tiempos de incertidumbre. No tenemos claridad en torno al rumbo que llevamos porque hoy, más que nunca, existen diferentes versiones sobre lo que acontece en el país. Así, la atención del sector salud, la proyección económica y los cambios en el ámbito de lo educativo, por ejemplo, muestran un escenario ambivalente y polarizado en cuanto a las opiniones de la sociedad en general, por lo que, ante la falta de certezas, sólo nos queda vivir día a día sin pensar en el porvenir y sin saber qué sigue o qué va a pasar. Estamos entonces ante una situación que no es fácil de llevar, ni de elegir: ¿qué es mejor: vivir con la certeza de un sistema fallido o con la incertidumbre de un futuro prometido que probablemente nunca llegué?, no lo sé, pero sería buen tener una certeza que permitiera responder esta pregunta y no tener incertidumbre ¿no?
*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]