Currículum político
Miguel Bazdresch Parada*
Reformar la educación en este país es una arena de disputa política y una arena pantanosa de disputa pedagógica y teorías educacionales. En la medida de la dependencia del gobierno, en especial del gobierno federal y su presupuesto, la discusión sobre la educación “nacional” se ve teñida por las ideas, ideologías y pulsos burocráticos en el interior de los grupos participantes en las estructuras gubernamentales. Desde luego no es cuestión de evitar tales disputas connaturales al ejercicio de gobierno y la política, sino de, al final, evitar confusiones y hechuras deficientes, las cuales, sí harán un daño “por debajo de la línea de flotación” a la práctica educacional y escolar cotidiana, como se ha demostrado en este país hasta la saciedad.
No menos grave es el reformismo basado en el pantano pedagógico, el cual aparece cuando se quiere superar desde ideologías y no desde los conocimientos producidos por la ciencia educacional. Se confunden objetivos con contenidos, supuestos con realidades y, sobre todo, se confunden declaraciones, muchas altisonantes, con fundamentos de propuestas y diseños. La pedagogía y las ciencias sociales cuando estudian el acto educativo y sus condiciones proceden con el cuidado necesario para no olvidar un dato de realidad clave: Educar es un verbo que se conjuga por cada persona, a quien le ayuda un contexto socio institucional tranquilo y a la vez exigente, y sobre todo, un contexto en el cual este rodeado de pares y maestros, ayudantes (no protagonistas) en el proceso de resolver con éxito las preguntas con las cuales todo ser humano se enfrenta al aprender, comprender, juzgar y valorar las realidades, siempre difíciles de escrudiñar, que nos rodean y a la vez son nuestros recursos principales para vivir y convivir.
No se trata de dejar de lado los objetivos de política, pues son faros orientadores de primera importancia. Se trata de evitar confundir tales objetivos con apegos ideológicos. Por ejemplo, ningún mexicano con “tres dedos de frente” como decimos los maestros, podría oponerse a un objetivo de política nacional por el cual se persiga una economía nacional capaz de superar el neoliberalismo, pues esta propuesta no ha resuelto los graves desafíos nacionales tales como la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la justicia. Sin embargo, hoy sólo tenemos una política que se opone a esa doctrina económica pero no una propuesta alterna bien pensada y convincente. Por ejemplo, se pide la atención educativa intercultural de los pueblos primigenios y la valoración de sus lenguas, costumbres y prácticas educacionales. Imposible estar en desacuerdo. Y ¿cómo le vamos a hacer? Con ideología contraria al mestizaje no avanzaremos mucho. Los estudios existentes sobre el tema son suficientes para hacer una propuesta socioeducativa practicable y exitosa. Implica oír a quienes conocen ese tema, en especial a los maestros de cada etnia. Con anti-neoliberalismo furibundo no pasará nada digno.
No menos se puede decir de la muy limitada y confusa idea pedagógica. Citar a lo Piaget y Vigotsky no ayuda. La investigación educativa mexicana actual tiene, de sobra, propuestas fundadas en hechos y prácticas exitosas, limitadas sí, por la ceguera oficialista y la confusión política. Lo menos que se puede pedir es: Pregunten, infórmense antes de dar pena.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx