¿Cuándo debería comenzar a desarrollarse el proceso de la lectura?

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

El proceso de lectura es un invento cultural que busca preservar el lenguaje a través de signos, al que se da sentido a través del sistema visual, que permite “ver” los sonidos del lenguaje que de otro modo sólo sería escuchados.
El lenguaje hablado es una ventaja evolutiva en la mayoría de las especies, por lo que escuchar el lenguaje es tan natural, que se tienen áreas cerebrales para tal fin y genes asociados. A diferencia, la lectura y la escritura, siendo modelos visuales relativamente nuevos para el homo sapiens, deben ser modelados a nivel cultural. El modelo educativo tradicional, dice que se debe comenzar dicho proceso alrededor de los 6 años, cuando usualmente comienza la educación formal, aunque aquellos que están a favor de la educación preescolar, apuntan a que alrededor de los 4 años se puede comenzar las bases del proceso; mientras que quienes trabajan con niños de maternal y lactantes, dicen que es bueno que el niño se enfrente a la lectura en los primeros meses de vida, ¿quién tiene razón?
El cerebro infantil está abierto al ambiente, debe estarlo pues es importante adaptarse al medio para saber como responder, pero a diferencia de la creencia popular de que debe existir una sucesión de eventos para crear un proceso, en realidad el cerebro va a crear redes neuronales dependiendo de lo que encuentra a su alcance. Si el bebé comienza su interacción con los libros a corta edad, y se le invita a ver, a tocar, a pasar las hojas y además escucha palabras que lo hagan sentir bien, no sólo se le está invitando a leer, se están estimulando sus sentidos y socializando con el padre o cuidador. No se le tiene que llamar lectura, se puede llamar juego.
Jugar está bien para los niños, es un derecho universal, así que cuando el libro es visto como algo que se puede manipular, y la palabra brinda gozo, el cerebro comienza a crear conexiones que, a mayor uso, se volverán más fuertes, y para cuando el niño esté preparado, tomará el libro con el mismo respeto que el adulto lo hace, y comenzará a extraer los significados de los signos que encuentran en sus páginas. Así comienza un viaje que durará toda la vida, pues se ha comprobado que los niños que comienzan a temprana edad con el proceso de interacción con los libros, son niños con buenas notas en sus años escolares.
Sin embargo, nótese que no estamos hablando de lectura, del modo que se define en la educación. Estamos simplemente diciendo que el niño tiene contacto con las páginas y escuchando la palabra, dista mucho aún de la lectura, aún no pone quizá imágenes a esas palabras, sólo está “tocando” con la vista los signos, que con el tiempo tendrán un sonido asociado de manera inequívoca. Está aprendiendo a enamorar sus sentidos.
Ese primer libro, tendrá otras formas, y ese padre o cuidador, seguirá contando historias o cantando canciones, por lo que el cerebro se llenará de palabras y de pronunciaciones. Con ello el niño irá formando lo que se llama la prosodia, que es la forma de poner emoción a las palabras, y para cuando el niño aprenda los signos de puntuación, sabrá donde se debe uno de detener para poner un poco de emoción a la historia, o bien, donde hacer énfasis a una palabra, donde cambiar el ritmo o incluso el tono de su voz. A diferencia, los niños que sólo aprenden a leer porque el programa así lo marca, aprenden que basta con juntar las palabras y leen en mono tono, porque nunca escucharon una canción o dieron rienda suelta a su imaginación a la hora de contar una historia.
Entre más tiempo pase entre el primer libro y el proceso formal de lectura, mayor juego y satisfacción se tendrán, no será visto como una obligación o una tarea, y mucho menos como un castigo, de ahí que los niños que aprenden en edades muy tempranas el hábito de la lectura, son más felices y sienten menos vergüenza al cometer errores. Al contrario, los niños que se enfrentan tardíamente al proceso suelen tener más presión por parte de los padres y los maestros y, por ende, tienen ejecuciones pobres que los llenan de frustración.
Sin embrago, para lograr que la lectura y la escritura lleguen a edades tempranas, se ha de trabajar antes que con los niños, con los padres. Se les ha de invitar a contra historias a los bebés, a cantar canciones de cuna, a leer algo más que mensajes en los teléfonos celulares, a escribir con palabras y no con emoticones, pues se requieren de buenos lectores para crear a mejores lectores, por lo que la palabra no puede ser solamente un medio de comunicación, sino un vínculo emocional e intelectual.
Si queremos un país de lectores, necesitamos priorizar y tener cuidado de lo que decimos y cómo lo decimos en los medios de comunicación, pues las malas palabras y los insultos resuenan por mucho tiempo, y pasan de los padres a los niños y luego a otros niños. Las faltas de respeto ahora tan populares pueden atraer muchos lectores, pero no es la mejor forma de enseñar a leer o escribir. Si realmente queremos un país de lectores, debemos empezar por la sociedad en su conjunto. Así que cabe preguntarnos: ¿qué clase de lectores quiero y soy capaz de modelar?

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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