Convivencia y libertad

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Es de notarse cómo en estos primeros días del nuevo gobierno federal se ha reportado en los diarios y los noticieros de los medios de comunicación un número más grande de afectaciones a la seguridad pública que apenas unas semanas atrás. Detenciones de personajes antes intocados, el estado de Sinaloa vive olas de hechos delictivos en un número insoportable; se dan casos graves poco frecuentes, tal como el asalto a una comisaría con saldo de robo de armas, más carreteras inseguras, y más.
¿Más eficacia de las nuevas autoridades? ¿Más actividad de los delincuentes para dejar su poder a los “nuevos” responsables? ¿Ambos bandos se están avisando por dónde será la relación mutua? ¿Todo quedará igual en unas semanas más? Bien. Más allá de lo policial y lo político, aparece de nuevo una pregunta por la educación nacional y sus frutos. Si estos son los niveles de falta de respeto absoluta a las leyes y a la convivencia, la educación de nosotros los mexicanos, considerados todos a la vez, es lamentable y triste. Unos por lo que hacen, otros por lo que no hacemos.
Miren. Hace unos días una estudiante de maestría en educación nos compartió algunas impresiones de su viaje a Dinamarca, ese nombre repetido por la 4T. Entre otras cosas vivió cómo en pleno invierno las madres van al mercado con sus niños pequeños en su carriola, y los dejan en la puerta de los establecimientos sin mayor preocupación. A nadie en Dinamarca se le ocurre hacerle daño a un bebé o la madre. A más de ser una falta grave prohibida en la ley, el comportamiento educado de todos impide esa conducta, pues es una convicción cultivada en casa, familia, escuela y vida diaria: respeto a la vida, cuidado con y de los menores, exigir lo que es ley y respetar las convicciones colectivas.
Ese suceso que a la estudiante le asombró y le hizo ver la distancia entre esa sociedad y la nuestra, a pesar de una y mil declaraciones, leyes y trampas en relación con la seguridad ciudadana… Y sí, aprender a convivir pasa por la educación, familiar, social y escolar.
Las personas tenemos un gran cerebro para hacernos capaces de vivir en este gran mundo y gran sociedad que las personas que nos han antecedido nos han dejado quienes. Sin embargo, hoy nos sigue costando mucho trabajo vivir sin exigir y exigirnos ganar siempre. Puesta la calidad de la vida en ganarles a los demás. El pleito, la lucha sin cuartel y el gusto de alegrarnos con ganarle al otro, de quien me puedo burlar por haber perdido, hacen imposible una convivencia plena.
La educación, familia, sociedad y escuela, no nos ha liberado de la tendencia a ganar, sin importar cómo, a todos y todas las personas y asuntos con quienes lidiamos en la vida práctica: padres, madres, parientes, jefes, jefas, gobiernos, comerciantes, dineros y gente en la calle. La convivencia no es “algo”. No es cualquier aprendizaje. Es un constitutivo de nuestro ser humano, que se construye en libertad, al mismo tiempo. Ser libre es ser convivial.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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