¿Balas o lápices?

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

El dilema entre acabar con la vida del enemigo y su círculo más cercano o convencerlo con palabras y diálogo se ha presentado a individuos, grupos, gobiernos y alianzas entre poderes. De plantear y arreglar las cosas negociando, hay quien prefiere las amenazas y es frecuente que nos enteremos de quienes pasan a los golpes, a los objetos punzocortantes y a los objetos arrojadizos. De estos últimos, los adversarios han echado mano a lo largo de la historia y se han lanzado entre sí innumerables proyectiles, con tal de dañar al enemigo y sus objetos preciados desde una distancia relativamente segura. Relativamente, porque es probable que el enemigo tenga también capacidad de recolectar, fabricar y lanzar objetos en respuesta a los proyectiles del contrincante.
Por otra parte, el diálogo con gestos se ha enriquecido cada vez más inflexiones, términos, volumen de voz y, finalmente, con la palabra escrita. Han sido múltiples los instrumentos utilizados para representar ideas y para trazar símbolos que remiten a sonidos, conceptos y a propuestas de acción. En nuestra infancia de antaño y en las infancias actuales, uno de los primeros instrumentos que utilizamos para dibujar y luego para expresar nuestras ideas fue el lápiz. Ser capaces de manejar un lápiz, con menor o mayor destreza y precisión, nos llenó de orgullo al descubrir la capacidad de hacer llegar nuestros mensajes sin que necesariamente estemos presentes. En vez de objetos arrojadizos, nuestras palabras logran trascender espacios y tiempos. De los garabatos que debíamos explicar a nuestra audiencia (“éste es mi nombre”, “aquí te mando un saludo”), en algún momento logramos afinarlos para convertirlos en letras y palabras que logran traducirse en sonidos y en ideas sin necesidad de que las expliquemos a nuestros interlocutores.
Entre los mensajes belicosos de los objetos arrojadizos y las palabras, que también tienen consecuencias, el dilema suele resolverse por los gobiernos con distintos énfasis en lo que consideran valioso. Privilegiar la educación para que todos seamos capaces de dialogar y comunicar nuestras ideas con imágenes y palabras, o privilegiar las formas de agresión y de respuesta a las agresiones de los enemigos, se ha convertido en optar por gastar la riqueza generada en el país en los dos rubros. De tal modo que el gasto en armamentos (id est, en balas y lo que habilita la posibilidad de lanzarlas) y el gasto en educación (i.e., en lápices, cuadernos, los espacios y los sueldos de quienes ayudan a las siguientes generaciones a usarlos con provecho) se han convertido en indicadores del poderío armamentista y cultural de los gobiernos de los países. Lo que nos da cierta idea de lo “protegidos” o de lo “civilizados” que son las poblaciones de los territorios gobernados por esos grupos que deciden en qué se gastará el dinero.
Es sintomático que, en el mundo, el gasto en armas ha comenzado a crecer en meses recientes, en especial a partir de la invasión del régimen de Putin a Ucrania. Aun cuando, en el mundo el gasto militar representa cerca del 2.4% del Producto Interno Bruto (PIB), hay países como Eritrea que gasta hasta el 21.9% de su PIB en armamento, Omán el 10.9%, Libia el 15.5%, mientras hay otros como Estados Unidos que gastan 3.7% del PIB en balas y su parafernalia, o Israel que gasta 5.6%. México gasta el 0.6%, mientras que Costa Rica y Haití no gastan un solo dólar en proveerse de balas.
Según la misma fuente (Banco Mundial: Gasto público en educación, total (% del PIB) | Data (bancomundial.org)) el gasto en educación en el mundo ronda un promedio de 3.7% del PIB, aunque hay países como Arabia Saudita que reportan un 7.8% y Cuba un 12.9% de su PIB en lápices y el equipo que les acompaña. Estados Unidos gasta 4.9% de su PIB en educación, mientras que nuestro país gasta el 4.3% en ese rubro. Es sintomático que estos porcentajes del PIB pueden dar idea de las apabullantes diferencias en gastos entre un país y otro, pues su capacidad de generación de riqueza implica diferencias abismales. Por una parte, podemos pensar que lo que Estados Unidos gasta en armamento (más de 800 mil millones de dólares al año) equivale a lo que gastan los gobiernos de Alemania, Francia, Rusia, Reino Unido, China, Japón, Corea del sur e India combinados (Budget Basics: National Defense (pgpf.org)). Habremos de plantearnos qué importancia le damos los humanos a comunicar ideas y llegar a acuerdos, en comparación con la que damos a la capacidad de lanzar objetos a las propiedades y cuerpos de otros humanos.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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