Ayotzinapa y democracia sindical

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Hay fechas infaustas en la memoria de la sociedad mexicana, en la memoria colectiva del magisterio y los estudiantes.
Como ejemplos inmediatos acaso habrá que enunciar el 2 de octubre de 1968 cuando la incapacidad de escucha del presidente Gustavo Diaz Ordaz, mexicanito paranoico contra las ideas comunistas, quien previa orden de estructura y ejecución militar ensangrentó la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Otra fecha para el imposible olvido es la noche del 26-27 de septiembre de 2014, la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de la escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.
El normalismo rural, sus iconos y héroes identitarios, nota aparte, Raúl Isidro Burgos, dice un biógrafo anónimo, “Es el ejemplo del auténtico maestro impulsor de la escuela rural mexicana, producto de la Revolución Mexicana, considerando a ésta la casa del pueblo, el lugar de reunión de la comunidad en donde el maestro ponía sus conocimientos al servicio del pueblo, de sus luchas, de sus esfuerzos por resolver sus problemas ancestrales, porque en la escuela rural, se necesitaba un maestro, un verdadero maestro identificado con la población más pobre y apartada de la civilización”.
Diaz Ordaz, Peña Nieto, el SNTE instrumento de ensayo caciquil; coyunturas y continuidades en el asedio al normalismo rural.
En un clima de franca agresión institucional contra el magisterio y el normalismo rural en particular, en un entorno de soberbia gubernamental sobre el piso de las reformas estructurales, entre ellas la educativa, en un galopante silencio y execrable práctica de complicidad por omisión, tardía reacción y obligado posicionamiento del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
“Involucrado en el conflicto de Ayotzinapa, el SNTE tardó 3 días en condenar la represión… todo empezó con la propuesta del sindicato del Director de la Normal, dice un líder de los alumnos… Los mismos maestros cuentan que la propuesta surgió de la sección XIV del SNTE, y de ahí comenzó el conflicto” (La Vanguardia/Mx, 23/09/2015)
Ese es el contexto en el que se perpetró la brutal desaparición de los normalistas y con el crimen de Estado la fractura de la gobernabilidad y confianza en las instituciones que imparten justicia, al asestar, otro golpe a la veracidad como valor universal, a través del cuento infantil de la “verdad histórica” hoy insostenible.
8 años del desfile pseudo informativo en los distintos medios de comunicación y la falsa sensiblería de los lectores de noticias maestros del montaje, sobre la magnitud del crimen de Estado, la venda en los ojos de un sector de la gente agravada por la crisis de la pandemia, la disposición gubernamental ahora de esclarecer los hechos a pesar de la desaparición de pruebas y juzgar a los responsables.
El proyecto y madurez institucional, tiros y troyanos en la lucha ideológica interna, en el microespacio de una institución formadora de docentes que devela muchos de los constitutivos de estudiantes versus maestros(as) de las instituciones de educación Normal públicas, el nivel de educación superior y otros niveles.
En el caso de la Normal de Ayotzinapa, “Si los estudiantes de la Normal (educación de izquierda) actúan dentro de los parámetros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG), sus profesores (educación oficial) son militantes del SNTE” (Guillermo Sheridan, Revista Letras Libres, 5/01/2015)
El autoritarismo y los antecedentes, las pruebas de fuego de febrero de 2013, la aprehensión de la entonces líder moral del SNTE y de 2014 (septiembre) la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en el estado de Guerrero, colocó al SNTE en su laberinto, puso al SNTE en posición débil de maniobra y negociación, descendió un escalón más de su condición del viejo protagonismo en el tinglado de la vida política nacional.
Los lidercillos obesos, raterillos y acosadores; estar de rodillas al piso, en su rol de apéndice de sindicato orgánico desde su origen mismo.
El debate del uso de las cuotas, su burocracia y autocracia, la reproducción de liderazgos en distanciamiento social de sus agremiados, los líderes seccionales sempiternos, los decanos y familiogramas hereditarios en otra reeditada campaña, son campo de juego minado para el cambio real.
El SNTE, el PRI, Peña Nieto, Aurelio Nuño, Osorio Chong, algunos personajes contra la educación pública y contra los educadores; las omisiones, las malas decisiones y la opacidad e impunidad, los cambios a la ley en la cortina de humo de la rectoría del Estado y las reformas estructurales sin consenso en la población.
La violencia simbólica a través de la evaluación punitiva, la conciencia frágil, la práctica de solidaridad debilitada y la anémica formación política e histórica de un sector del magisterio, como coadyuvantes en la larga noche del 26-27 de septiembre de 2014 a nuestros días, los montajes informativos, la criminalización de las víctimas como modus operandi para condicionar la opinión pública.
Ayer, la celebración de un aniversario más de la independencia nacional de México; ayer también, el octavo aniversario de la desaparición de los normalistas, las dificultades para investigar y conocer los hechos; las dificultades para aplicar justicia a los detenidos. Los padres de los desaparecidos, el deseo de resultados.
Las torceduras en la integración profesional del magisterio de hoy, la tenue línea entre profesionalidad ampliada y militancia política. La participación en la renovación de los comités seccionales 16 y 47 en Jalisco por venir el 11 y el 14 de octubre, la dinámica de las planillas institucionales y alternativas, los tiempos de campaña y agrupación, la transición poco esperanzadora y la rendición de cuentas de los que se van, la mirada contemplativa de maestros y maestras sin cultura de participación autónoma, el no importaquismo que beneficia a los enquistados grupos de poder.
Formarse para la democracia sindical y el voto universal, el ejercicio del sufragio, las manos negras no invisibles, militancia implícita y voluntades gubernamentales; el análisis necesario de planillas y propuestas, la historia reciente de manipulación de cuotas y conciencias.
Memoria histórica y participación política como tipo ideal Weberiano, la democracia como forma de vida, los formadores de la moderna ciudadanía en las aulas y en los micrófonos de los patios cívicos.
La ya próxima hora de votar y hacer una representación más eficaz en la atención de las demandas laborales, la revalorización del magisterio y la dignidad profesional como divisas, como razones de participación.
Memoria histórica para no olvidar y aprender de los hechos de Ayotzinapa, capacidad de decisión, visión de transformación y buen tino en el ejercicio de cambio de representantes.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    Agradecer la donación de su palabra Dr. Rubén en análisis del tema que coloca en reflexión.
    Desde mi rol de Profesora, me duele el hecho acontecido en la desaparición de los 43 estudiantes normalistas, me sumo en conciencia y acción para no perder la memoria histórica con la pretensión de sumarnos al esclarecimiento de los hechos. Nuestra solidaridad con las familias de los estudiantes.
    Soy una voz de los que no tiene voz, de los seres humanos que nos faltan: “Intentaron enterrarnos, sin saber que éramos semilla” .
    “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera” Pablo Neruda.

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