Articular para contribuir

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Hace unos años, Clara Jusidman, mexicana distinguida, colaboradora y directora de varios proyectos de desarrollo social y político, tanto en instituciones oficiales como el hoy Instituto Nacional Electoral (antes IFE) o en instituciones de la sociedad civil, escribió en unas notas para presentar su ponencia en alguna reunión entre instituciones de la sociedad civil y oficinas y organismos gubernamentales dedicada a reflexionar sobre la situación de la sociedad en aquellos momentos, cercanos a la reciente toma de posesión del presidente Calderón. La nota que recupero aquí es del 10 de julio de 2013, casi 12 años atrás.
Transcribo dos párrafos de la nota en cuestión: “El número de personas y familias afectadas por las violencias en México está creciendo aceleradamente y exige una revisión profunda de los muchos y desintegrados programas sociales que se han venido aplicando, centrados principalmente en la reducción de la pobreza o en brindar asistencia social.
La criminalidad y la delincuencia nos están obligando a voltear a ver cómo restituimos o construimos las capacidades personales y sociales que permitían ejercer un control social sobre los conflictos y enfrentar las amenazas de manera que la vida social transcurra esencialmente de manera pacífica. Por ello estamos preocupados por el tejido social”.
La actualidad de la descripción con la situación social de hoy de nuestro país es, sin ninguna duda, asombrosa. Doce años han pasado y padecemos situaciones actuales descritas con claridad en la nota de Jusidman. Mayores violencias. Mínimo control social de conflictos y amenazas violentas. La sociedad a la defensiva y el gobierno, hasta hace unos días, francamente ineficaz. La doctora Jusidman ubica la preocupación central en el tejido social, una expresión con la que se llama la atención sobre la desarticulación de los esfuerzos de gobierno y sociedad civil, hace rato echada a un lado, sobre todo, por el régimen político mexicano.
La expresión “tejido social” nos avisa de una realidad: la ruptura y aun la desaparición de las acciones y actividades que nos proporcionan cohesión solidaria y vínculos sociales fuertes. Se afectan las relaciones sociales, esa capacidad de las personas de reconocerse en y convivir con otros miembros de la sociedad o de la comunidad cercana a ellos y ellas, con las cuales se comparte desde un saludo hasta una reunión por los cumpleaños o el matrimonio de alguien de ese entorno. Y desde luego se afecta el cultivo y el crecimiento de los lazos de relación, pues se pierde la confianza en los demás.
La Dra. Jusidman en aquella nota lo puso así:
“El fortalecimiento del tejido social desde una visión de contención de las violencias significa que las personas se conozcan, desarrollen confianza y construyan solidaridades que les permitan realizar en forma colectiva actividades de mutua protección, de apoyo ante eventualidades y de resistencia frente a amenazas.”
Es articular nuestras relaciones para construir y mantener fuertes esas relaciones sociales, convivir para reconocernos, respetarnos y cuidarnos entre nosotros y contribuir a la reconstrucción de este país. Sin duda, la educación, la escuela y la familia tienen un quehacer trascendental en la recuperación del tejido social.

*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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