Aprender como base de la sobrevivencia

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Estábamos llegando al final del siglo XX cuando se publicó un texto coordinado por Jacques Delors (en 1994), La educación encierra un tesoro, era un informe de la UNESCO sobre la educación para el siglo XXI, el punto central y que más se recuerda se ubica en la segunda parte del libro, donde se plantean Los Principios (capítulos cuatro y cinco), por un lado están Los cuatro pilares de la educación (aprender a conocer; aprender a hacer; aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás; y aprender a ser) y por el otro, La educación a lo largo de la vida.
Señalo lo anterior porque después de 20 años de iniciado el siglo XXI y 26 de la publicación del libro, el confinamiento del Covid-19 ha puesto a cada persona en su lugar, eso hace suponer que los Principios señalados en el texto, al parecer, pasaron de largo para la mayoría de la población que pasó por una escuela y cursó la educación básica de 1994 (cuando fue publicado el libro) al presente. El sistema educativo mexicano también quedó a la zaga de la posibilidad de modernizar la escuela, sobre todo porque se esperaba un siglo XXI más tecnologizado, donde las máquinas entrarían de lleno a las escuelas y, por lo tanto, habría que poner más atención en los aprendizajes de los estudiantes que en la magia de las computadoras y demás aparatos electrónicos que invadieron el mundo pero no fue así, en estas dos décadas el software le ganó la batalla al hardware en lo que se refiere a la educación escolarizada, qué decir de la desigualdad de las escuelas en México, lastimosamente sigue habiendo muchas de ellas sin luz eléctrica, agua potable, drenaje y, muy lejos queda aún la educación digital.
La lección que ha dejado este confinamiento es que nos mostró una cara demasiado crítica de la realidad educativa, tanto en lo individual como en el colectivo. Una muestra de ello lo hemos visto en que la mayoría de personas siempre se han quejado que por falta de tiempo no pueden realizar muchas cosas como hacer ejercicio, leer, estudiar, actualizarse, reparar y reordenar el hogar, platicar con la pareja, los hijos y los amigos, etcétera, etcétera, con este fenómeno nos dimos cuenta que el tiempo no ha tenido la culpa ni ahora ni nunca, el problema principal son las prácticas culturales y educativas que desarrollan las personas, ya que si algo ha sobrado en estos días es tiempo y se sigue haciendo casi lo mismo: derrocharlo. El principio “La educación a lo largo de la vida” ha tenido una ausencia evidente, porque el aprendizaje como tal no es parte de las prioridades de las personas, la modernidad del siglo XXI nos ha hecho consumidores pasivos y acríticos, y se quiera o no reconocer, las recomendaciones de la UNESCO no lograron establecerse en México y por lo tanto, han sido dos décadas muertas para la educación y para los aprendizajes.
Se ha insistido que el regreso a las escuelas, una vez que termine la pandemia el futuro de las aulas y el convivio dentro y fuera de éstas ya no puede ser igual tal como lo conocemos, si realmente se quiere actuar será necesario, entre otras cosas:

• Acondicionar las aulas y demás áreas para hacer efectiva la sana distancia y el cuidado higiénico de alumnos y maestros (deberán atender con seriedad la sobrepoblación de las aulas).
• Generar procesos de capacitación y actualización docente acordes a las necesidades didácticas, tecnológicas y emocionales requeridas por niños, niñas y jóvenes.
• Crear canales permanentes y sistemáticos entre maestros y padres de familia para vigilar que los procesos educativos de niños y jóvenes desarrollen aprendizajes que resuelvan sus necesidades como individuos y entes sociales.
• Fomentar la colaboración entre todos los protagonistas de la educación para generar propuestas educativas en colectivo, de manera horizontal y diversificadas a través del diálogo, el debate y el consenso.
• Proponer un currículum transversal donde los temas prioritarios sean la salud, el emprendimiento, la cooperación y la educación de las emociones, entre otras ideas.

Veamos pues, que buenas ideas surgen tanto de las autoridades educativas, como de los académicos, los investigadores y demás interesados en mejorar las cosas para la escuela después de esta experiencia. Lo cierto es que, como nunca, los padres de familia extrañaron la labor de los maestros de manera presencial y la importancia que tienen las escuelas en su vida cotidiana durante 40 semanas al año.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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