Aprender a afirmarse sin contradecirse

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Solemos decir que no sabemos qué es lo que quieren los otros. Y hay muchos que pueden pensar que, desde su perspectiva, no tienen manera de saber qué diablos queremos. En esto del adivinarse unos a otros en contraposición con el saber afirmarse y expresar el propio sentir se han basado muchas de las comedias de enredos de la literatura y el cine. Se trata simplemente de entender que a quien no habla Dios no lo oye… y mucho menos adivinan quienes nos rodean.
Hay una larga tradición en la política que aconseja no enseñar las cartas y por eso no dejar saber a los interlocutores qué es lo que realmente deseamos o a lo que aspiramos. Pero ese ocultamiento, en las relaciones personales y profesionales, suele llevar a terribles confusiones, maltentendidos, conflictos y perplejidades. Parecería ser más frecuente de lo que imaginábamos que nos demos cuenta de que lo que “realmente quería decir” nuestro interlocutor está muy lejos de lo que interpretamos.
Así, a veces no es sólo problema de que sobre-interpretemos o sub-interpretemos, es decir, que sospechemos intenciones que se encuentran detrás de lo expresado, o que no podamos o queramos comprender mensajes que, suele decirse, son tan claros que ni el agua los iguala. A veces es problema de que nosotros o nuestros interlocutores no nos afirmemos en lo que deseamos. Pero mientras que en política o en algunas relaciones interpersonales aprendemos a no expresarnos directamente para “defendernos” de las posibles interpretaciones de nuestras intenciones, en el salón de clases es importante dejar claro de qué se trata cada aprendizaje: que los estudiantes sepan que cada actividad, lectura o producto requeridos por parte de los docentes están vinculados con objetivos, habilidades y procedimientos que los estudiantes deben manejar cada vez mejor.
De tal modo, cuando los docentes afirman que determinadas actividades o secuencias de productos deben conducir a determinados aprendizajes permanentes, es importante que lo hagan con claridad: qué se espera que logren y retengan los estudiantes y de qué manera eso se vincula con otros aprendizajes pasados o futuros. Del mismo modo en que en nuestras relaciones interpersonales o políticas es importante establecer objetivos claros y explicitar nuestras intenciones en distintos plazos de tiempo, es importante dejar claro, en cada sesión de cada curso de cada grado, a dónde pretende llegar cada docente que diseña actividades y productos para que sus alumnos se ejerciten en determinados aprendizajes.
En buena parte porque lo que se logra, en las ocasiones en que los objetivos y los aprendizajes no son claros, es algo distinto de lo que se afirmaba que se pretendía lograr. Así que si lo que se espera y lo que se desea al establecer determinadas tareas en los cursos es un aprendizaje de determinadas habilidades es mejor hacer explícito cuáles son éstas, antes de que los aestudiantes se lancen a realizar actividades y productos a los que no les encuentran sentido ni dirección y que a veces parecen encaminadas a una cosa y otras a la contraria. ¿Qué tan claro dejamos los docentes los objetivos de las actividades que planteamos en el aula o fuera de ésta? ¿Con qué grado de definición sale cada estudiante de las sesiones de trabajo en el aula para seguir con sus aprendizajes fuera de ésta?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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