Amor materno

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

La maternidad se define por el amor. Cómo otras prácticas sociales y emocionales hay muchas maneras de manifestarlo, muchas maneras de sentirlo.
Aunque por razones culturales el ejercicio del amor maternal se materializa en una dirección (de madre a hijo) y la variable edad del infante determina en mucho el esquema de relación, es importante la retroalimentación no culpígena hacia la madre.
Desde la perspectiva educadora los docentes confirmamos que cuando hay amor y responsabilidad de la madre, el educando obtiene mejores resultados de aprovechamiento.
Hay mucha relación de los indicadores de calidad desfavorable con la ausencia de acompañamiento materno, hay toda una franja de niños y adolescentes cuya variable explicativa de bajo desempeño o de ausentismo escolar, está relacionado con hogares fracturados.
Aunque en nuestro país existe un escenario social visible en la escuela pública de ausentismo paterno, observamos que muchos de los menores se ajustan con más naturalidad a esta ausencia. El ausentismo de la madre tiene mayores implicaciones en materia de rezago cognitivo y de construcción de valores importantes de adaptación.
Las condiciones materiales de privación son condicionantes del ambiente sociorrelacional en casa y se relacionan al tiempo de presencia maternal y ausencia de calidad del vínculo materno infantil. Este es el mundo de las madres trabajadoras que han de contribuir al sistema económico de casa y este es el mundo doblemente complicado de las madres solteras cuyo número parece incrementar de manera sostenida.
Refieren los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de 2019 que el 73% (36.2 millones) de las mujeres de 15 años o más que residen en el país, han tenido al menos un hijo (a) nacido vivo, de ellas el 9.9% son madres solteras.
¿Que tanto la condición de aislamiento social ha propiciado una maternidad más o menos responsable?
No lo sabemos con precisión, pero hay indicadores que en términos cognitivos hay pérdida, pero en términos sociales y relacionales hay ganancia, al menos en el fortalecimiento del vínculo. Es previsible que a mayor presencia en el hogar y mayor tiempo de interacción corresponda una mejora de la comunicación y conocimiento de los intereses y necesidades, aunque hay que valorar la comunicabilidad entre los miembros de la familia, cuando se interponen los aparatos electrónicos y reorganizan el tiempo y la interacción real.
Si hablamos de reciprocidad afectiva estamos ante una problemática. La dialéctica del amor maternal es complicada. Pocas veces la madre recibe en retroalimentación la calidad de amor que ella prodiga, la ingratitud y no el desamor parece ser la característica distintiva en la infancia y adolescencia, aunque no de manera generalizada.
La madre se alimenta del amor del hijo o de la hija con un complejo simbolismo o con fragmentos propios del egocentrismo de la etapa infantil; lo deseable es que se eduque al niño en la reciprocidad y se le enseñe a amar, a honrar a su madre.
Si queremos educar emociones, un punto de partida sería ese: aprender a amar a la madre.
Amor pensado, amor racional, amor de reconocimiento, amor de práctica diaria, vivificante para las partes.
Octavio Paz, en su libro Laberinto de la Soledad, describe que la mujer es un enigma, pues representa la fecundidad pero también la muerte. Identifica dos tipos de madres mexicanas: la virgen católica, Guadalupe-Tonantzin representativa de refugio, protección, seguridad y amor para los pobres y los débiles y la madre violada o la Chingada, la maternidad como la llorona o sufrida, la madre violentada, herida, desgarrada y manchada.
Aunque los días 10 de mayo se constituyen en un himno a la abnegación de dientes para afuera, de WhatsApp y Facebook, las cifras reales ilustran otra realidad que desnuda abuso y maltrato en variadas formas.
Según datos del INEGI el 63% de las mujeres ha padecido algun incidente de violencia y dentro de este grupo el 32% de ellas ha padecido violencia sexual.
De más está decirlo que un día al año es insuficiente para cubrir el costo de lo que se debe a la figura materna en términos nutricios, afectivos y de salud psíquica.
En la dinámica del hogar el pilar nutricio y formativo lo realiza la madre por tradición, aunque progresivamente la división social del trabajo formativo y del equipamiento emocional de los hijos se comparte con algunos papás. La participación eficaz del padre crece progresivamente sobre todo en los sectores escolarizados y clase media.
Mucha de la fortaleza psíquica, mucha de la calidad relacional con el mundo depende de la calidad de la maternidad. La construcción sana de la personalidad del ser humano está determinada en mucho por la calidad de las madres.
Hay evidencia de que las madres escolarizadas encuentran mejores respuestas a los intereses que cada etapa de la infancia y adolescencia demanda, sobre todo en los valores que muchas veces la institución escolar demanda.
Aunque en las familias campesinas de madres no escolarizadas a veces se recibe mejor educación en habilidades para la vida.
Por eso es importante el proyecto de mejora de la educación emocional en la escuela fortaleciendo los vínculos primarios y propiciando el reencuentro con la madre.
Amar a la madre es también asignatura práctica en el contexto del aula, pese a que el ejercicio de la maternidad y sus formas se han movido con la reestructuración de las relaciones sociales en su totalidad, en la coyuntura de la pandemia y su subsecuente sana distancia.
No ha sido fácil incorporar a la agobiante tarea de sostén del hogar, la tarea de educadora, supervisora de tareas y de comunicación con los profesores.
Uno de los sectores con capacidad rápida de aprendizaje social es justamente el conjunto de madres, nuestra especie tiene ese activo.
Si la contingencia se cifra en lecciones, justo las madres nos tendrían que hacer prestar oídos.
Por ejemplo, deconstruir la estructura física del hogar para acondicionar nuevos espacios de juego y estudio.
Conocerlos, dialogar, interactuar, observar el desacomodo de horarios de sueño.
Asistir en el cansancio, en la crisis emocional que ella misma y los pequeños en condición de Quédate en casa han vivenciado.
Ajustar el menú alimenticio en razón de los menores recursos que ingresan al hogar, por reacomodo mismo de la dinámica económica y empleo.
Retomar habilidades de lectura e interpretación de instrucciones que a través de las plataformas digitales y encuentros virtuales se asignan a sus hijos.
Administrar los tiempos y movimientos del juego, los tiempos de televisión. Interpretar el lenguaje a veces conceptual de los programas de Aprende en casa.
Manejar positivamente la energía de los niños y las niñas, el impulso de relaciones sociales de los adolescentes.
Generar interacción con la familia ampliada y hacer terapia familiar de múltiples maneras. Escuchar, compartir, sugerir un esquema de cuidados e higiene básicos.
Proveer los infaltables tes que a manera de placebo crean un escudo mental para la prevención del Covid.
La madre que escucha
La madre que se recuerda
Las madres que la contingencia se ha llevado.
Las madres que se fracturan por el dolor de la pérdida de un hijo…
Amor materno como componente de cohesión social mientras el tejido de nuestra sociedad se estira, rasga, se rompe por partes.
La sociedad jalisciense que clama justicia por hechos recientes como el asesinato artero de los jóvenes José Alberto, Ana Karen y Luis Angel González Moreno.
La urgente solidaridad con la madre de ellos, con la familia toda por su enorme dolor.
Las consignas que duelen, las mantas y lonas de la glorieta de la desaparecidos, el clamor de enorme dolor: “Hijo hasta encontrarte”, la oración, el llanto.
La necesaria solidaridad con las madres de hijos desaparecidos en Jalisco, hechos que se llevaron la paz familiar, inseguridad manifiesta que se ensaña con adolescentes y jóvenes, que rapta el sentido del festejo del 10 de mayo de 2021.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    Dr. Rubén: Agradezco la oportunidad de colocar desde el ángulo de mi mirada algunas consideraciones: Desde la definición de sexo que nos fue configurado desde nuestro nacimiento, la mujer es una creación de combinación perfectible entre terrenal y divina; porque comparte el hecho de ser creatura y creadora, tratar de definirla, es reconocer la complejidad de roles que actualmente desempeña: madre, trabajadora, compañera, etc., mas sin embargo es una ocasión que permite el resignificar – nos en este estar – siendo mujeres – compañeras – madres. Nutrir es otra de las cualidades de este hermoso ser llamado: “madre” que conlleva la “donación voluntaria de vida” hacia el otro, los otros. La madre Mexicana y el significado cultural de “ser”, con todo el sistema de certezas que le fue implantado – construido y que aún con todo ello se levanta cada día sintiéndose perfectible. Por otra parte, acudimos históricamente al surgimiento de “La mujer nueva”, desde sus propios girones, reconstruyéndose desde el senti-pensarse en el aquí y ahora, resurgiendo con una nueva mística creadora.

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