Agosto 30: ¿un providencial retorno a clases o un potencial retorno a la emergencia?

 en Moisés Aguayo

José Moisés Aguayo Álvarez*

“Hay que seleccionar, focalizar en lo real, pero saber qué focalizamos y seleccionamos…
Recorto lo que me interesa de una realidad y difumino el resto.
Lo importante es saber permanentemente acordarse de que simplificamos por razones prácticas,
heurísticas, y no para extraer la quintaesencia de la realidad.”
Edgar Morin

A propósito del epígrafe, en cuanto a su referencia sobre “extraer la quintaesencia de la realidad”, vale hacer en este espacio algunas reflexiones, en función del sentido que cobran de cara la atmósfera de incertidumbre generalizada en todos los agentes del sistema educativo nacional y en todos sus niveles: ni los órganos internacionales, ni los encargados del diseño de la política pública, ni los actores políticos que difuminan —matizan u ocultan— aspectos cruciales de cualquiera de las dimensiones traslapadas en esta realidad intersubjetiva, ni los trabajadores de la educación, ni los diversos sectores de la sociedad civil, pueden emitir una sentencia puntual que condense, aunque fuera simplificando de forma heurística, el corte de caja final de la decisión del retorno a la presencialidad en las escuelas.
Sin duda, el escenario que se vislumbra en este arranque del ciclo escolar 2021-2022 es inusitado y por demás complejo, considerando el adjetivo desde su vertiente etimológica de complexus, que atañe a la trama de elementos enlazados, procedentes de diversa naturaleza u origen. En ese sentido, cualquier análisis al respecto de dicho escenario, no puede ser reduccionista o pragmatista a ultranza, ni invalidar la interlocución de los individuos que debemos enfrentar la incertidumbre en los territorios concretos y vivir con la eventual manifestación de sus efectos.
Como señalaba antes; hasta ahora, nadie puede predecir con certeza el resultado social y sanitario del retorno a la presencialidad en el Sistema Educativo Nacional. Tenemos, eso sí, la certidumbre de varias urgencias, de distintos niveles y ámbitos; no obstante, vale considerar, al menos, lo ocurrido en la experiencia internacional y conjugarlo con algunas de las variables contextuales de mayor incidencia en la llamada “primera ola” de contagios, a nivel nacional y local; no sólo para configurar un criterio personal, sino para fortalecer el análisis en los espacios comunitarios, en donde el criterio se traduce en decisiones que implican a terceros, como es el caso de los niños, niñas y adolescentes, padres de familia, docentes, personal de apoyo, administrativos y demás sectores que confluyen en el espacio escolar directa o indirectamente, pues no hay que olvidar a la serie de capas poblacionales coextensivas a los centros educativos: comerciantes, cuidadores, guarderías, abuelos, proveedores, prestadores de servicios, etcétera.
Lo grave, desde este plano, radica en que es justo en los días que preceden a la reincorporación laboral de docentes, personal directivo y de apoyo, luego del periodo de receso escolar; la inminencia del retorno a los planteles se ve impulsada con denuedo tanto desde el gobierno federal, como desde el estatal —con una determinación casi comparable con la que se manifestaron en sentido contrario, aun sin la variable delta, sin una curva ascendiente de contagios y sin un historial de referencias internacionales— y eso parecería un buen mensaje de coordinación política; sin embargo, el disenso respecto del retorno a la presencialidad al interior del estado, específicamente con la Universidad de Guadalajara y con las proyecciones estadísticas y evaluaciones de riesgo, (antes bien confiables y ahora bien balines), sólo sumergen aún más a la población, en la incertidumbre.
Por otro lado, si todos los indicios científicos considerados por la federación y el estado —sus otros datos— apuntan a que el estado de las cosas en las dimensiones de lo sanitario, socioemocional y económico, hace plausible un retorno, con independencia del carácter voluntario para niños y padres de familia, lo cierto es que, al menos a nivel local, no se aprecian con la suficiente claridad las condiciones de infraestructura hospitalaria especializada extendida y de calidad, que puedan dar el ancho para enfrentar un escenario adverso potencializado; aunque eso sí, la morgue masiva provisional estuvo lista desde el año pasado. Ya se difuminaron, parafraseando a Morin, entre otras cosas: la posición casi-casi-ya-mero-ya-merito radical del SNTE, de no retornar a las escuelas mientras hubiera semáforo rojo; se van borrando también los recuerdos de las deudas millonarias contraídas por el ejecutivo estatal y la mayoría de la cámara, y de las cuales ya no queda ni el aroma, o al menos esa es la impresión que dieron durante la semana pasada cuando al parecer se les notaba decididos a recuperar presupuesto incluso de paquetes financieros ya etiquetados; además, las medidas sanitarias en centros comerciales, sitios turísticos y el transporte público; borronéase también la fraternidad casi idílica entre el gobierno estatal y la UdeG; de filón, se hace nebulosa la bien conocida pugna local por los titulares nacionales y los zipizapes con la federación; y el corolario de estas difuminaciones: la correlación entre los procesos electorales vividos y el crecimiento de los casos activos. Lo que sí queda claro es la eficiencia del sistema político para difuminar, focalizar y reificar la realidad, que, tal como se ve, ni es verdad, ni es mentira, sino depende de quién te rente el cristal a través del cual miras.
Ante lo anterior, quizá no habrá mucho que oponer de manera individualizada, salvo cierta obstinación en alguna de sus manifestaciones; sin embargo, para situarnos ya en el campo de la acción educativa, y en la prospectiva de cómo apelar a una acción inteligente a nivel de las micro colectividades, quizás sería conveniente pensar en cómo ponderar la integridad y la vigilancia comprometida de las medidas sanitarias de rigor, cómo apuntalar la reeducación comunitaria en torno al virus y en cómo echar mano de los datos susceptibles de levantarse de forma contextualizada. De entrada, pudiera pensarse en acciones como:

1. Generar, descargar y difundir breviarios sobre el re-conocimiento del virus: Naturaleza, evolución, variantes, cuidados, sintomatología.
2. Revisar y comparar datos desde diversas fuentes, acerca de los nuevos datos de tasas de contagio (tasa de transmisión comunitaria/prevalencia comunitaria), casos positivos, defunciones y hospitalizaciones; asociados al cuadrante inmediato donde esté inserto el centro escolar.**
3. Transigir al interior de los colectivos escolares, de zona y de sector educativos, a fin de considerar los intersticios de elasticidad para los marcos éticos y normativos, por ejemplo, en donde se deba enfrentar la dificultad de discernir entre una auténtica preocupación de los trabajadores ante el contagio o frente a la sintomatología, y una posible negligencia.
4. Activar no sólo nominalmente los Comités Participativos de Salud Escolar; pues deberá tenerse presente en todo momento, que, ante posibles casos activos, los registros y los involucrados en esta logística deberán hacer posible el rastreo de las personas con quien se tuvo contacto.
5. Arrancar con un diagnóstico fiable, o al menos un muestreo significativo en la comunidad escolar, que derive en indicadores sencillos en torno a cuestiones de relevancia como: población vacunada, población que vacacionó durante el receso escolar, manejo del confinamiento y medidas sanitarias en el hogar, disposición y canales para la comunicación inmediata con el centro escolar, si es que llegara a ratificarse un caso positivo, entre otros.
6. Elaborar un registro censal de la disposición familiar del envío o no de los niños a los planteles.
7. Contar con registros de padres y alumnos que utilizan el transporte público.
8. Revisar la condicional de la carta de corresponsabilidad, en la que los padres asuman la tarea del filtro en casa; aunque, dicho sea de paso, en la rueda de prensa de ayer, 17 de agosto, el secretario de Educación en Jalisco, Juan Carlos Flores Miramontes, confirmó que esta carta “no es obligatoria, pero si altamente deseable”, con lo que eso repercuta en diatribas al interior de cada centro escolar.

Nos tocará entonces, descubrir en breves días, la materialización de la respuesta de la sociedad civil ante esta convocatoria al retorno, y en dos semanas más, apechugar las consecuencias que traiga consigo. Desde aquí, un franco y solidario abrazo a todos los compañeros educadores que ya transitaron por los estragos del COVID-19, a quienes perdieron a alguien en este periodo de aislamiento social y a quienes seguimos bregando con el anhelo de que en unos meses podamos estar haciendo un recuento de toda esta situación, en los mejores términos.

**En el mapa de casos, se puede acceder al clúster de casos activos, geolocalizados: https://coronavirus.jalisco.gob.mx/mapa-de-casos/

*Doctor en Educación. Supervisor de Educación Primaria. moyagualv@hotmail.com

Comentarios
  • Francisco Javier Ahuayo

    Estimado y querido maestro, indudablemente la responsabilidad es de todos, cada quien desde el lugar, trabajo, escuela o medió en que se desenvuelva. un agradecimiento y una felicitación.

  • Roberto Sandoval Cornejo, supervisor zona 068

    Excelente reflexión compañero José Moisés Aguayo A.
    Mi reconocimiento al ser humano crítico y reflexivo.

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