Academia comprometida
Miguel Bazdresch Parada*
En los días que corren, la realidad supera cualquier intento de atraparla con discursos y declaraciones de todo tipo sin lograr alcanzar a cubrir, menos a explicar, hechos evidentes por sí mismos; puede resultar de interés reconocer la tarea de la Academia, así con mayúscula, la cual se ocupa de los saberes y los no saberes también para colaborar en la significación, tanto de sucesos como de fenómenos infrecuentes.
Podemos preguntarnos si nuestra academia está presente en universidades, centros de investigación, institutos de análisis y otros más, si está comprometida con la búsqueda de explicación de los sucesos de nuestro medio, si sus trabajos y sus logros alcanzan a ser aplicados en favor de resolver o al menos atender necesidades urgentes, las cuales afectan de manera negativa a la población y a las actividades productivas del país.
La academia comprometida con la educación ha de mostrar acciones concretas en cuatro operaciones indispensables para cumplir y vivir en los hechos ese compromiso. Los siguientes pueden servir de arranque para comprometerse con los propósitos de la educación mexicana:
• Reconocer las realidades de la educación mexicana en términos de la formación de personas capaces de aprender por sí mismas, y ofrecer modelos de acción a la comunidad educativa para conseguir ese objetivo.
• Actualizar los conocimientos de maestros y maestras para identificar las áreas de la problemática educativa susceptibles de ser los objetos de acción y estudio de las Escuelas Normales y la UPN. Priorizar la acción para propósitos de corto y largo plazo. Implica una vigilancia sobre los sistemas y acciones de la educación en todos los territorios de la acción educadora.
• Constituir una comunidad de investigadores capaces de recuperar con sistema las acciones, pensamientos, errores, logros y búsquedas sobre el mundo de la educación que alimente y consolide la identidad de la educación mexicana.
• Diseñar una forma de crear y mantener contacto cercano con las diversas acciones de investigadores nacionales y de otras tierras, a fin de disponer de una mirada amplia y, a la vez, profunda sobre los aportes y huecos del estudio y la investigación educativa. Así se puede alimentar un cuadro de opciones preferentes para seleccionar a los estudiantes interesados en las opciones aceptables en cada periodo razonable de tiempo y así constituir una fuerza investigadora con un foco muy bien seleccionado y a la vez factible de aportar a la educación en los ámbitos específicos seleccionados y fortalecidos.
El compromiso de una academia de investigadores-educadores supone capacidad de ofrecer aportaciones claras, precisas y, a la vez, con posibilidad de ser recogidas por la política nacional e internacional, para aplicarla en la búsqueda de una mejor forma de vivir y convivir. La escuela, la investigación y las políticas educativas han de convertirse así en un actor indispensable para definir el rumbo de la educación mexicana. Han de quedar atrás facciones y aprovechamiento politiquero de la acción educativa.
¿Es posible? ¿Es un sueño? Es cuestión de decisiones y, sobre todo, de congruencia con la esencia de esas decisiones, para que la académica educativa se comprometa con el hoy y el futuro de la educación.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]