Proyecto de lectura: el necesario ejemplo de padres y madres
Marco Antonio González Villa*
Como en sexenios anteriores, el gobierno hace un nuevo intento por promover la lectura entre la población del país y, al igual que antes, muchas de las estrategias que se piensan implementar respondan a una lógica que dispone de un fundamento y una oportunidad válida, sin embargo, los resultados lamentablemente no han sido los esperados. Esperemos que ahora, por el bien de todos, sí.
En muchas ocasiones, como ya se ha mencionado en diferentes espacios, el problema ha residido en el hecho de buscar que sea la escuela la principal institución encargada de realizar este fomento, lo cual es una obvia, y evidente, imprecisión y un mal cálculo.
Este nuevo plan tiene como objetivo central lograr que los libros sean accesibles para todos, tanto a nivel económico, lo cual implica bajar el precio, a través de la disminución de los costos de producción y traslado, como a nivel geográfico, en donde se tenga acceso a ellos físicamente, lo que implica a corta distancia y promoviendo una imagen de las bibliotecas como un lugar estimulante. En el plan se establecen 3 ejes: formativo, sociocultural y comunicativo, donde el último de ellos se percibe difícil de lograr, dado que su fin es mostrar que la lectura es una actividad extraordinaria que permite pensar y sentir más allá de lo inmediato, lo cual, para todos los amantes de la lectura y de los libros, es una idea no sólo comprensible, sino real. Sin embargo, para alguien que por cuestiones socioculturales se ha mantenido lejano y ajeno a esta actividad, no se visualiza sencillo lograr este nivel de significación.
Es un hecho que mamás y papás, como ya es sabido, serían de mucha ayuda. En épocas anteriores, cada vez menos, era común entrar a una casa y ver en la sala libreros que contenían tanto enciclopedias como libros de literatura universal, por lo que, aún en aquellas familias que los libros sólo tenían una función ornamental, el libro estaba a la mano para ser consultado en cualquier momento, por los motivos que fueran. Contar con libros en casa siempre será importante, pero lo es más aún el hecho de que un niño y un adolescente puedan observar a su padre, a su madre o, preferentemente a ambos leyendo, tanto en impreso o digital, continuamente: es claro que el ejemplo no arrastra ni obliga, pero sí abona, por lo que sería una acción que, incluso inconscientemente, podría ser introyectada por un hijo y replicarla en algún momento de su vida. Otras acciones más, como compartir con los hijos un libro que los haya marcado y comentarlo posteriormente, esto permitiría al niño o adolescente ampliar su mirada sobre lo leído y tener una otra perspectiva, no de sí, que le lleve a entender la visión de los demás.
Bajar los precios es una gran medida, pero se requiere siempre de la voluntad de una persona para comprar un libro. Con los costos que están proponiendo para varias colecciones tendríamos que con el precio de un videojuego de moda se podrían comprar entre 50 y 80 libros, lo que implicaría muchos mundos por conocer. Queda entonces la pregunta, ¿quién decidirá que comprar y regalar?, Mamá y papá. ¿O no?
*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]