Maestros: entre el fast food y la fast life

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es un hecho que los tiempos actuales han traído consigo una aceleración en todas las actividades que se realizan en sociedad. La tecnología, las condiciones laborales y la situación económica han sido los principales motores de esta situación. Los docentes, obviamente (no de forma exclusiva), conviven y se enfrentan a cada uno de estos elementos, lo cual ha hecho que su vida, literalmente, corra.
Hace décadas empezamos a escuchar el término fast food y pudimos observar que su éxito comercial venía precisamente de la posibilidad de ofrecer un alimento procesado en un breve lapso de tiempo; sobra decir que no se tomaba en cuenta la calidad o lo saludable del producto, sino sólo el sabor y la rapidez, lo cual permitía, en teoría, ganar tiempo.
Tiempo después, German Dehesa, representando a un personaje en la película “Cilantro y perejil” reflexionaba en torno a que hay un tendencia en la que se busca que todo sea rápido, fast, lo cual en realidad, señalaba, no deriva en ganar tiempos de calidad para las personas.
Nada más representativo de este punto que la vida de las y los docentes. Toda su vida se vive con un vértigo tal que, en ocasiones pareciera, está por encima de sus posibilidades de realización. No sólo se ha llegado al punto de ofrecer una fast class, en la que se deben brindar los contenidos correspondientes a su planeación, cerciorarse de los avances de cada uno de sus alumnos, velando y trabajando por su desarrollo socioemocional al mismo tiempo, cuidar que se atiendan y aborden, también a la vez, los programas prioritarios o estatales de los cuales hay que entregar evidencias, atender a padres y madres de familia, realizar las gestiones necesarias para la optimización de los recursos de la escuela, seguirse actualizando y preparando para su evaluación del desempeño, así como realizar éstas mismas actividades en dos o tres escuelas porque lo poco digno del salario obliga a tener más de una plaza. Obviamente hay que entregar calificaciones y evaluaciones a tiempo, es decir, lo más pronto posible.
Pero, también su vida con su familia ha sufrido este cambio: corriendo para convivir, buscando momentos de comunicación rápidos porque llevs trabajo a casa e, incluso, apurándose a aliviarse pronto porque no puede durar mucho tiempo con una enfermedad. Y así, con una saturación de actividades y presiones, su vida se va rápido, a veces sin darse cuenta; en ocasiones sólo su corazón acelerado parece percatarse de la rapidez con la que viven. Su vida al final parece efímera, sólo un suspiro…
Irónicamente, lo único lento que perciben son sus trámites para bonos y el de jubilación, pero esa es otra historia ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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