Ese personaje aislado y solitario llamado educador

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Desde hace muchos años decidí ser educador, por convicción y con compromiso, estudié en dos escuelas Normales de la localidad, trabajé a su vez en otras dos, además estudié en una facultad de la UdeG e inicié a trabajar en la docencia desde 1980, a partir de 1989, soy formador de formadores.
Como decía, desde 1990 o un poco antes, mi vida profesional ha estado dedicada a trabajar con maestros y maestras, en ello he aprendido mucho más de lo que he enseñado, de aquí surgió mi tema y mi de tesis de maestría no así la del doctorado, de aquí han surgido ponencias para participar en congresos como los que cada dos años organiza el COMIE, de aquí han surgido infinidad de motivaciones para pensar, escribir y reflexionar acerca de la profesión docente.
Y ahora en pleno auge de amenaza de reforma, (no me inspira ningún otro calificativo la inactiva Peña–Chuauffet), recuerdo a partir de la asistencia a un Foro internacional en la UPN Ajusco y a propósito de estas vueltas que uno da en la vida académica, Pedro Hernández de la Universidad de la Laguna de Tenerife, España, decía que para muchos niños, niñas y jóvenes, la única ventana que tendrían en su vida a la cultura sería el maestro o la maestra que tienen enfrente. Por lo tanto –concluía Hernández-, requerimos maestros cultos que sean capaces de contar historias interesantes que sean buenos portadores y propagadores de cultura.
He encontrado en estos 25 años de mi labor académica y de militante por democracia en el magisterio, que la profesión docente, es una profesión con un alto nivel de inseguridad, con mucha disposición para hacer las cosas, pero a su vez con grandes carencias teóricas y metodológicas para comprender el sentido de la misma, de esta profesión en la que estamos metidos o de la que formamos parte.
He aprendido que en educación no bastan las ganas o el deseo por aprender a enseñar bien, también se requieren recursos, herramientas ¿cuál es el valor de la teoría para los educadores que nos encontramos metidos dentro del sub-mundo de los saberes prácticos? Muchos se han hecho esta misma pregunta de distintas maneras, recuerdo el magistral libro de Stephen Kemis, la respuesta no es sencilla.
Me atrae el valor y la capacidad cultural de los y las educadores, sus usos y prácticas culturales diría el gran maestro Pierre Bourdieu en ello habría que insistir. Con educadores y educadoras cultos conocedores de su profesión no permitiríamos más imposiciones, de supuestas reformas educativas.
¿Cómo culturalizar a los educadores? No lo sé de cierto, es un tema para seguir recogiendo propuestas.

*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. [email protected]

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