Volver al futuro

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

El 21 de octubre se cumplieron los 30 años que presagió la película “Back to the future”, fechada en 1985. Quienes tenemos la edad del personaje Marty McFly, nos sentimos un poco desilusionados porque los coches aún no pueden volar, porque la máquina del tiempo no se ha inventado y porque el 21 de octubre fue un día como cualquier otro: miércoles y ya.
Aunque no merece un premio de la Academia, la película representa –tal vez involuntariamente– a una generación de jóvenes que usó “jeans” ajustados y chaleco para la nieve en pleno mayo de Guadalajara. El mundo previsto por George Orwell en “1984” aún estaba lejos de cumplirse.
La aportación del actor al capital cultural va más allá de una trilogía cinematográfica de medio pelo: vivir con Parkinson a partir de los treinta y abandonar la carrera actoral a pesar de la fama. Si ésa es la consecuencia de los viajes a través del tiempo, se agradece su inexistencia.
Sigue sin solución la guerra en Medio Oriente, que da motivo a la trama. Más que una máquina que acerca tres épocas, el invento más valorado de la humanidad pudo ser la paz en el mundo. Pero eso no ocurrió. Los árabes continúan en beligerancia desde hace más de dos mil años.
El asunto fantástico consiste en imaginar a tres personas que son la misma: el joven de 17 años que se conoce a sí mismo en el futuro, cuando tiene 47, y luego vuelve a 1955 y se topa con su otro yo, sin haber nacido aún pero por duplicado, luchando por normalizar el presente.
El enredo demuestra nuestra comprensión de la historia como una línea recta que se adelanta o se atrasa sin perder su horizontalidad. Incluso el devenir alterno que el discurso fílmico plantea se distingue por una sucesión de hechos que se modifican si en algún punto se altera la dirección, guiando el desenlace por otro rumbo pero en la misma línea unívoca. Hasta que algo la vuelva a cambiar.
En Occidente la vida es una continuidad de escenas que comienzan con el parto y terminan con la muerte. En Mesoamérica, en cambio, la historia fue comprendida como un círculo: todo termina donde empieza. Por eso los mexicas aceptaron el fin de su cultura cuando los españoles posaron los cañones sobre sus pirámides. Las profecías lo auguraron: el imperio había terminado.
La narrativa del siglo XX descompuso las cosas con el recurso del “flash-back”. Marcel Proust y William Faulkner, entre otros, contaron historias bajo novedosas estructuras, demostrando que el tiempo es susceptible de saltos, adelantos y regresos en función no de los hechos sino de la percepción que de éstos tienen quienes los protagonizan. Heredero literario de ambos autores, Juan Rulfo contó en español una historia que son muchas historias donde el tiempo se suspende sin continuidad. El futuro y el pasado se enciman y ocurren ahora mismo. Los personajes de Comala están muertos. Para Pedro Páramo, volver al futuro significa regresar al montón de piedras en que se convirtió con su muerte y la del pueblo al que sometió.
Marty McFly regresa del pasado para percatarse que es el joven exitoso que no fue. Y que el Dr. Brown pudo alterar los hechos y vivir, una vez que conoció el futuro que le dio muerte.
Para H. G. Wells, padre del género, el futuro es desolador. No hay esperanza para la raza humana. Orwell tampoco ofrece mucho de qué alegrarse: como predijo en su novela, el Gran Hermano vigila y controla a todos. Mientras la vida ocurre, Marty McFly y una generación de cuarentones actualizan otra vez el requinto de Chuck Berry. Lo que perturba es el hecho de que ya alcanzamos el futuro y que –a diferencia de McFly– nada nos da razones para la felicidad (con excepcón de Chuck Berry). Los optimistas volteamos al cielo en busca de un DeLorean surcando las nubes a toda velocidad.

*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]

Comentarios
  • Nicandro Gabriel Tavares Córdova

    ¡ Súper ! Felicidades Profesor Valencia.

  • Miguel A Perez R

    Jorge.
    Hablas de que los árabes siguen en beligerancia, tramposa afirmación y qué dices de los israelíes, que para mi son mas beligerantes que los árabes. ese contexto histórico que mencionas ligero como la mayoría de tus artículos es el quid de muchas cosas. La guerra árabe vs israelís histórica, eterna, insuperable cómo se bordará en la nueva versión de película.

    Tienes razón cuando dices de que los avances o la guerra por las invenciones (no lo dices as´pi pero creo es el sentido) no supera dicha guerra. Gran paradoja de la historia y del avance tecnológico. Efectivamente el gran invento al que habría que aspirar es al de la PAZ, de la paz verdadera…

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