Educar, aprender, realizar
Miguel Bazdresch Parada*
En ocasiones la educación da la impresión de ser una tarea ya establecida y cuya realización se logra con escuela, maestros, familias, estudiantes y mucho, mucho esfuerzo y amor incondicional… y mucho, mucho presupuesto. Si bien esa impresión viene por hechos cotidianos y muy reales, educar esconde algunas claves más allá de las condiciones aludidas. A ratos se olvidan y producen personal escolarizado y poco educado.
Esas claves son varias y podemos analizar algunas de ellas, para reconocer la complejidad, dificultad y bendición de dichas claves. Empecemos con ¿qué es educar? ¿Cuál es el significado? En una primera vista aparece el entrenamiento. Educar significa estar entrenado para practicar el vivir cotidiano. A los niños, niñas, recién nacidos y hasta los tres años, los entrenamos para algunas acciones vitales: comer, descomer, andar, hablar, llorar, dormir, despertar, tomar un baño, avisar sus sensaciones a los mayores, pedir ayuda, jugar y… treinta o cuarenta más, entre las cuales hay varias prohibiciones o enseñanza de lo que NO se hace, debe o conviene. Estos “qué” se consiguen en la mayoría de las veces con repetición del protocolo (secuencia de acciones para lograr el propósito) aplicado por los padres, madres, hermanos, hermanas, otros parientes y, ojo, otros humanos ocasionales y frecuentes en la vida ordinaria del educando.
Vamos ahora a cómo educar. Se trata de conocer y reconocer cuáles son las acciones con las cuales se puede conseguir un deseo, un saber, un modo de… La lista de cómo conseguir un objetivo puede ser breve y el educador logrará que el educando aprenda (ojo) con sencillez y rapidez: Vestir sus ropas, amarrar los zapatos, caminar y sólo correr en el parque, pedir lo que necesita o quiere, pedir permiso para… y una clave muy compleja: obedecer a sus mayores, y las finalidades de las cosas: Los libros se leen, no se deshojan; los platos y cubiertos son para comer, no para aventarlos al suelo; las órdenes de los padres, madres y hermanos más grandes son para cumplirlas, no para hacer enojar al mandatario. Vestirse es imperativo para salir a la calle, no para quitarse los zapatos y el suéter a voluntad. Y claro, aprender con razones cómo obedecer y conducirse con las demás personas. Mil y un cómo para vivir, ¿convivir? con el resto de la humanidad no familiar. En este aprender los cómo, ya contribuyen la escuela, la familia extendida y los amigos. Aprender los cómo es el salto a la lógica del hacer frente a la lógica del querer. Querer algo siempre supone un cómo para conseguirlo.
Tercera clave: porqué. La lista es larga. Un resumen muy breve: ¿Por qué tengo que hacer lo que tú quieres? ¿Por qué no puedo ir a la fiesta de mi amigo, amiga? ¿Por qué no puedo tomar un helado, un refresco, un… una…? ¿Por qué tengo que ir con mis primitos, amiguitos, si se burlan de mí? Y claro, ¿por qué tengo que ir a la escuela, tan aburrida y que me castigan cuando juego en el salón? Y la familia intenta ofrecer razones para legitimar el porqué hacer o no hacer y acaba en: “En esta casa no me quieren, me obligan… me mandan… y no me dejan”. Educar los porqué es de personas muy duchas en el trato con estudiantes. Educamos porque es el único camino para vivir y convivir con los porqué de la vida, la ciencia y el quehacer cotidiano.
Por fin. Para qué educar o educar las finalidades. ¿Para qué voy a la escuela? “Es muy aburrida. No me dejan jugar con mis amigos, tengo que hacer tareas en la tarde”. Y más. Esta clave se aprende cuando llega el momento de dar cuenta de cómo se resuelven problemas, pues hace falta dar cuenta de las razones de la solución y mostrar que es mi propio pensar el cual aplico y no una receta aprendida de memoria. Es común responder la pregunta de los estudiantes sobre para qué estudiar. “¿Para qué me sirven las matemáticas, si yo quiero ser médico? ¿Y la historia del mundo y el país? En todo caso, quiero aprender a hacer historia”. Las respuestas canónicas son: “Todo aprendizaje te sirve para aprender a pensar, argumentar, tener método, saber por qué y no sólo memoria”. Esa finalidad (pensar por ti mismo) se aprende… pensando. Repetir el texto leído es memoria. Esta clave es la más complicada de educar, pues implica dejar solos a los estudiantes para que enfrenten la problemática de las diversas materias, y por eso, implica un apoyo magisterial crítico y analítico, y no sólo instruccional.
Vivimos un México necesitado de solidaridad, responsabilidad y colaboración para enfrentar las demandas de las diversas problemáticas, nuevas y no tanto, que cruzan por el país y el mundo. Una clave indispensable es educar para, por, cómo y qué necesita nuestro saber, ser, hacer y convivir. El reto es grande y posible de conseguir. Enfrentemos con valor los cambios necesarios para una educación de finalidades.
*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx