Pedagogías en el desierto
Luis Christian Velázquez Magallanes*
En una Feria Internacional del Libro de Guadalajara, me parece que en el año 1998 o 1999, Carlos Monsiváis mantuvo en un foro abarrotado una charla con jóvenes sobre los hábitos lectores al término del milenio. Recuerdo que empezó señalando que la cantidad de asistentes era un contraargumento sólido para la tesis que desarrollaría. Los libros y sus ideas, si persiste la tendencia a no cultivar el arte de la lectura, tendrán que publicarse en el desierto. El autor se enfrenta a un mundo en donde no hay lectores.
Monsiváis pensaba que era importante hablar de cómo los hábitos lectores se estaban diluyendo; el público, quizá poco conocedor, se estaba decantando por otros divertimentos.
La idea tiene una implicación: la historia de la cultura de la humanidad demuestra que las artes, su difusión y culto se originaron porque eran los pasatiempos comunes y habituales. El público esperaba y consumía, en gran medida, las entregas semanales de los grandes autores, las exposiciones de los pintores o escultores de la época o los conciertos de las orquestas. Entonces, se podría afirmar que antes había un público más refinado o culto o que las circunstancias determinan lo que la gente puede consumir como pasatiempo.
La modernidad ha generado una tremenda vuelta de tuerca. Las circunstancias sociales se modificaron a tal grado que las personas han cambiado sus formas de vida y relaciones sociales. La tecnología propició que el Hombre desarrollara formas distintas para pasar su tiempo libre.
Las nuevas formas han traído otras maneras de relajarse. En esta circunstancia, resultaría extraño que apareciera una propuesta de leer una novela de múltiples formas. ¿Cómo se tomaría la concepción de un lector activo y constructivo concebida por Julio Cortázar cuando escribió Rayuela? ¿Qué pasaría con las obras de Borges o con el Pedro Páramo de Juan Rulfo? ¿Los trazos de Kandinsky o de Pollock cómo se interpretarían?
Parece que la idea de Monsiváis se asemeja al destierro que Platón proponía para los poetas; aunque ahora no se les acusaría de confundir y corromper a la juventud, se les exiliaría porque el público no cuenta con las herramientas intelectuales para interpretar y comprender sus obras. ¿Qué pasaría si esta idea la llevamos al ámbito de los procesos de enseñanza/aprendizaje?
La modernidad también se presenta como la era de los expertos o especialistas. Resulta que ahora cualquiera puede presentarse como maestro, psicólogo, gurú, consejero espiritual y curador en medicinas alternativas porque tomó un curso por correspondencia, se suscribió a un canal de YouTube o porque le dijeron varios que era bueno en algo. Desde esta lógica, todos sabemos y podemos resolver, pero la realidad demuestra que los indicadores en aspectos concretos, lejos de mejorar, decrecen.
Por ejemplo, los índices académicos ponen en entredicho la calidad de los programas porque, si los alumnos carecen de habilidades para leer, redactar y comprender textos, entonces, ¿cómo podemos demostrar que desarrollan habilidades de pensamiento superiores? Estas carencias ponen en entredicho la efectividad de los métodos que se utilizan para enseñar.
Los expertos en la metodología de la enseñanza ofrecen el siguiente catálogo para el desarrollo de contenidos académicos:
1. Pedagogía constructivista: Se fundamenta en los postulados de Jean Piaget y Lev Vygotski. Se piensa que el conocimiento no surge de la nada; siempre es una construcción que toma como base las experiencias previas de los aprendices. En este sentido, se define al maestro como un facilitador porque su deber estriba en guiar o proponer alternativas para que se logre el aprendizaje.
2. Pedagogía inclusiva: busca consolidar un aula equitativa asegurando que todos los estudiantes, al margen de cualquier situación o circunstancia o contexto, tengan garantizado el acceso a los procesos de enseñanza. El docente debe elaborar ajustes curriculares o enfoques diferenciados.
3. Pedagogía basada en proyectos: Se busca que los estudiantes aprendan a partir de la investigación y solución de problemas reales. El maestro se encarga de diseñar andamiajes que permitan transitar a los alumnos del conocimiento teórico a la interpretación de la práctica.
4. Pedagogía de competencias: busca el desarrollo de saberes, habilidades y valores que permiten a los alumnos enfrentar y resolver situaciones reales.
5. Pedagogía tecnológica o digital: Se sirve de las plataformas y aplicaciones digitales para enriquecer los procesos de enseñanza-aprendizaje. Se considera que la tecnología genera formas distintas de aprender y por eso se cree que los procesos deben montarse en el ciberespacio.
6. Pedagogía crítica: Se inspira en los postulados de Paulo Freire y pretende desarrollar alumnos que sean capaces de analizar y comprender su entorno para que puedan transformar aquello que es perjudicial para el grupo. Es la perspectiva promovida por la Nueva Escuela Mexicana.
7. Pedagogía personalizada: Al tomar como principio la necesidad de reconocer y respetar la individualidad de cada sujeto, busca que los procesos de enseñanza respeten los ritmos y estilos de cada estudiante.
8. Pedagogía experiencial: considera que los alumnos aprenden a partir de las experiencias y el contacto directo con el mundo.
9. Pedagogía sostenible: Parte de la necesidad de educar para el desarrollo sostenible, inculca valores y prácticas de respeto y protección para el medio ambiente.
10. Pedagogía socioemocional: Integra el desarrollo social y emocional porque su finalidad se encuentra en el desarrollo de la inteligencia y el buen manejo de las emociones.
Desde luego que el muestrario es inacabado y se pueden agregar otras perspectivas metodológicas; por ejemplo, también se pueden incorporar, sin problema alguno, las metodologías sociocríticas de la Nueva Escuela Mexicana. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿cuáles son las razones que explican los resultados y la baja calidad académica de nuestros programas si el docente cuenta con tantas opciones al alcance de la mano?
¿Qué es necesario y urgente cambiar o implementar para que la práctica docente sea efectiva y desarrolle con pertinencia los contenidos de los programas en los diferentes niveles? ¿Será necesaria una reforma sexenal o evaluar el plan que se tiene para realizar las adecuaciones necesarias?
¿Será que las perspectivas metodológicas de la pedagogía, a pesar de su modernidad, están destinadas a usarse en el desierto?
*Licenciado en Filosofía. Profesor en la Escuela Secundaria General 59 “Francisco Márquez”. chris-brick@hotmail.com
Considero que cada tipo de pedagogía que se nombró en este texto, son pedagogías encaminadas a cada estilo de aprendizaje de las y los alumnos, y que se deben practicar si o si, independientemente del modelo educativo que se genere, pues, apenas como docente medio entiendo el tipo de pedagogía del momento, cuando ya viene en camino una nueva 🤷♀️ Por qué no 🤔 practicar una pedagogía integral?
Pensar es un ejercicio intelectual complejo, arduo e individual; el esfuerzo bien vale la pena por los frutos que genera.
Son los frutos lo que aterra al sistema económico, que opta por generar políticas públicas que alejen a los sujetos del ejercicio de la razón.
Las políticas educativas son centrales en esas políticas públicas de diseño pomposo y carentes de detonantes del libre pensamiento.
Muy buen artículo, muchas felicidades maestro Christian