Silencio

 In Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

El único silencio posible es la muerte, dicen. Siempre hay un ruido que oír: el escape de una motocicleta o el aleteo de una mosca. La vida se manifiesta a través de múltiples, interminables sonidos. El ruido es la expresión más tribal de nuestra existencia. “Grito, luego existo”. Excepto los microbios (y no sabemos sus rutinas proporcionales), todos los seres vivos hacen ruido. Al menos el roce del viento entre las ramas de los árboles. En el caso de las especies complejas, los ruidos contienen significados intencionales que se definen como lenguaje. Sólo reconocemos a una especie capaz -la nuestra- de graficar esos ruidos en la forma de un alfabeto, lo que nos permite compartir mensajes ilimitados. Sigue siendo ruido. Aunque a veces sólo los escribamos (sonidos).
Nuestra civilización parece haber declarado la guerra al silencio. Spotify y la televisión nos permiten aturdirnos sin interrupciones, las 24 horas los 365 días del año.
En un mundo escandaloso donde la mayoría del ruido es producido por los seres humanos y, por lo tanto, evitable; el caos es una consecuencia lógica. El estrés se convirtió en la enfermedad contemporánea por antonomasia. Necesitamos hablarnos a gritos. Escuchar música a decibeles que obligan la restitución de los tímpanos. Los automotores, los aparatos eléctricos, la multitud sobrepoblada… No tenemos tiempo ni motivo para callarnos.
La generación del borlote y los timbales no expresa ideas, las impone a gritos. Sin retroalimentación ni pausa para reflexionar lo gritado.
Los mensajes son fuertes y ofensivos. Las palabras “altisonantes” palidecen hasta la normalidad. Los ademanes las refuerzan con amenazas. “No mames”, “me vale madre” y otras expresiones con alusiones sexuales se banalizan con el volumen alto del insulto.
Una noche en un lugar desierto nos revela las cigarras. Los perros lejanos. El latido de nuestro propio corazón. Su ritmo (nuestro ritmo cardiaco) nos dice una sola cosa: que estamos vivos. Lo que el escándalo habitual nos niega.
Probablemente, las generaciones futuras recordarán una especie rara que les precedió. Y que prefirió callarse.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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