Educación ¿esta en el aire?

 In Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Vuelve a la discusión pública la cuestión de permitir o prohibir los celulares en la escuela básica. Las personas tenemos en nuestros pensamientos sucesos amables y terribles. Recordamos a los dos. De algunos, incluso terribles, nos alegramos, pues en el recuerdo están situaciones cuyo balance final es para nosotros positivo y amable. Quizá hubo algún componente enojoso, el cual, unido a todo el conjunto de la experiencia recordada, encontramos aprendizaje, satisfacción por las actuaciones sucedidas o simplemente el final feliz de algo que presagiaba tormenta y oscuridad.
También se da el revés. Una reunión planeada con todos los elementos satisfactorios y amables, de pronto un desliz o un accidente, vuelve desagradable el lugar y la estancia en esa compañía. Nada sucede hasta que sucede, dice el dicho.
Ahora también hay sucesos mediante los cuales aparece un adelanto técnico, médico, social o económico, los cuales ofrecen una mejoría, sea en el ámbito social o en el personal colectivo. Hace muy poco en la escuela elemental se les pedía a los estudiantes recordar la fecha de la “entrada” de la primera máquina de tren, con la cual se hizo posible tener viajes más amables a las ciudades a las cuales las personas queríamos ir, por cualquier motivo. Igual el primer avión, el primer avión “jet” y otros muchos hechos cuya existencia aligeraría aspectos de la vida antes molestos, tardados o costosos.
Hoy ningún profesor/a le pide a los estudiantes recordar el día de llegada a nuestra población del radio, de la televisión, de la computadora, de la calculadora portátil, de las bicicletas deportivas o de los balones de futbol elaborados con plástico y ya no de cuero. Las sorpresas tecnológicas o sólo técnicas nos “apantallaron” en la primera mitad del siglo XX. Hoy, ante cualquier novedad, decimos: ¿a dónde iremos a parar? Y al mismo tiempo nos da gusto transportarnos en tren urbano, en autobús refrigerado o en coche eléctrico. Hablar por celular con la familia, los amigos, las amigas y el personal de la oficina. También el celular, que no es sólo, ni principalmente, teléfono, toma video de un asalto, el cual luego la TV reproduce en el noticiero; graba la conversación de negocios para recordar los pormenores, los juegos en las vacaciones en la playa para recordar “qué padrísimo la pasamos” (para envidia de algunos).
Ah, y también (o tan mal) el celular graba conversaciones con quien el propietario quiere que nadie se entere, y como cosa diabólica, lo deja “olvidado” en un lugar donde alguien se entera del video y la conversación, para empeorar las relaciones entre las parejas.
Sí, la tecnología “inteligente” hace maravillas, incluso las que no quisiéramos ver y oír. Eso sí: ¡Barbaridad! Los niños se distraen en el salón de clases con el celular, viendo “shorts” y tomando fotos de los sucesos del salón para posterior solaz y esparcimiento. Así, ahora sí, a 45 años del invento celular, que se prohíba a los niños llevar, utilizar o jugar con el celular. Una tarea más para los maestros.
¿Podemos usar nuestras aptitudes intelectuales para generar alternativas a prohibir? Esa es la fácil y rápida. ¿Es la mejor para todos a corto y, sobre todo, a largo plazo?
El celular cada día será mejor aparato y con mayores prestaciones a sus usuarios, incluidos los dueños de las líneas y redes. Prohibir será una pequeña “curita” en el enfermo de cáncer, por lo cual el verdadero problema es cómo lo usamos mejor y muy bien. Tal y como hemos hecho con otras tecnologías, identifiquemos los males y trabajemos en las “medicinas” congruentes. Entretanto, enseñemos a niños, niñas, padres, madres y maestros y maestras, incluidos directores y supervisores, la importancia de aprovechar el celular y frenar su mal uso. ¿Podemos hacerlo? La moneda está en el aire.

*Doctor en Filosofía de la Educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

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